Gallardo sostuvo el 4-3-1-2 cuando el Cabezón salió, pero luego introdujo dos cambios que desencadenaron en un equipo con búsqueda desequilibrante por los costados. En ese contexto, Andrade nuevamente exhibió un rendimiento positivo.

Cuando tan sólo iban 13 minutos del primer tiempo, River sufrió una pérdida irreparable en lo futbolístico. Andrés D’Alessandro mostró una dolencia indisimulable -podría tratarse de un desgarro- y cinco minutos después tuvo que dejar el terreno de juego para ser reemplazado por Luis González. Los aplausos que generó el Cabezón, de buena imagen en el recuerdo sanlorencista, se transformaron en silbidos para el ex-Huracán.

Más allá de la baja significativa, Marcelo Gallardo sostuvo la función de enganche. Es que Lucho, quien desaprovechó una chance mano a mano para abrir la cuenta, se paró delante de la línea de volantes para preservar el 4-3-1-2 inicial, aunque lejos de tener la movilidad por los costados que suele tener D’Alessandro. La línea de fondo estuvo compuesta por Milton Casco, Jonatan Maidana, Eder Álvarez Balanta y Leandro Vega, esta vez sin éxito como lateral izquierdo. En el medio, Camilo Mayada por derecha, Ignacio Fernández en la otra banda y Leonardo Ponzio ubicado en el centro. Arriba, Iván Alonso y Lucas Alario.

Para la segunda parte no hubo modificaciones desde el principio. Aun así, el Muñeco apeló al banco de suplentes para hallar variantes que pudieran darle una esperanza a River, ya 0-2 abajo. Gonzalo Martínez, también reprobado por su pasado en Parque Patricios, entró por Nacho para abrir la cancha en el costado izquierdo, mientras que luego ingresó Tomás Andrade en reemplazo de Camilo Mayada. Así, el técnico rompió el 4-3-1-2 para armar un 4-4-2, con Lucho suelto, aunque partiendo cerca de Ponzio, Andrade en el sector derecho y el Pity por el otro frente.

¿Qué se puede destacar de ese dibujo? El mismo atrevimiento de Andrade, figura ante Vélez, capaz de encarar exitosamente donde el lugar de ninguna manera sobraba. Fue un desborde que por poco no conectó Alonso. Del otro lado, Martínez nunca prosperó. Peleado con la pelota, tan sólo insinuó mediante un centro cuando apenas entró. Sin embargo, River al menos descontó porque Casco, predispuesto a asociarse con Andrade, llegó en diagonal hacia el área, pasó entre varios adversarios, disparó y, producto de ese tiro, permitió que Alario resolviera de mediavuelta. Ahora, con dos compromisos por delante, todo indica que D’Alessandro estará ausente. A pensar en cómo sustituirlo.

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