"No me quedan más que palabras de agradecimiento, porque sin ustedes esta noche no se hubiera logrado. Así que muchísimas gracias, y gracias a Dios por hacerme hincha de River". En 10 segundos el señor Ariel Arnaldo Ortega hizo magia con un micrófono en mano y emocionó a todos, igual que cuando agarraba la pelota y gambeteaba con un quiebre de cintura o tiraba un caño mágico.

Gran parte del mundo del fútbol, no solo los de River, lo ovacionaron de pie en ese momento y se llenaron los ojos de lágrimas. Porque el jujeño es de esos ídolos que se hicieron querer por gente de otros clubes, inclusive los de la vereda de enfrente.

Con la compañía de sus tres hijos, quienes también estaban muy emocionados, Ariel regaló ese cúmulo de palabras sentidas en lo que fue su noche mágica disfrazada de partido despedida en el patio de su casa, el césped del Monumental. Inclusive la última de las frases de su escueto pero muy sentido discurso ya se inmortalizó en tatuajes de cientos de hinchas de River que lo aman desde siempre.

Este lunes se cumplen siete años de aquella tarde/noche que será recordada por siempre. Gran parte de los ídolos con vida del Más Grande reunidos para jugar un partido, y la magia eterna y la humildad del Burrito para decorar cada momento del evento. Más no se podía pedir. Fue una jornada con ADN bien riverplatense en su máxima expresión.