Merecíamos una fiesta completa, y fue una fiesta absolutamente completa de principio a fin. Desde el anuncio del regreso de los hinchas al fútbol de hace unos días, hasta minutos después del silbatazo final luego del 2-1 frente a Boca que además cortó una racha negativa de once años en el Monumental frente al clásico rival.

Desde temprano miles de simpatizantes del Más Grande ya se agolparon en las puertas de acceso para el ingreso al estadio, muchos con ojos humedecidos por la emoción que generaba el regreso al Antonio Vespucio Liberti después de 582 días. Cientos de familias, de padres y madres con sus hijos, o de abuelos con nietos, caminando por las avenidas aledañas con mucha expectativa y con una sonrisa de oreja a oreja por el entorno y el contexto de volver a ver el rojo y blanco conquistando a pleno los alrededores. "Me siento como si fuera la primera vez que vengo al Monumental", nos decían varios hinchas en los micrófonos de "La Página Millonaria".

Y una vez en las tribunas la primera gran explosión llegó cuando el equipo salió a hacer la entrada en calor. Fue un recibimiento como si ya saldrían vestidos a jugar el partido. Sonaron el famoso "River, mi buen amigo" y el primer "El que no salta, murió en Madrid" para que resuenen las tribunas de pies a cabeza, y ahí todo el público se reencontró con el perfume y el sonido de la cancha que tanto extrañaba. Y después llegó la presentación del equipo por los altavoces, y las primeras grandes ovaciones a Franco Armani, Enzo Pérez y Nicolás De La Cruz, que sirvieron de antesala para la que tuvo el Muñeco unos segundos después, que por supuesto fue la mayor de la jornada.

Salió River a la cancha con una escenografía de globos y griterío. Arrancó el partido, y empezaron las grandes emociones. El primer grito de gol en los tablones después de tanto tiempo, fue un rugido infernal. Y allí llegó el primer gran hit de la noche: "Olelé, olalá, Gallardo es de River, y de River no se va", como para hacerle entender al Muñeco que se tiene que quedar a vivir. También se oyeron los "Equipo chico" para los rivales por las demoras o las protestas constantes cuando ni habían pateado al arco. Y Julián Álvarez se llevó una ovación infernal cuando fue reemplazado. Y el final fue la gran frutilla del postre.

Con un Gallardo emocionado hasta las lágrimas y con todo el grupo de jugadpres reunido en el círculo central festejando con la gente, fue un final de cuento de ensueño para completar la fiesta. Desde el "Mirá mirá mirá, sacale una foto..." hasta todo el repertorio de Madrid exhibido de principio a fin. Locura y éxtasis absoluto. Todo merecido. Muy pero muy merecido. Valió la pena tanta abstinencia, pero ojalá que no se repita nunca más. Porque no hay nada más lindo que la pareja que forman el fútbol y los hinchas. Salud, River.