Prólogo: no quiero que Alario sea vendido ni por todo el dinero del mundo y, de ser posible, me gustaría armarle un lindo departamento con todos los lujos necesarios en el primer piso del Monumental. Debajo de una tribuna. Que Alario se levante y vea desde su ventana el campo de juego mientras se toma un mate y unta con manteca y/o mermelada una mano de póker de tostadas. Que viva allí por siempre, como el jorobado de Notre Dame pero sin joroba.

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Ahora bien, sabemos que el fútbol no es lo romántico que nosotros queremos que sea, que las historias de amor eterno de un tiempo a esta parte son muy pocas, que Totti hay uno solo y que además tiene la ventaja de estar genuinamente enamorado de un club que le paga quinientos mil millones de euros por minuto desde hace cien años. River no está en condiciones de hacerlo con Alario ni con ningún otro jugador. Por eso es inevitable que se vaya más temprano que tarde.

Cuando Gallardo decidió poner de entrada a Alario contra Guaraní por las semifinales de la Libertadores tuve un poco de miedo, y hasta un poco de resignación. Me parecía una apuesta arriesgadísima: una vez que River llegaba a una instancia tan encumbrada de la Copa se nos iba un tipo probado como Teo y lo reemplazábamos por un chico casi desconocido para el imaginario riverplatense. “Vas a ver que la va a romper”, me anunciaron algunos hinchas de Colón, pero desde cuándo uno iba a confiar en el vaticinio de un hincha de Colón. No era garantía. Lo que me daba cierta tranquilidad era Gallardo, el único técnico que sabe más que los hinchas de fútbol y que los periodistas, que en definitiva somos célebres aficionados de fútbol y nada más. Y una vez más Gallardo tuvo razón y me dio otro motivo para creer que todo lo que hace está bien y que yo -y todos nosotros- con él en el banco me tengo que despreocupar, que él va a resolver todo y que tiene un plan maestro para hacerlo. El ojo del Muñeco (y la gestión silenciosa de Matías Patanian) pusieron a este crack en estado de latencia en el club. Y sería bastante aburrido escribir cosas buenas sobre Alario hoy: ya todos lo vimos jugar, y vimos que hace un gol cada dos partidos y que ese gol no es cualquier gol sino un gol que sirve para ganar las cosas que nos importan, que por suerte últimamente fueron muchas.

Alario es un monstruo, además de ser un tipo imposible de no querer. Y va a ser vendido en breve. Cada vez que entro a Twitter un día en el que no hay partido y veo que Alario es trending topic me corre cierto frescor por el cuerpo y pienso “listo, lo vendieron”; algo así como cuando veo que en la lista de tendencias aparece Fidel Castro y lo primero que pienso es que se murió. Como ocurre con la muerte de Fidel Castro y con la mía, la venta de Alario es inevitable. Ahora bien, aceptémoslo y pensemos en cómo venderlo. Que no pase lo de siempre: River vende a Falcao por equis plata y luego, en el mercado interno europeo, se cotiza por lo menos veinte veces más; River vende a Higuaín por un aparente buen dinero y hoy sale cien millones de euros; River vende a Mammana y mañana seguramente pasará a un grande de allá por decenas de millones. Así hay infinidad de casos. Y está clarísimo: River no fija los precios del mercado y los jugadores valen lo que los ofrecen. Difícilmente se pueda vender a un jugador como el Santos vendió a Neymar, claro. Ahora, sabiendo cuál es el potencial de Alario, dieciocho millones no me parecen suficientes de ningún modo por su pase, teniendo en cuenta que en un año o dos lo más probable es que sea vendido por el quíntuple. Y menos cuando River tiene el 60% de su ficha. Y si River no puede hacer nada para fijar el precio de mercado de los gigantes europeos, la solución pareciera ser bastante evidente: venderlo pero quedarse con un porcentaje del pase como condición, algo que los clubes argentinos deberían hacer más seguido cuando se trata de cracks probados como este chico que después harán ricos a otros equipos. Después, cuando lo compren por ochocientos mil millones de dólares, los ricos vamos a ser nosotros. Ojalá estemos a tiempo para tomar nota desde ahora.

Aunque, y esto que no se diga: de todas maneras, así lo vendan por medio centavo de libra, ya habrá valido la pena traerlo.

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