¿Qué hizo Saviola para que todo le salga tan mal? ¿Está pagando místicamente por todos los mercados de pases en los que podría haber vuelto a River y prefirió quedarse en un equipo clase be europeo? Puede ser. Pero mi teoría es diferente. Creo que Saviola, a lo largo de su carrera, le hizo un daño irreparable a mucha gente, a muchos defensores, patanes en botines a los que humilló. Y creo que habrán formado una especie de sociedad secreta, como los Magios, que se juntan en comité a beber y brindan por cada gol que erra Saviola. Que tienen un muñeco gigante del Conejo y le clavan un alfiler antes de cada partido en el que juegue Javier Pedro. Son los Hombres Humillados por Saviola.

Hoy ya gordos, canosos o pelados, frustrados por la vida, pobres, trabajando de remiseros o de repositores de supermercado, disfrutan del presente de Savió: el sábado tuvieron fiesta especial por los mil minutos del tipo sin convertir en River. Entre ellos estará algún tosco defensor de Gimnasia de Jujuy al que le enredó las patas en mil nueve noventa y ocho, cuando Ramón lo mandó a la cancha con dieciséis añitos. Si no, no se puede explicar demasiado el porqué de lo que le pasa al Conejo. No se puede explicar que un tipo que jugó en la Selección, en el Barcelona y en el Real Madrid erre un gol que probablemente no erraría ninguno de los lectores de esta columna. Hay que llamar a una especie de profesor Van Helsing, a algún exorcista, alguien que tenga el conjuro para que se vaya la mufa.

Dan ganas de ir corriendo a abrazar al Conejo después de ver que erra un gol como el que erró contra Vélez. Y más duele cuando unos minutos después entra Alario, con el hombro atado con alambres, con miedo a que al primer choque puede perderse el Mundial de Clubes, con el trece en la espalda, que dicen que trae mala suerte, sin rodaje después de un mes parado y toca una pelota y la manda a guardar. Le debe dar hasta algo de culpa al Pipa, que entra y en un puñadito de minutos hace lo que Saviola todavía no pudo hacer en más de mil. Tampoco será todo magia: el nivel del ex Colón es uno y el de Javier Pedro es otro bien distinto. De hecho, cuando Alario entra, River se parece un poco a un equipo: que ni se resfríe. Lo necesita, River.

Este River que sigue avanzando en las Copas pero como quien corre tanto que al final ya lo sigue haciendo a los tumbos, mirando el piso, desarticulado, desgarbado. Que tiene jugadores que se pelean por no ser titulares en el equipo base: durante seis meses no apareció el reemplazante de Rojas y tampoco aparecerá, parece. Tal vez sea tiempo de ver qué hay abajo en Inferiores, o que hay afuera en el mercado. Antes de que sea demasiado tarde…

PD: Felicitaciones a Boca. Finalmente, rectificaron al Indio Solari. El que abandona sí tiene premio. Un premio medio pedorro, pero un premio al fin. Por alguna extraña razón, esta vez no nos cargaron. ¿Qué habrá pasado?

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