Pareciera que fue un error de la matrix. Que River no volvía a ser River sino que se disfrazó un rato, añito y medio, dos, hizo sus monerías, animó una fiesta que todos creímos infinita. Pero después de un rato se tomó un remís, se fue a su casa, agarró un porrón de birra, se desvistió y se desplomó en un sillón roto, en calzones y medias. No siempre se puede ganar, ya lo sabemos, ¿pero tan abrupta iría a ser la caída? La belle époque del final de Ramón y el inicio del Muñeco pareció ser inadecuada, un desvío en la línea recta de la mediocridad a la que regresó River en este primer semestre del dos mil dieciséis. Tanto así que a veces no estoy del todo seguro de si soñé esa época maravillosa o si efectivamente la viví, hasta que miro hacia arriba y veo una bufanda que dice algo así como River Plate FIFA Club World Cup Japan 2015 que, como los tatuajes del protagonista de Memento, me ayuda a confirmar que todo aquello ocurrió.

Pareciera que fue un error de la matrix. Que el banco se equivocó en favor. Pero sinceramente, más allá de tener la convicción secreta de que todo lo que sucede está tan guionado que ahora Boca saldrá campeón del universo, no todo pudo haber sido un error del sistema: hubo errores humanos, y muchísimos. Incontables. River -en realidad, Gallardo- consiguió lo más difícil, que ni siquiera fue haber ganado tanto: logró conformar un equipo de un escalafón identitario sin precedentes. Un equipo que se evaporó en un suspiro por propia negligencia, con jugadores clave que directamente quedaron libres. Evidentemente había que vender algún jugador, pero que se hayan escurrido tantos titulares en tan poco tiempo habla de cierto error dirigencial. San Lorenzo, por poner un ejemplo próximo, hizo una campaña de campeón este semestre con la base del que ganó la Copa Libertadores. Hubo un error del propio Gallardo a la hora de elegir los reemplazos. Y hubo errores evidentes en la cancha de los jugadores. De muchos jugadores que a esta hora de la soireé ya no muestran ningún indicio de recuperación, con casos paradigmáticos como los del Pity Martínez y Balanta en representación de muchos. Lo escribí en Olé después de otra derrota desoladora, por suerte la última del semestre. Martínez es un jugador que corre muchísimo más rápido de lo que piensa, que parece jugar en piloto automático, como por inercia, corriendo hipnotizado detrás de la pelota sin ningún criterio hasta que la tiene en sus pies, cuando lisa y llanamente se la saca de encima. Un tipo que pareciera seguir teniendo oportunidades en la Primera de River meramente por su edad y por la ya dolorosa inversión que se hizo por él. Y Balanta es todo lo contrario: si Martínez no piensa, él piensa demasiado, tanto que parece verse afectado por sus propios temores, parece desbordarlo la presión. Duele decirlo, pero Balanta ya no es confiable, es un arma de doble filo permanente, una complicación para Maidana, que tiene que estar tan atento a los delanteros rivales como a su propio compañero de zaga, algo a lo que todavía, evidentemente, no está acostumbrado Batalla. Balanta dejó de ser confiable y eso para un central, como ocurre con las relaciones humanas, es algo muy difícil de revertir.

Entre Martínez y Balanta hay una cuadrilla de jugadores que hace un año juegan en modo zombi del que apenas se salvan Mercado, Maidana y Alario. Que quede claro: ninguno de ellos tres debe irse si River pretende rearmarse con cierta seriedad (en la lista también se salva D’Alessandro, que de todas maneras se irá a mitad del próximo campeonato: como ocurre siempre desde hace un par de años, cada semestre lo empezamos sabiendo la fecha de vencimiento de algún jugador franquicia). Y la solución para el resto no pareciera ser una buena, larga y mágica pretemporada: para algunos jugadores la solución parece estar en otro lado, en cualquiera que no sea River. Se debe hacer una cirugía mayor y no es momento para fallar otra vez. Lo bueno es que el Muñeco lo sabe y dio señales de que armará un nuevo plantel. Por lo demás, que se quede tranquilo: esta campaña volveremos a estar contigo.

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