Fue tuyo, Franco. Es la primera vez post Barovero que el arco de River puede respirar en paz. Sin dejar de recordar lo que fue Trapito, pero ahora por fin podemos empezar a mirar hacia adelante con optimismo en ese puesto. También tuyo, Leo. Que no te dejaste condicionar por esa amarilla injusta a los 10 minutos, y con todo tu oficio volviste a liderar al equipo para convertirte en el tipo con más títulos de nuestra historia. Y también tuyo, Rodrigo. Nuestro Ave Fenix de piel charrúa. Que en cada lágrima que derramaste el miércoles estaba encerrada cada porción de sonrisa que nos regalaste desde que agarraste las muletas. Nadie merece esta copa más que vos, animal de la vida. Gracias por la enseñanza que nos diste a todos, y por correr y dejar el alma en cada pelota.
Por supuesto que también tuyo, Nacho Scocco. Fue tu gran revancha personal, porque el año pasado la rompiste solito allá arriba a pesar de las sombras gigantes que habían quedado de Driussi y Alario, y ahora pudiste cumplir el sueño de coronar con tus goles un título en el club que siempre te desveló el sueño. Y tuyo, Pity, que volviste a ser decisivo en momentos calientes de un clásico. Y por supuesto tuyo, Jony, que cuando se trata de dar la talla en una final sos el primero de los soldados, por más heridas de guerra que lleves encima.
Fue un triunfo de todos como equipo y de cada uno en particular de los que salieron a la cancha con el manto sagrado, y los volvieron a pasar por arriba en actitud y compromiso. Gracias a cada jugador por el esfuerzo, y por haber coronado un título inolvidable
Y ni hablar que fue tuyo, Muñeco. Te tienen terror. Hasta muchos de ellos creían convencidos que si nos ganaban te ibas a ir de River. Que les iba a servir como supuesta venganza por aquellas dos copas internacionales que les sacaste de las manos. Los ilusionaste de la peor manera, y les diste otro nuevo golpe de gracia. Y llegaste a la conferencia con ropa puesta, pero con el alma y el cerebro desnudos para chicanearlos y pasarles por la cara toda esa medicina que tenías bien guardada y preparada, luego de todas las barbaridades que ocurrieron y de dijeron en el último tiempo.
Un tal Carlitos de Fuerte Apache (quién todavía tiene el vuelo atrasado y no llegó a Mendoza) había augurado que si entendían el significado del “esto es boca” podían superarnos. Pero ESTO ES RIVER, Charly. El River de Gallardo. El que sin importar las circunstancias apichona el escudo de tu camiseta cuando se juega por algo realmente trascendente. El que en los últimos 40 meses les aplicó tres inyecciones coperas letales de todos los colores y formas, y que como frutilla del postre te levantó una copa en la cara después de ganarte una final. El que sin trampas, robos ni abandonos te dejó derrotado siendo el peor clasificado a los octavos, y también estando 800 puntos atrás en la tabla. Pasándote por arriba en actitud y entrega, y también dibujándote jugadas hermosas como la del gol de Scocco. Basta, Carlos Alberto. Entendelo. Hacé silencio de una vez por todas y dejate llevar por el ritmo sabroso de Marcelo. Ah, y muchos éxitos en la Superliga.
River se transformó en Mendoza en el que nunca debió dejar de ser. En ese monstruo que te come el hígado y no se va a apichonar ni siquiera por el equipo avalado por todos los poderes a niveles políticos y futbolísticos que tiene el país. El que de una vez por todas volvió a instalarse en el cerebro el chip del compromiso y el convencimiento.
La imagen de Tapia entregándole a Ponzio la copa (como debió haber hecho tres meses atrás en ese mismo estadio y no quiso viajar) fue el moño perfecto para cerrar una noche de ensueño. Porque la vida es un búmeran, y ahora se la tuvo que dar mientras los jugadores del equipo de sus amores lo miraban en primera fila, tirados de dolor en pleno pasto. Disfrutemos mucho este triunfo orgásmico, porque lo merecemos. Veníamos masticando mucha mierda futbolística desde aquella noche fatídica en Lanús, y solamente un golpe de efecto como éste puede sacarnos del letargo.
Bienvenido al 2018, River. Te estábamos esperando. Y bienvenido al show del River del Muñeco, querido Apache. A vos también te estuvimos esperando en la cancha, pero nos abandonaste.
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