Siempre creí en el “amor a primera vista”. Soy de esos muchos que entienden que la química del amor existe. Creo que este River y el gol nunca sintieron esas mariposas en la panza, recíprocamente. River busca en los goles que se le niegan una mínima reciprocidad a su perseverancia y tenacidad. Pero todavía no logró seducirlo lo suficiente para que el arco se le entregue como una amante dichosa. Fue levemente superior a Vélez, tuvo más situaciones y mereció el triunfo. Y ayer, contra Arsenal, se repitió la historia: fue el que más y mejor buscó. Pero la red se le niega como el enamoramiento de un adolescente con la piba más linda del curso.
Debería tener un premio mayor, pero no. Parece que esa muchacha está empecinada en no arriesgarse. “Sólo hay sexo, si hay amor”, – parece decirle, cruelmente-. ¿Por qué es el fútbol sin goles? Un huevo duro sin sal. Una frutilla sin crema. Soso o ácido. Más allá de que nadie renuncia a sus convicciones de que el mejor gol es “el pase a la red” y que no nos olvidamos de analizar procesos y no resultados, esto es como el dinero. La felicidad no se compra, pero da tranquilidad.
Los goles y los puntos que inmerecidamente van quedando en el camino son monedas que se caen, que a ciencia cierta no se sabe si suman o restan. Así está River, buscando su identidad. Que adolece el crecimiento, que se lo ve bien encaminado, pero que todavía la realidad le pide más. Pasan los momentos donde se expone y se rebela tibiamente a su padre sobreprotector, pero no pasa nada. El noviazgo con el gol no aparece. Con Pavone o sin Pavone.
Ahora vendrán variantes nuevas. Caruso, Bordagaray y el olvidado Buonanotte. Lo cierto, es que viene quemando etapas. Pasó la etapa de “la ansiedad”, del riesgo de la eyaculación precoz. Hubo preocupación por creer que cual Pigmalión, que el autor se estaba enamorando de su propia obra. Pero quedan restos de inexperiencia que siguen presentes. Así y todo, en esos ratos que este River adolescente se muestra de empilchada madurez, ilusiona. Son signos responsables y momentos en que amaga el encantamiento. Hace todo lo que puede. Abre la cancha, triángula, va con Almeyda, con Román, con Díaz, con Acevedo, como en la última de la noche, cuando Campestrini cacheteó el triunfo millonario sacando una bola imposible.
Eleva su imagen con la clase de Lamela, la soltura de Lanzini, siempre y cuando éstos se puedan olvidar de la presión que los consume. Y es ahí cuando los experimentados como Almeyda queman los libretos y llegan al fondo. Como cuando Román se perdió el segundo en posición de nueve.
El equipo, que estaba dando imagen de solidez defensiva, paga en una contra frontal, casi inexplicable. Lo mismo que en esa pelota que Carrizo le tapa a Obolo cerca del final. Allí, todo se desmorona rápidamente. Y ahí, los pantalones largos y los bigotes vuelven a acortarse y nos hacemos lampiños. Saber aguantar el resultado también forma parte de las seguridades que enamoran a la muchacha.
Dificil, River, para analizarlo. Porque no deslumbra, es cierto, pero ya es hora de que ella crea que atrás de todo esto hay una historia, que este es no es el “perro verde” de la familia River Plate. Y que paga porque va de frente. Pero lejos está de ser infalible.
A veces, los hombres nos volvemos monótonos y repetitivos cuando caemos en la impotencia de la falta de señales. River expuso claramente su deseo. Buscó el triunfo, a veces como un pibe, pero siempre como hombre. Ingenuo de a ratos, lúcido en otros pasajes, pero sin renunciar al deseo. Manda mensajes de texto. Regalitos. Canciones que seducen, pero todo resulta insuficiente.
Parece que el futbol espera más todavía de él. ¿Busca más galantería o es más materialista? De seis puntos recogió uno. ¿A qué se debe esa traumática relación con el gol? Es solamente un capítulo más de lo absurdo y caprichoso de este juego. ¿O hay más? Cosa curiosa que las dos veces que se entregó, fueron en las últimas fechas y fueron producto de pelota parada. Un penal y un corner, replay del gol contra Boca, muy bien conectado por Maidana. Ironías que tiene la vida, ironías del futbol. El gol hoy se parece a ese amor imposible que todos soñamos alguna vez. El triunfo, una muchacha que espera todavía ver más brillo en nuestra mirada.
Por ahora no hay química, ésa es la cuestión. Solo en nuestros legionarios, como siempre , que no andan con vueltas. ¡River, River yo te quiero…! Lo nuestro, fue a primera vista.
Imagen: La Página Millonaria | Federico Peretti



