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El cyberquore del Di

El cyberquore del Di

pablo-desimone

Dale corazón de acero dejá de fallutear, vos que fuiste el motor de ese fanatismo infundado, de quienes como yo, nos quedamos con las ganas de ver en vivo, al primer “jugador total”. Vos que lo acompañaste fiel en todo su periplo triunfal. A vos que te escuchó temprano para dejarnos atragantados de frustración por no haber llegado a tiempo para ver volar al Di. Y te lo llevaste a Millonarios de Colombia y al Real Madrid, para que el viejo mundo sepa que ese chaval, incomparable, se hizo en las Inferiores de River.

Dale quore, entrega tu clave secreta, dame la contraseña de tu caja negra queremos ver algunas de las emociones que nos robaste. ¿ Me podrás contar cuando tomó clases al holandés Cruyff?. ¿Por qué tanta personalidad en la cancha y tanto perfil bajo afuera? Si todos sabemos que en Europa están Cruyff, Beckembauer, Charlton, Eusebio, pero antes que todos Di Stéfano?

Latí, sístole, diástole, no parés. Si tus paredes son tan majestuosas como las que armaron Alfredo y Puskas, va todo bien. Si tus cavidades son tan perfectas como los huecos que armaron en las defensas el River de la década del 40 ó los Merengues quíntuples campeones de Europa, ¿qué preocuparse? Si te intuban que sean con túneles como los que tiraste al lado de Báez, Pistola o Gento. Si la arritmia no cesa coreamos aquel rítmico “aserrín aserrán así baila el alemán”. Dale quore, ponele el pecho como tantas veces a la taba que viene de culo. Acordate las veces que le mandaste órdenes como esta a su voz: “Yo era toro en mi rodeo y torazo en rodeo ajeno. A los hinchas contrarios los amenazaba: ¡no me griten que es peor , eh…”.

Dale músculo tambor seguí batiendo el parche del Alemán. ¿O te olvidaste que no hay manera de medir las pulsaciones del vuelo de la Saeta? ¿De que el combustible famoso de su propulsión a chorro, era un torrente de sangre gringa mezclada con arrabal? Esa nafta excepcional de los hijos y nietos de inmigrantes. Dale “bobo”, que Alfredo tiene cuerda para rato. ¿Qué es un médico, un bisturí, un by pass más que la adrenalina desafiante que le despertaban aquellos que querían sepultarlo en la cancha? Entonces les decía, otra vez impulsado por tu bravura: “dame la dirección, así le digo a mi señora que me mande flores”.

¿De que obstrucción te hablan, de que arterias tapadas, si cuando el juego se enredaba vos trepabas por los cielos? Dale, dale que ya habrá tiempo para arbolar el firmamento de estrellas fugaces. ¡Che corazón! Traje una foto en blanco y negro, junto a Muñoz, Labruna, Moreno y Loustau, para ver si puedo ayudar. Imagino el viento ondulando sus rulos de oro. Parecen un campo de trigo medio escarpado. Su pera redondeada tiene una hendidura a lo Kirk Douglas, con la forma de un corazón dado vuelta. Y vos corazón, hoy desconcertado, aparecés vital desde el fondo de su mirada tintineante, agradecida, nostálgica. Y esos ojos lo primero que reflejan es la adoración por la vieja. ¿La que lo sobreprotegió para ser jugador? No, la que lo mimó.

Sueño que paso al quirófano. El electrocardiógrafo me da escalofríos y como si el cirujano ya hubiera hecho la primera incisión me asomo a las fotos y los documentos de sus primeros años. Me calzo los guantes y reviso ese tesoro escondido. Ahí están, Salmún Feijoó al 700, la calle, todavía adoquinada de la casa de Barracas. Las rejas, la bici de piñón fijo, la panadería de la esquina, la pelota de rugby ganada en un sorteo en el cine que todo los purretes le hicieron el aguante para que se la cambiaran por la primera de cuero.

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¿Le ponemos audio?. “Minellita, Minellita”, le gritaban cuando jugaba en la calle los laburantes que pasaban por allí. Las cosas de la vida. Después fue campeón en River con Minella como técnico. Y también están el viejo de Alfredo y su locura por la banda. Voy entendiendo. Boca ya era el gran enemigo.

Quizá por ello, por esa idealización que me transmitió mi viejo, no me alcancen esas lentas películas del reinado del Madrid, para mensurar su grandeza. Quizá porque se enamoró de River viviendo a una cuadra de la cancha de Boca. Quizás por eso corazón valiente, te pido que no aflojes. Resistí al cariño. Aguanta el afecto y el reconocimiento y que uno sabe que es mucho. Que zapateaste justo en un año que al viejo lo nombraron ciudadano ilustre, que inauguró el 1° Congreso Mundial de Directores Técnicos, que lleva su nombre, que vino a ver de nuevo un River-Boca .

Que inauguró escuelitas de futbol en barrios humildes, patrocinadas por el Real Madrid. Que recibió el premio “El mejor” en el programa de Quique Wolff. Y que se pasó de sobremesas con algunos que de esto entienden algo como el Flaco Menotti, Valdano, Basile, Cappa, Mostaza, Cocco, Poncini y hasta se reencontró con Juan Carlos Muñoz, compañero de La Máquina. Dale corazón, desabotoná tu envase de tul de novia nieve atravesado en terciopelo escarlata. Muchos años creí que era un cyborg vestido de futbolista. Un deportista escapado de una novela de Ray Bradbury que tenía corazón mecánico y el corazón en el cerebro. Me equivoqué, tenía el cerebro en el corazón. Es un duro más que bueno que el pan. Un pan de Dios envuelto en amianto, a lo sumo.

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Te enfermaste en el momento justo que los hombres se sienten más cerca de Dios. Te descargaste de tanto festejar la primera Copa del Mundo de España, tu patria adoptiva. Yo sé que hay muchos que no te perdonan aquella exclusión del Beto en la vuelta del 81 en Ferro. Gallego cascarrabias, para quien esto escribe aquello ya prescribió. Y al Beto, al final lo hizo más grande esa anécdota. Ese estilo que vos exportaste es tuyo por derecho propio y nuestro por genealogía. Ese que te hizo afirmar una y mil veces que el mejor futbol del mundo fue el de “La Máquina”. Decime corazón: ¿Cómo se hace para qué Alfredo pare de ofrecerte, abierto, amiguero, nostálgico? Si como el siempre afirmó: “River fue mi casa matriz”. ¿Qué esperabas acaso? ¡Dale, latí, Minellita!

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