El presidente de River salió a la cancha a respaldar al equipo en el momento más caliente y difícil de la noche. Lo que irritó a Arruabarrena, fue agradecido por el plantel y calificado positivamente por la mayoría de los socios e hinchas Millonarios.
El presidente de River salió a la cancha a respaldar al equipo en el momento más caliente y difícil de la noche. Lo que irritó a Arruabarrena, fue agradecido por el plantel y calificado positivamente por la mayoría de los socios e hinchas Millonarios.
Una Bombonera hostil. Jugadores heridos por un ataque cobarde. Un árbitro incompetente. Un veedor desaparecido. Policías desorientados. Jugadores rivales desprovistos de solidaridad. Médicos fuera del horizonte. Allegados sonriendo socarronamente… En medio de ese circo romano, emergieron las figuras de Rodolfo D’Onofrio y Matías Patanián al campo de juego para intentar dar contención a un plantel que estaba siendo sometido a un padecimiento inexplicable, injustificable.
Lo que para Arruabarrena y Orión fue un gesto de demagogia que los montó en cólera terminó siendo una de las actitudes más coherentes de la noche. Hasta ese momento, nadie había salido a respaldar al plantel Millonario, a solidarizarse con el padecimiento de 5 seres humanos agredidos brutalmente que sólo habían cometido el pecado de vestir una camiseta de otro color. Ante tamaña indiferencia, el presidente de River y su vicepresidente se vieron obligados a decir presente, a brindar su apoyo personal e institucional.
Criticada por algunos periodistas, la presencia de los directivos Millonarios terminó siendo aplaudida hasta por los dirigentes de la oposición. Anoche un grupo de hombres había ido a defender deportivamente los colores de nuestra institución y estaba siendo sometido a una inédita situación de violencia antes 50.000 tipos enfurecidos y una turba de desalmados, llámese árbitros, jugadores rivales, policías o dirigentes de la Conmebol. Alguien tenía que llevarles una voz de calma, aliento y seguridad. Y así sucedió.



