Aimar anunció su retiro y miles de opiniones volaron por los aires del “mundo River”. ¿Por qué no vino antes, cuando “estaba bien”? ¿Por qué no se queda al menos para jugar el torneo? Todos con la autoridad para juzgar a un hombre que hizo lo correcto, rompió los moldes y dijo su verdad.
El fútbol argentino, pasional como pocos, tiene un mandato en las tribunas que trasciende generaciones. Aquellos jugadores que salen de un club, padecen la obligación popular de retornar al club “que les dio la vida futbolística”.
Una obligación con voces a favor y en contra. No es el objetivo de esta nota pararse en un bando. Estarán los que tratarán de poner paños fríos a la discusión con la premisa de que “un jugador ya realizado, tiene que pensar en su familia, en el futuro de sus hijos, la comodidad de su mujer, etc.”, y estarán aquellos que mantienen la idea de que “tenés que volver, al menos un año, volvé a retirarte al club de tus amores”.
La realidad marca que Aimar fue uno de los señalados por varios hinchas de River Plate, cuando tomó la decisión de jugar en Malasia, como uno de esos “desagradecidos” (tal como sucede, para varios, con Andrés D’Alessandro hoy en día).
A fines del 2014, Pablito decidió volver a River. El hincha no pudo disimular la sonrisa. Detractores y defensores. Todos por igual, detrás de La Banda, y el sueño de ver al Payaso una vez más.
Aimar sorprendió. Y no fue como nos tenía acostumbrados, con una pelota. Fue ante los micrófonos. Reconoció que no había vuelto antes a River porque no estaba a la altura, su condición física no le permitía estar al nivel que El Más Grande merecía. ¿Y ahora sí?
No. Tampoco. Y él lo admitió desde un primer momento. Entrenando sin parar, operación de por medio, pinchazos, todo por su amor por los colores más lindos del mundo. Consciente de las barreras que le ponía su estado físico, Aimar lo intentó todo.
Volvió a vestir el manto sagrado en el Monumental. Disfrutamos, apenas unos minutos, su sonrisa con la pelota en sus pies y cuando todos nos estábamos ilusionando con verlo tirar paredes con Saviola, anunció su retiro.
“Estoy convencido de la decisión que tomé. Personalmente, no me hubiera incluido en la lista. No voy a mentir. Cuando era joven conviví con compañeros que no estaban para jugar. Ahora me tocó a mí”. Sinceridad extrema. Sinceridad que algunos hinchas de River no quieren escuchar.
“Quedate igual, jugá unos minutos en el torneo”, es el común denominador de varios. Entendible. El amor por el Millonario, desde la tribuna, es ciego. Ciego y respetable. Porque River es único. Pero justamente, esas son las premisas de Pablo César Aimar. River es demasiado grande, River merece lo mejor, y hoy, después de intentarlo, el cordobés admitió no estar a la altura.
El gesto de amor de dejar de vestir los colores más lindos de la Tierra para no contrarrestar o atentar contra los objetivos de River, es irreprochable. Pero también es injustificable para aquellos que no entienden de razón y se sumergen en la melancolía y realidad de que ya no podrán ver a Aimar con La Banda una vez más.
+ El día que Aimar hablaba de su ilusión:
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+ Las palabras de Aimar confirmando su retiro
+ El pedido de todos: