Picó al vacío luego de un pase de Ledesma al Torito en tres cuartos de cancha, sobre la izquierda del ataque de River. Fernando metió una asistencia de taco antológica. el Chori aceleró con toda su potencia, perseguido por dos o tres defensores que le querían cortar las piernas. La adelantó lo justo. Parecía que el arquero Griffo llegaba. Sin embargo, se le rompió el cuerito. Al más fino estilo Ortega, llegó antes y se la punteó cruzada como tantas veces lo vimos al jujeño en River. Domínguez le robó la pilcha al Burrito en una noche donde el clásico de Núñez -vaya a saber por qué- se mudó a San Juan, que por cierto, quedó muy agradecido de la visita del “Más Grande”.
River arrancó con un triunfo en la Copa Argentina, este nuevo ensayo de federalizar más aún el fútbol y le vino de perillas, porque le sirvió para salir cuanto antes de estas dos fechas sin victorias que empezaban a generar preocupación. Almeyda recurrió a un equipo alternativo, volvieron Vella, Arano, Ramiro Funes Mori, Ledesma, Affranchino y Vega. Pezzella debutaba. Estos dos últimos, junto al Mellizo, quizá fueron lo más destacado de la noche, desde lo individual y de cara al futuro. Una pena la lesión del central juvenil, que respondió a las expectativas que sobre él tiene el fútbol argentino todo. Hace años que se busca un zaguero central con nivel de selección. El arquero parece venir pidiendo pista y Funes Mori tiene una elegancia y un juego aéreo que pide volver a la titularidad. Arriba, es cierto. River trajo el ancho de espadas y el de bastos.
La gente de la provincia cuyana lo merecía. Sus encuentros marcaron el desequilibrio. Al Chori se lo nota cada vez más enchufado, y el Cave anda de nuevo con hambre de gol, aunque no se le dé. Es bueno, ya van a venir. Se lo vio un poquito apurado a la hora de definir, pero pasó a ser asistidor y demuestró que es “intocable” por su desdoblamiento de goleador y medio enganche. River se mostró compacto hasta la salida de Ledesma. Después se dejó apurar. Había manejado la pelota, sin sobresaltos y con esa presencia que le dan Cirigliano. y el Lobo -aún desde su lentitud- siempre con buen pie y sin esquivar la pierna fuerte.
El cambio por Ríos fue contraproducente. Le permitió al Dragón inclinar la cancha. Sin embargo, no les alcanzó ni con Nadal. Sin peligro, a fuerza de pelotazos que terminaron en centro muy mal ejecutados por un Ortega que terminó dándole la razón a quienes pensaban que su ciclo en River no tenía retorno. Suena duro, pero ayer pareció ser la despedida también de sus nostálgicos. Se entiende, Ortega es una bandera. Fue una gloria indiscutible y probablemente merezca un lugar en el club desde otro lugar. Sus innumerables goles de cucharita, picándola, cortando y limpiando gente serán irrepetibles e inolvidables. Pero los tiempos del futbolista son inexorables. Y Almeyda parece no haberse equivocado en su decisión de prescindir de él esta temporada.
Ayer, el Chori le robó la pilcha, la pinchó como aquella tarde lo hizo el Burrito contra Ferro o contra Irlanda jugando para la Selección. Nunca alcanzará la dimensión de ídolo que tuvo Ariel, que fue ovacionado, antes y después del partido. Porque solo queda decirle eternamente gracias. Su magia siempre estará presente. Forma parte de la “identidad” de esta casa, esa identidad que se debe recuperar para volver a salir del “ostracismo” de este 2011 terrorífico. Buen triunfo para aguardar el domingo a las 21.15, un horario absolutamente contranatura y pianta hincha. Como para tener en cuenta que contra Patronato no cabe ninguna caridad. Este año, basta de regalos, River, por Dios.



