El Mono abrió su corazón con La Página Millonaria. Asegura que el destino lo pondrá al frente del Más Grande, compartió detalles íntimos de su carrera futbolística y dejó en claro que el fútbol europeo no tiene muchas diferencias con el sudamericano. Mirá.

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“Hoy te saco antes de la escuela, me tenés que acompañar a ver el auto de un cliente”. Palabras mágicas para la vida de cualquier chico que en una misma frase recibe la noticia de irse antes del colegio y poder pasar un rato con su viejo. Lo que no me imaginé esa tarde, mientras estábamos en el Ford Escort destartalado de mi papá, es que después de subir a ese garage oscuro iba a aparecer el personaje que se comió la escena.

Así de nítido tengo el recuerdo de Germán Burgos. Gigantesco y a pura sonrisa, efusivo y gritón. Auténtico. “El Mono”. Mi viejo se tiró abajo de su Chevy negra a revisarla, él estaba atento como si le tocara una definición de penales contra Brasil. Fue justo después de que volviera del Mundial de Francia 98, nos regaló su buzo de Argentina y nos fuimos. Habrán sido siete minutos.

Pocas cosas se le hacen tan difíciles a este narrador como recordar momentos de la infancia, pero este es uno de los que se ganaron el mote de “excepción que confirman la regla”. Y tuve que buscarlo por todos lados, quería volver a charlar con él. Quería volver a la infancia por un rato.

-¿Cómo puede ser que la cabeza de un chico pueda inmortalizar escenas tan absurdas?

-Te voy a pasar un video que grabamos con mi banda en donde la protagonista es justamente mi Chevy negra. Ese coche representa un sueño para mí. Soy fanático de Chevrolet. Me pude dar el gusto de dar la vuelta en el Obelisco con él, River campeón, pude compartirlo con mi viejo y amigos. Fue extraordinario. Después me vine a vivir a España y un amigo me amenazó: ‘Ese coche tiene que estar andando, si no me lo vendés te cago a trompadas’, ja, no me quedó otra.

+ Esta canción es cantada por JAF, se iba a incluir en el quinto disco pero finalmente no ha sido incluida:

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De entrada se presenta la posibilidad del paralelismo, una herramienta que ayuda a cualquier periodista a llevar adelante su hilo en una historia. El “Mono” es eso: un coche que tiene que seguir andando. Es una persona cuya sensibilidad no permite distracción a la hora de compartir una charla. Abre sus puertas para hablar de todo, además de que solo se encarga de traer a River a la conversación. Porque si algo queda claro es que es una persona a la que hay que irle de frente y sin vueltas. Es de los que miran a los ojos y responden todo: “Lo importante es seguir, perseguir el hambre de victorias y cuando llegan las derrotas trabajar más”.

-¿Cómo empezaste a hacer música?

– Creo que cada uno de nosotros tiene un ‘ser musical’ que aflora o se esconde. Pero todos llevamos la cualidad de escuchar o hacer música, es solamente cuestión de aprender. En mi caso lo fui desarrollando desde muy temprano, participé en coros del colegio o de iglesias. Apenas me retiré del fútbol se me dio la oportunidad y lo hice casi cinco años profesionalmente. La relación del fútbol y la música es incompatible, porque el fútbol es de día y la música es totalmente nocturna. Pero encontré el amanecer, ja.

– Y el fútbol te vino a buscar desde muy chico…

– Empiezo a jugar a los siete años, me vieron en la calle y me llevaron directamente a jugar. Lo bueno fue que el primer campeonato que jugué ya salí campeón. Fue en un campeonato nacional que se hizo en Formosa, en el año 1980. Todas esas medallas forjaron mi personalidad desde muy temprano y fueron las señales que me iban diciendo que lo podía hacer. Así llega Carlos Griguol, que me quiere llevar a Ferro y ya me instalé en Buenos Aires… Fui saliendo campeón y pensando al mismo tiempo: ‘Che, esto es lo tuyo’.

Burgos sabe que es un ganador, pero lejos de colgarse la medalla de la soberbia, tiene una búsqueda constante que es su mayor aliado en esta profesión de altibajos: ir detrás del equilibro. Además, se le escapa el secreto de parte de sus logros, nos confiesa que existe una clase de seres humanos distinta a los demás:

“Disfruto todo lo que hago, pero vivo el presente. Eso hace que todo lo que realice tenga que llegar a un objetivo final que me deje a mí contento. Contento a nivel espiritual, emocional. Siempre estoy rodeado de gente que quiera. Que quiera no dejar de trabajar, que quiera seguir luchando, que quiera exponerse por el otro, que quiera tener empatía con los demás. Hay muchos sentimientos alrededor de fútbol que me movilizan un montón, pero siempre con los pies pegados a la Tierra, para no creerse mucho las cosas, ¿no?”.

-Contanos un poco de tu química de trabajo con el Cholo Simeone.

-Con el Cholo hace muchísimo tiempo que nos conocemos. Estuvimos juntos en dos Mundiales, la verdad que es un ser excepcional en todo sentido. Es un amigo y siempre es mejor trabajar con amigos. Creo que lo mejor que tiene es la capacidad de la conducción, de llevar a un grupo a creer en sí mismo y a tener éxito. Y lo que mejor hago yo, además de los aportes en lo futbolístico, es mantener el equilibrio emocional, tanto en el grupo como en él.

Mientras explica su postura sobre ese prejuicio latino de ver al fútbol europeo con un velo de superioridad, el ex jugador de River simplifica las cosas: “La diferencia entre el fútbol europeo y el sudamericano, o argentino en especial, no es tanta. No están muy lejos, es lo mismo: es una pelota, una cancha y dos arcos. Lo que lo cambia son solo sus folklores, cada país, cada provincia, cada uno aporta su sentimiento”.

-¿Te imaginás dirigiendo?, quizá River en algún momento te pueda llamar...

-Desde mis siete años estoy adentro de una cancha. Cuando sos entrenador estás un poquitito afuera, nada más. Es mi hábitat natural. Siempre dije que en algún momento voy a ir a dirigir a River, es un sueño que tengo y que seguramente voy a cumplir. No sé cuándo, pero es algo natural que termine dirigiéndolo algún día.

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