Maidana es ese jugador que no necesita explicación. Todos sabemos por qué nos duele su partida, todos sabemos los motivos por los cuales es quien es para todo River. Cuando pensamos en él se nos vienen a la cabeza cientos de razones por las que es ese jugador que todos queremos tener en el equipo.


Los jugadores vienen al club, hacen lo suyo y se van cuando la situación lo amerita. Todo aquel que vista el manto sagrado es bienvenido y depende de él dejar una marca en los hinchas. Eso hizo Jonatan Maidana, nos marcó el corazón a todos los riverplatenses.
Ese pibe de 25 años que llegó a Nuñez habiendo caminado por la otra vereda, y que pese a esas miradas de reojo que recibía a los pocos meses de haber llegado pone un cabezazo que deja claro en qué lugar se encontraba ahora.

Ese pibe que pasó por el infierno, que se quiso quedar para atravesarlo y, quizás sin imaginarlo, ser parte de la gloria eterna. Ese hombre que como un mago hacía desaparecer a los delanteros rivales. Ese caudillo que supo guiar a los nuevos, a los más inexpertos, que supo transmitir su experiencia pero sin opacar, sin pisotear, sino destacando las cualidades ajenas. Ese líder que supo ser muchas veces capitán sin cinta.

Maidana es ese jugador del que no te importa la edad, no te importa si en el último período estuvo en baja, querés que se quede para siempre. Querés la perpetuidad. Está tan arraigado a lo que es River que su partida provoca una desazón, molesta, irrita, hiere. Despedirse es afrontar el sonido del silencio, el vacío del lugar, y el recuerdo de lo que ya no va a pasar más.
Jonatan nos ha demostrado a todos nosotros una infinidad de veces que se pueden revertir las situaciones, que hay que dejar todo, y si no alcanza dejar más, y un poco más también.

Nos ha mostrado que estaba hecho para vestir estos colores, nuestros colores, los del hincha de River. Que usando el manto sagrado se actúa sólo de una forma: con valor. Que no hay lugar para los tibios y que si las cosas no salen como uno espera, la única manera de afrontarlo es siendo un hombre que le pone el pecho a la que venga.

Maidana es ese jugador que alguna vez tuve miedo de entrevistar, que cuando lo vi en vivo entendí un poco a los defensores rivales, pero que cuando habla le sale por los poros el respeto y la humildad. Una mezcla de valentía y timidez que se funden a la perfección. Una unión homogénea entre caudillo y soldado, que sabe ir al frente por instinto propio pero que también obedece y respeta a los que mandan. Una sonrisa y un punto de inflexión entre tanta muralla.


River está por encima de todo, incluso de sus jugadores, pero algunos lo componen de una manera tan esencial que la amargura frente a su partida es casi obligatoria. En lo personal me costará mucho no verlo más a Jonatan en nuestra casa, ni vistiendo nuestra camiseta. Me va a costar no verlo arengando al plantel y no sentir esa tranquilidad cada vez que lo veía en el campo de juego. Me cuesta no ser egoísta. River estará siempre agradecido por todo lo que nos diste, por tu perseverancia, por tu respeto, por tu valentía, por ser ese jugador que nos da orgullo tener en el plantel, por ser ese jugador que queremos siempre ver con nuestra camiseta.

Ahora le toca a River devolverte un poco de todo lo que le diste estos nueve años y desearte todo lo mejor en tu nuevo camino. Nos toca a todos los hinchas aceptar el fin de una etapa pero siempre recordar con alegría todo lo que nos dejaste.
Las despedidas son esos dolores dulces. Buenas cosas, Jonatan.