Alario atraviesa horas difíciles en lo personal para definir si continuará o no en River. La propuesta de China es completamente conmovedora desde el punto de vista económico. ¿Qué expuso su semblante? Muchas dudas.

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La personalidad que tiene dentro de la cancha es diferente a la que exhibe fuera del campo de juego. A los 24 años, Lucas Alario muestra la sencillez de un joven común. Sabe que es la pieza más importante que tiene River en la zona ofensiva. Pero de ninguna manera lo hará sentir jamás mediante su manera de manejarse puertas adentro ni a través de una declaración en los medios.

Hace varios meses que tenía dos entrevistas pendientes. Su voz era la más esperada durante estos días en el club de Núñez. Desde que se dio a conocer una oferta proveniente de China a cambio de una fortuna para todas las partes involucradas (18 millones de euros por la cláusula de rescisión a repartir entre River y Colón, una comisión enorme para su representante y un contrato de figura europea), su silencio aturdía. Era necesaria una pista.

Tan grande fue la expectativa en torno al Pipa que causó hasta el lanzamiento de una moneda al aire entre colegas -cual sorteo de un árbitro para optar por saque inicial o arco- para definir dónde daría su primer testimonio después de recibir la oferta. Luego, ante la demanda inexorable de los medios de comunicación, con el propio goleador como testigo de tamaña necesidad, hubo una rueda de prensa. Recibió más preguntas que centros durante un partido. Cada consulta fue un intento por obtener una respuesta determinante.

Sin embargo, a Lucas lo vi con dudas. Eligió cuidadosamente cada palabra, como si se tratara de una estrategia. Pero su semblante realmente dejaba al desnudo la incertidumbre que cosechó en cada oración, cada verbo. No parece una operación para mejorar su contrato o buscar otro tipo de beneficio. Atento al igual que lo hace dentro del área, observó en detalle la sala de prensa en Ezeiza, tal vez incómodo con el interés causado a su alrededor.

Respondió sin perder la paciencia. Sabía que se exponía a la búsqueda de indicios. Fue imposible conseguir uno concreto. A la hora de inclinarme por su futuro, me dio la sensación que es alguien que confía en sus condiciones para irse a Europa, sin la necesidad de creer que el tren pasa una sola vez en la vida, como expresó.

También, cuando le pude preguntar, me contestó que la opinión de su familia “pesa mucho”. Pero antes reconoció que la propuesta desde Asia lo seduce bastante en lo económico. ¿Qué vi? A un Lucas que íntimamente tiene una balanza inclinada para un lado, pero que la decisión realmente no la tiene tomada. Él sabe qué tiene mayor lugar en su pensamiento. Deberá conversar con sus padres tanto para demostrar si es capaz de mudarse a China como de rechazar una fortuna clase ABC1.

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