Otro partido más donde nos quedamos decepcionados y frustrados. Y me animo a decir que es mucho más por la forma de jugar que por el resultado. Por supuesto que un empate ante un equipo que viene haciendo una muy mala campaña como es Godoy Cruz, no sirve ni tampoco suma. Sin embargo no es este pobre empate en cero lo que nos deja mas preocupados. Lo que nos hace sentir frustrados es la imagen futbolística que entrega River.
River falló en Mendoza
Se volvió a jugar mal como en muchos tramos de esta Copa de la Liga. Lo de Independiente fue un paso hacia adelante por la victoria conseguida ante un rival dificil y porque habíamos observado algunos rasgos positivos de un equipo que parecía despertar. En Mendoza se volvió a dormir. Se retrocedió ese avance para nuevamente dejar muchas dudas tras 90 minutos de una actuación deslucida.
River tiene un serio problema de elaboración. Básicamente no tiene juego. Es un equipo que no conecta, no genera ni tampoco fluye. La mitad de cancha no funciona con ningún intérprete. No hay un sólo futbolista que logre destacarse o hacer algo distinto con el balón en sus pies. O lo que es más grave, no hay un solo volante capaz imprimirle al equipo una dinámica o velocidad que resulte decisiva para resolver el tramite de un partido.

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Solo hay volantes posicionales. Mas estáticos que movedizos. De poco recorrido físico y sin precisión con la pelota. Ya han jugado todos. Ninguno logró convencer. Apenas se puede destacar un segundo tiempo de Santiago Simón la fecha anterior, o el empuje de Giuliano Galoppo recostado por derecha (jugando por izquierda disminuyen sus aportes), las buenas sensaciones que dejó Matias Rojas en el ratito que le toco jugar y la expectativa que provocan los primeros minutos en el año de Pity Martinez. No mucho más. El resto parece tener una marcha menos y ser los responsables de darle al equipo un funcionamiento lento, previsible y errático.
Es cierto que este torneo es impresentable por donde se lo mire. Además de los 30 equipos en Primera y el discreto nivel de muchos de ellos, la AFA organizó y planificó un fixture imposible. El próximo domingo 16 de febrero River jugará contra Lanus. Si tenemos en cuenta que debutó el 25 de enero frente a Platense, comprobaremos que en apenas 23 días, River ya habrá disputado 6 fechas. Y lo mismo sucede con los demás. Un verdadero papelón que afecta claramente el rendimiento físico y futbolístico de cada uno de los equipos, pero mucho más en aquellos que pretenden adoptar una postura protagonica y ofensiva tratando de jugar bien. Hay jugadores lesionados y fundidos en todos los planteles. Se juega a temperaturas agobiantes y cada tres días. Prácticamente no hay períodos de recuperación ni de entrenamientos donde ensayar y trabajar lo necesario para mejorar. Se juega todos los días. Hay partidos a cada rato. Y lo que normalmente en un comienzo de temporada debería ser un calendario bien pensado, termina siendo un mamarracho organizativo.

El Pity Martínez fue muy autocrítico luego del empate en Mendoza: “Hay que demostrar”, dijo.
Obligado a mejorar, no hay excusas
Que quede claro que esto no corre como excusa pero tampoco es un elemento al cual desatender a la hora de buscar una explicación y comprender los motivos de porqué River juega mal. Casualidad o no, el mejor partido que disputó fue después de una semana completa de entrenamientos con dias de descansos incluidos. Por esto Marcelo Gallardo recurrió a la rotación masiva para este partido. Notó jugadores cansados y decidió poner aquellos que vió más frescos. ¿Tiene lógica? Si. ¿Funcionó? No. River fue agil apenas un ratito en el primer tiempo donde se lo vió bien parado en campo contrario, recuperando rápido y manejando bien la pelota. Ese ratito del que hablamos duró solo 15 minutos. No mas. Muy poco para el análisis global del partido completo.
Queda una vez más la sensación que cada rival que imponga un partido de roce físico y defienda con fuerza y firmeza terminará anulando las intenciones de River. Ya pasó con Platense, con Instituto y con San Lorenzo. Volvió a pasar con Godoy Cruz. La receta es la misma de siempre. Correr, meter y pelear. La intensidad de River no aparece y la imagen se vuelve débil en cada pelota dividida o en alguna maniobra individual de desequilibrio. Y ahí es donde se nota mas la falta de juego y de funcionamiento colectivo. Pará contrarrestar esos esquemas cerrados hay que mover rápido y con precisión la pelota. Eso no sucede. Pocas veces un jugador de River recibe un pase de un compañero en condiciones favorables de espacio y marca. Casi nunca hay combinaciones entre 3 o 4 jugadores para iniciar una acción colectiva que termine siendo peligrosa en el arco contrario. No se suman pases para adelante ni tampoco aparece ese filtrado que rompa algún cerrojo táctico. Todo eso es por la falta de precisión en velocidad. A River le cuesta con la pelota. No funciona el juego corto ni tampoco resulta el largo. Ayer en Mendoza hubo varias ocasiones en las que el lateral que trepa por el lado opuesto al que se inicia la jugada queda libre. Sin embargo nunca es efectivo el cambio de frente o el pase largo que lo involucre en la acción de ataque. No abundan los gambeteadores ni los rematadores de media distancia. Y tampoco es bueno el rebote o juego de espalda de los delanteros quienes suelen perder más de lo que ganan con sus marcas.

River no dio la talla de Mendoza y sigue sin darla de visitante en el torneo. Foto: @ClubGodoyCruz.
Por eso sale todo forzado. Todo es espeso. River está trabado de mitad de cancha hacia adelante y no puede imponer las condiciones que debería por la jerarquia de sus jugadores. Todo ataque es confuso, sin claridad ni soltura. Solo alcanza con ver la cara y los gestos de su entrenador durante los partidos para darse cuenta que a River todo le cuesta demasiado.





