Complementos es la palabra que decodifica a este River. Complementos en tiempos de trabajo y ejecución durante los partidos; complementos para mejorar niveles colectivos e individuales, complementos para tallar el estilo de juego hasta lograr una identidad realmente sólida; y también complementos en necesidades que todavía son evidentes.
El Más Grande empieza a dar sus primeros pasos hacia recursos esenciales para un plantel que pretende enfocarse en objetivos de relevancia como la Libertadores, pero también sigue recibiendo alertas para no engañarse, más con el nivel de jerarquía de algunos exponentes de la escena local. La victoria ante San Martín de San Juan ofreció más señales positivas que otras presentaciones y, a la vez, reforzó la preocupación de desperdiciar 45 minutos.
LOS COMPLEMENTOS Y LOS TIEMPOS
En la columna anterior expusimos el déficit del equipo en las etapas iniciales, no solo por su falta de eficacia, sino por concepto. El River que arranca los cotejos no desaprueba solamente la contundencia. La elaboración y las rutas de búsqueda también se tatuan en las columnas negativas y el argumento contra eso no puede anclar pura y exclusivamente en que el rival corre mucho o se defiende en bloques bajos porque, en tiempos de trabajo iguales y con menor materia prima a disposición, hay otros que juegan mejor.
Por el contrario, el Millo mejora su imagen en los complementos, ya sea por ajustes tácticos y estratégicos de Gallardo, por sustentabilidad física o por el bonus que deriva de la necesidad de ganar y la exigencia de llamarse River: la ambición, animarse a más. Arriesgar no es solamente dónde te parás en el campo de juego. Arriesgar es, también, no sacarte la pelota de encima y no creer que saltar líneas es el único atajo al área rival. Arriesgar también es gambetear, tirar una pared, probar de media distancia, moverse a favor del pase, desmarcarse y no caer el 80% de las veces en el facilismo y la tentación del centro.

Foto: Prensa River.
River no ha facturado en primeros tiempos en lo que va del certamen. Integra el club junto a Vélez (último en la tabla general de la zona B), Unión y Aldosivi (los dos peores de la Zona A) y Sarmiento. Vale la pena preguntarse por las causas. El Millo es el conjunto (de los 30 del torneo) que menos chances claras de gol genera por porcentaje de posesión, si tomamos como referencia las etapas iniciales. Por ende, el problema conjuga los verbos construir y ejecutar. No se trata solamente del adversario y de la intensidad del fútbol argentino, sino de que el Más Grande, varias veces, empieza la búsqueda del tesoro en el sentido contrario o con la mitad del mapa. Una vez concluido el primer tiempo, parece hallar el complemento en el vestuario, con Gallardo modificando y bajando línea. Y no es magia: es acierto del DT, como también hay influencia de su parte en no saber abrir candados al principio.
Surge otro dato interesante: si tomamos en cuenta a los equipos que están en el Top 5 de cada zona, River es el que más pelotazos intenta en los primeros tiempos por nivel de posesión y también el que más centros lanza. Otro respaldo a que el equipo ofrece pocas variantes y carece de atrevimiento y determinadas características en el lapso de tiempo analizado, potenciando las telarañas rivales.
Los demás están frescos y se multiplican, pero River juega poco. Cuando Gallardo activa los planes alternativos, ya sea por nombres o por ideas, el equipo se anima más y se vuelve más lógico, más natural, más River, más River de Gallardo. Y eso, hoy por hoy, no es una nimiedad, sino un activo de calidad.
El cuadro de situación cambia exponencialmente en los complementos. River es el mejor de todos en los segundos tiempos en cuanto a puntos obtenidos. Ostenta casi el 81% de eficacia. Mejora sus patrones en cuanto a chances claras creadas por nivel de posesión, goles, acumulación de pases y otros rasgos del juego. Pisa el área rival con más gente.
Por si fuera poco, sostiene su valla invicta. El River de los segundos tiempos se conecta con un nivel de juego integral más acorde a las exigencias y a la balanza de poder contra rivales reforzados en ferias de segunda selección, pero también contra los que pueden discutirle la chapa de candidato, caso Independiente.

Foto: Prensa River.
A eso, le suma concentración y determinación. Cuatro de los siete goles se marcaron después de los 30 minutos del ST. Tres de esos cuatro se concretaron entre los 42 de la etapa complementaria y el tiempo adicionado al reglamentario.
Suena exagerado decir que se trata del día y la noche, pero el contraste es claro. En los primeros parece un equipo rígido, de metegol, sin asociaciones, que se repite en sus maneras. Un equipo sin espacio para la intuición y las sociedades, como si creyera que todo se trata de una batallita naval hasta encontrar el casillero que hunde al rival y con tramos dignos de autitos chocadores, como ayer resultó con Tapia. River, en los primeros tiempos, suele congestionar sus propios caminos, ya sea por tirar pelotazos sin sentido o empantanarse en el otro extremo: anunciar todo.
En los segundos ya amanece con otra fluidez de juego. No se corresponde solamente con que el adversario corrió detrás de la pelota y puede estar con menos capacidad física. Hay más variantes, porque Gallardo las diseña y también porque cambian nombres y esos nombres se relacionan mejor entre sí y con la idea de juego… Es un equipo con más virtudes y menos vicios. Más natural.
LOS COMPLEMENTOS Y EL JUEGO
A la identidad de un equipo la define mucho más el funcionamiento que los resultados. Las victorias, muchas veces, son maquillaje. Obviamente, es mejor corregir ganando y la confianza es un combustible imposible de ignorar. En un escenario ideal, conviven ganar, golear y gustar, pero hay otro combo que es muy saludable: el esfuerzo no se negocia, pero el juego tampoco. Y no se trata de morir de lirismo, sino de no creer que ante los rivales que corren mucho solamente hay que correr más. Hay que correr más y también jugar más. De lo contrario, no alcanza.

Enzo Pérez fue una de las figuras en San Juan. Foto: San Martin SJ.
Una gran acuarela de “peros” son entendibles y respetables: el calendario comprimido por el Mundial de Clubes, el estado de varios terrenos de juego (y la treta de no regarlos cuando están bien), y la cultura arbitral argenta de legalizar más allá del roce y no adicionar lo suficiente. Esos ítems conforman una suerte de Triángulo de las Bermudas para hallar el buen juego y Gallardo hace bien en remarcarlos, pero también hablemos de empatía futbolera. De sociedades, de características.
San Martín de San Juan hizo algo muy interesante en el primer tiempo: le negó (cuando pudo) el pique sin pelota a Montiel. El lateral no acudía a enfrentarlo. Le decía: dominame por capacidad técnica más que por potencia física. Prefería que Montiel recibiera y no que escalara sin pelota, característica que lo que vuelve a Gonzalo el futbolista más profundo de River. Lo obligaba a lanzar el centro hacia adelante y le cerraba el sendero para perforar hasta el fondo y buscar la llegada de los volantes y delanteros al punto penal.
Ahí es cuando entran a jugar las características. Ante ese escenario, no todas las soluciones tienen que llegar desde afuera, desde el DT. Debe existir lectura de juego, rebeldía desde adentro. Simón tuvo no menos de 5 ocasiones en las cuales la jugada le pedía cerrarse y llegar al punto penal para sumar gente ante los centros de Montiel, pero terminaba las maniobras detrás del lateral, aún cuando el equipo quedaba bien parado ante probables contras rivales, ya que Martínez Quarta, Enzo Pérez y Paulo Díaz, más el retroceso de Casco, creaban supremacía númerica ante un pelotazo.
La distribución del mediocampo también conspiraba. Meza se perdía en un híbrido entre interior y enlace y no había juego por el eje. A veces, los dos puntas retrocedían y ninguno marcaba el pase. San Martín no cambió en el ST, pero sí lo hizo River. Borja representaba un nivel de atención mayor para los centrales, que ya no se sentían cómodos saliendo a la par como ante Colido y Tapia, cuando los delanteros de River coincidían en pocos metros. La combinación entre Driussi y el colombiano le dio más presencia al equipo y Sebastián entendió más y mejor los movimientos de Montiel. El ex Austin le ofrece a River una sensibilidad en el manejo de la pelota de la cual Tapia carece y se crean circuitos en corto.
Meza creció porque el “Pity” asumió un rol más organizador y se vieron pequeñas sociedades entre los dos. Martínez jugó grandes pasajes del primer tiempo muy pegado a la raya y casi todas las comunicaciones futboleras con Meza fueron anunciadas, forzadas y sin valor agregado, con Gonzalo debiendo ganar duelos ante más de un rival, que se escalonaba para marcarlo.
En el ST, también mejoró Enzo Pérez. Las variantes posicionales de Meza, Pity y los rasgos futboleros de Driussi le ofrecián más canales de pase y a distintas alturas. Al juego no solo lo define el estadio físico o la intención del rival, sino los ínterpretes propios ante lo que quiere hacer el contrario. Y River estaba mucho mejor preparado en el ST, en todo sentido. Y no es la primera vez que pasa en el torneo, sino más bien es el patrón.
El gol siempre trae beneficios porque saca de eje al que va perdiendo y desnuda aún más sus falencias, pero River potenció ese beneficio cuando ingresó Mastantuono. El mediocampo se había llenado de buen pie y el equipo comenzó a defenderse con la pelota, a tocar con criterio, a juntarse. No sufrió y siempre estuvo más cerca el 2-0 que el empate rival. El volumen de juego fue otro. No lo va a poder hacer siempre y está claro, pero deberia intentarlo tantas veces como sea posible, especialmente ante rivales que supera claramente en calidad.
Meza jugó un buen rato en su vieja función de “8” y se comunicó mejor con Montiel de lo que lo había hecho Simón. River desplegó tres conductores en su mediocampo y no sufrió porque fue corto entre líneas. Si es cierto que por su andar en los últimos años, el ex Independiente mostró una clara tendencia a cerrarse hacia la izquierda en el retroceso y su espalda quedaba descubierta. Será algo a trabajar.
Las señales del segundo tiempo fueron positivas no solo por eficacia, sino por lógica y atrevimiento. El tiempo de trabajo durante la semana no es el ideal, pero, para ofrecer una referencia, en Brasil se empezó a jugar el 6 de enero y hay equipos con el doble de partidos que los del torneo argentino. Son las reglas del juego.
Este River de Gallardo, con una cara al inicio y otra en los complementos, mantiene una característica a lo largo de todos los partidos, salvo algún cotejo aislado, y es la solidez defensiva. Recibió apenas un tanto en todo el torneo. Y eso es muy valorable porque no existe equipo que gane la Libertadores con una última línea endeble. Hay señales positivas, no garantías, pero no deja de ser una buena noticia. En los complementos, River suele agrupar más jugadores que hablan el idioma del buen juego.
LOS COMPLEMENTOS Y LAS NECESIDADES (LO QUE FALTA)
La novela de Castaño parece haber entrado en su recta final. Se trata de un futbolista inteligente y con personalidad. Enzo Pérez exigirá su físico lo que corresponda y no será exprimido sin sentido ¿Qué necesita River si el mercado se cierra con el colombiano? Crecimiento a través de la competencia interna. Será innegociable. Las esperanzas radicarán en que Mastantuono sea más determinante a una mayor frecuencia, que Pity pueda combinar su nivel, su inteligencia y atrevimiento con la resistencia física, que el entrenador encuentre las sociedades de buen pie a través de las pistas que ofrecen los partidos, que los mediocampistas, de una vez por todas, empiecen a mejorar su cuota goleadora.
Más allá del buen nivel de Casco, sigo creyendo que River precisa de un lateral izquierdo que imite lo que hace Montiel del otro lado, o al menos lo intente. También de un jugador que marque la diferencia en el mediocampo. Y, especialmente, el equipo necesita que el entrenador pueda confiar seriamente en todo el plantel cuando realice rotaciones amplias. Para poner un ejemplo: será fundamental que jugadores como Bustos den un salto de calidad para no tener que explotar todos los partidos a baluartes como Montiel. Gonzalo, cada vez más jugador y más importante, también necesitará licencias.
Irónicamente, hoy River encuentra sus principios futboleros al final de los partidos. Ojalá, prontamente, hablemos de un equipo integral, que juega bien la mayor parte de los encuentros.