Si un escritor quisiese buscar inspiración para escribir algunos capítulos de una novela futbolera y de vida, tranquilamente podría apoyarse en las insólitas decisiones de Conmebol. Es que la casa madre del fútbol sudamericano se desdice minuto a minuto y fue protagonista de varios idas y vueltas que finalizaron en una doble postergación de la final de Copa Libertadores.
Por empezar, y tras las agresiones al micro de Boca que derivaron en daños hacia los futbolistas del Xeneize, los médicos de Conmebol emitieron un comunicado en el que aseguraban no poder constatar las lesiones oculares de Pablo Pérez y Lamardo (y a su vez, explicando que no había motivos médicos para suspender la final).
Ya con el encuentro suspendido, Alejandro Domínguez convocó a Rodolfo D’Onofrio y Daniel Angelici a firmar un pacto de caballeros en el que auguraban disputar la jornada superclásica en igualdad de condiciones el día domingo. Como esto no ocurrió (era de esperarse que no ocurriese) se decidió volver a postergar el encuentro 24 horas después con el Monumental nuevamente abierto y con los hinchas una vez más presentes.