No es todo color de rosas en Nuñez por estas horas. A pesar del campeonato obtenido hace pocas semanas, River atraviesa una tormenta con mucha turbulencia que se está haciendo sentir muy fuerte, sobre todo en los hinchas. Los malos resultados, desencadenados por la eliminación en octavos de Libertadores, la falta de reacción y de actitud (en especial en el partido con Vélez) pintan un panorama oscuro de cara a lo que se viene, contrariamente a lo que se esperaba.
La autocrítica de Martín Demichelis en conferencia de prensa, haciendo mención al peor partido de su ciclo en Liniers, no fue suficiente para calmar las aguas. Y es que cuando internamente la cosa no está funcionando del todo bien, es difícil que para el afuera se pueda mostrar algo completamente opuesto. Por eso la realidad y la información marcan que la relación entre el técnico y los referentes no está siendo la mejor.
Demasiadas filtraciones en el último tiempo, acerca de posibles decisiones de reducción de plantel para el 2024, entre otros temas, llevaron a que la situación se torne algo tensa en el Más Grande y que se genere un mal clima, para algunos innecesario, pese a los recientes golpazos a nivel futbolístico (Libertadores y Copa Argentina), para otros previsible, pero al fin y al cabo real.
Encabezar un plantel profesional no solo requiere de capacidad para tomar decisiones futbolísticas a lo largo de 90 minutos, sino también de cabeza, espalda y muñeca para saber administrar egos y humores dentro de un vestuario compuesto por referentes y jóvenes. Tantos cambios de un partido a otro en el último tiempo provocaron cierta molestia en el plantel de River y por eso los resultados, entre otros motivos, están bastante lejos de ser los ideales.
La tensión con los líderes
Referentes que parecían ser bandera que hoy son suplentes o alternan, como Nacho Fernández y Milton Casco, sumado a algunas apariciones (y desapariciones) drásticas en el equipo como las de Miguel Borja, Robert Rojas (con tirón de orejas incluído por dichos de su representante), entre otros, desembocaron en la aparición de sentimientos en los futbolistas que hace rato no se experimentaban por Udaondo y Figueroa Alcorta: bronca, indignación, recelo.
Se generó una confusión y un malestar, potenciado también por ciertas declaraciones de Demichelis, que solo puede ser solucionada por los propios protagonistas, empezando por el director técnico y capitán de este nuevo barco que zarpó a principios de 2023 en búsqueda de nuevos objetivos y está encontrando varios icebergs en el camino, más de los deseados.
Se avecinan partidos calientes, como el superclásico ante Boca en La Bombonera en el mes de octubre, en los cuales River está obligado a estar a la altura. En un club tan grande, la evaluación a quienes conducen al plantel profesional es constante, trasciende nombres, trayectorias y pasados y Martín Demichelis lo sabe. Las nubes están sobre las cabezas de todos y deben disiparse pronto. Los que conducen al equipo tienen que tomar el control para mejorar el clima y que no se torne en una tormenta imposible de manejar.