Hay un proverbio chino que dice que a las seis de la mañana, si tiene dientes, mejor. Las expectativas son altas al llegar al bolichín: el pelo está arreglado, la camisa tiene un número respetable de botones abrochados, aliento a menta y eucalipto, como Antonio Banderas en las publicidades de perfume. Sonreís y sentís que el mundo va a estar a tus pies. El pibe llega y arranca por la más linda. La saca a bailar, le guiña los ojos un par de veces, le comparte un trago. No hay éxito. Bueno, mala suerte. Toma un trago. Intentemos -piensa- con la que sigue en la escala de valores del lugar según el canon de belleza de los boliches, que es meramente físico desde ya. Buen baile, el pibe le mete actitud, pero tropieza en las preguntas de rutina: pregunta por su signo, como si le interesara, subestima a la nena, “sos la más linda del lugar”. Fracasa, por supuesto que fracasa. Toma otro trago. Se diluye su umbral de exigencia. Vuelve a fracasar. Se toma otro trago, se lo vuelca encima. Va a mear, se mira al espejo, el pelo es ahora un nido de pájaros, está transpirado, la camisa abierta, manchada, aliento a alcohol: todo está perdido. Son las seis de la mañana y, como en un sketch de Capusotto que me hace reír mucho, hace una ruin performance de guitarra imaginaria como arma de seducción concluyente. Supongo que el proverbio chino está pensado para ese tipo de hombre medio.
Este mercado de pases me hace acordar un poco a eso. Siento que son las seis a eme y lo veo a River rascando el fondo de olla. Me hace mal. Me hace mal porque ya lo viví hace algunos años, no tantos. Nos rebotan todas las minas. Entiendo que las cosas cambiaron; que antes, en los viejos tiempos felices, ibas a buscar al diez de Banfield y lo tenías en medio segundo. Que a Europa sólo podían vender River y Boca y que, entonces, era inevitable llevarse a dedo al jugador que quisiera el técnico de turno. La coyuntura es otra, pero falta un poco de imaginación. Hace más de un año Barovero avisó que no seguía en River. Más de un año para encontrarle un reemplazo de nivel. Sonaron Chiquito Romero, Rulli, Marchesín, Guzmán, Andújar, Muslera, Armani, las más lindas del boliche: terminó llegando el Beto Bologna, que quedó libre en Gimnasia a los 34 años, con varias lesiones a cuestas, más goles en contra que partidos jugados en la última temporada. No tengo nada contra él, y ojalá la rompa, pero siento que ya estamos con la camisa manchada de birra, empezando a hacer el solo imaginario de Capusotto, que si tiene dientes muchísimo mejor. O si puede correr, en tal caso. Porque River también compró a un jugador que, durante su revisión médica, dijo “pará, mirá que no puedo correr”, que tiene una lesión en el pie y otra en su rodilla. No sólo lo compró: River pagará tres millones y medio de dólares por Lollo, que a priori parece un central de nivel como para jugar en River, pero que, claro, para jugar debería poder correr antes y eso hoy no está del todo garantizado. Y aquí creo que hay un problema de negociación evidente, pero también entiendo que los dirigentes del club intentan traer refuerzos sobre una lista acotadísima de jugadores que le entregó el cuerpo técnico. Y entiendo, además, que el resto de los clubes lo saben y se aprovechan de eso: la novela por un tal Salazar, lateral derecho de Rosario Central, es un buen ejemplo, teniendo en cuenta que River ofrece una cifra que está por encima de la cláusula de rescisión del pibe. No todos los hinchas lo entienden. Y tal vez esté bien: porque esto es River, no importa cómo, hay que resolver las cosas, cómo puede ser que hubo un mes y medio como para traer refuerzos y River arrancará este lunes su tercera semana de pretemporada con un jugador que no puede entrenarse y un arquero suplente como únicas novedades. A la gente le duele y el contexto no ayuda. No ayuda un último año de mediocre hacia abajo en resultados y rendimiento, no ayuda que Boca compre a prácticamente todos los jugadores que se le antoja y con muchísimas facilidades, tampoco que ganen la Copa (felicitaciones), y menos que, en medio de un mercado aciago, se haya filtrado un contrato de Enzo que personalmente hubiera preferido no ver, porque es feo descubrir el detrás de escena de cualquier superhéroe.
Mi esperanza, a esta altura, es Marcelo Gallardo. Y es una esperanza basada en hechos reales. En el arranque de su ciclo, el panorama no era el actual porque River acababa de ser campeón, pero tampoco distaba demasiado: se habían ido jugadores clave, muchos pibes todavía no eran lo que son hoy, sólo llegaban Pisculichi y Chiarini y se olfateaba un semestre de transición. Pero el tipo hizo magia. Deberá hacerlo de nuevo. Y si eso no ocurre, no habrá mucho para exigirle después de un mercado de pases que frenó su reloj a las seis de la mañana.
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