El campeón de América sufrió demasiado en Brasil, donde cayó 1-2 frente a Chapecoense. A pesar de eso, ganó la serie, nuevamente sin recurrir al gol de visitante ni a una definición por penales. Aunque deberá mejorar porque concedió facilidades muy alarmantes.

River estuvo completamente desconocido. Logró su objetivo. Pasó a semifinales. Espera por Sportivo Luqueño o Huracán, que depende de lo que ocurra este jueves ante Independiente. Sin embargo, dejó una imagen demasiado preocupante. Tuvo diversas grietas. Fue un equipo largo, frágil, especialmente después del segundo gol brasileño. La pasó mal como pocas veces desde la llegada de Marcelo Gallardo. Aun así, mantiene su excelente récord en copas internacionales.

Los primeros minutos fueron buenos. El Millonario asumió protagonismo, lejos de cualquier tipo de especulación, a pesar de tener la posibilidad de hacerlo. Salió a buscar el gol que le permitiera aumentar la ventaja en el resultado global para manejar el partido a su antojo. Contó con dos posibilidades, ambas en el pie izquierdo de Leonardo Pisculichi, la figura: un tiro libre apenas desviado y un remate que también se fue cerca.

La reacción local fue letal: un centro desde la izquierda desnudó varios errores individuales en una misma acción, al igual que en la ida. Cabezazo de Bruno Rangel y 0-1. Inesperado. Gabriel Mercado perdió en su costado, la estatura de Milton Casco quedó expuesta y la suerte no estuvo del lado de Eder Álvarez Balanta porque la pelota se desvió en él. Como si fuera poco, en otra jugada podría haber sido expulsado, pero el árbitro Julio Bascuñán no interpretó infracción.

El principal problema, amén de la caída parcial, era la dificultad para tener la pelota. Leonardo Ponzio cumplió una tarea eficiente, a diferencia de un Matías Kranevitter desconocido. Pisculichi despertaba entusiasmo en cada participación, mientras que River arriba carecía de suficiente peso ofensivo hasta que el autor del golazo inolvidable frente a Boca, en la Copa Sudamericana anterior, frotó la lámpara y encontró la cabeza de Carlos Sánchez. ¡Cuánto se lo va a extrañar!

Gracias a ese gol agónico, cuando restaban segundos para que se terminara el tiempo agregado por el juez, River pudo irse en paz al descanso. Tal como sucedió durante el principio de la etapa inicial, comenzó de forma positiva el período restante. Duró poco porque Rangel, otra vez, vulneró a Marcelo Barovero. Álvarez Balanta falló arriba y el delantero definió debajo del arco. A partir de ahí, el panorama se oscureció seriamente para El Más Grande porque perdió la brújula.

A River le costaba horrores tener el balón. La entrada de Tabaré Viudez brindó alivio por momentos. Rodrigo Mora no daba abasto. Sebastián Driussi aparecía en cuentagotas. Entonces, Chapecoense aceleró. Se dio cuenta que era posible igualar la serie. Trapito, sin convicción para salir, excepto en el último envío aéreo de la noche, evitó que otro cabezazo de Rangel derrumbara la clasificación. El travesaño también le hizo un guiño después. ¿La defensa? Mal colectivamente.

Emanuel Mammana tampoco estuvo a tono. Jonatan Maidana cumplió con su parte y la de los demás. Cada centro provocaba zozobras. Una preocupación tras otra. River la pasó mal de verdad. Exhibió falta de nafta para aprovechar algún contragolpe. Pero logró su meta. Está en semifinales. Sigue siendo invencible en los mano a mano internacionales. Eso de ninguna manera quita que debe mejorar. Urgente. La solidez de otras épocas brilla por su ausencia. Continúa de pie y sueña con un nuevo trofeo. Ése es el mayor incentivo para corregir errores. ¡Dale, campeón!

+ El gol de Carlos Sánchez:

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+ PUNTAJES: la calificación de cada jugador de River frente a Chapecoense

+ VENTA DE ENTRADAS: ya están disponibles los tickets para la semifinal del miércoles

+ GALLARDO: el análisis del técnico de River sobre la serie frente al rival brasileño

+ RÉCORD: Sánchez, entre los máximos goleadores extranjeros de River