Cada 8 de diciembre millones de pequeños entusiastas arman el arbolito y le escriben a Papá Noel. Yo dejé de ser un niño hace rato, pero desde hace mucho tiempo tengo a un destinatario fijo para suplicarle mis deseos durante esta fecha, y se trata por supuesto del que sea el técnico de River en ese momento. Él sabe que no le voy a pedir ni la última camiseta del equipo, ni la consola de videojuegos que está rompiendo el mercado, ni una bicicleta, ni un balde de soldaditos, ni un muñeco de algún superhéroe. Por supuesto que nada de eso. La carta versión 2016 para el petiso, bravo y ganador que maneja nuestro barco tiene dos demandas puntuales, claras y concisas.

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Querido Papá Muñe:

No me olvido que las últimas dos Navidades que me hiciste pasar fueron inolvidables. La primera, festejando una copa después de tantos años, y con una yapa de ensueño en semifinales. La segunda, ni más ni menos que después de hacernos viajar a Japón dos veces en un mismo año, con toda la gloria de América encima y provocando el más supremo de los abandonos. Siempre te voy a estar agradecido por todo aquello y por las ocho finales conseguidas, pero conocés mejor que nadie a los hinchas del Más Grande y sabés que nacimos en una cuna decorada de insaciable exigencia en busca de todo título que se nos pueda cruzar por delante. Porque vos sos uno más de nosotros, Papá Muñe. Recorriste miles de veces cada rincón de nuestra casa, y tenés bien en claro lo que voy a pedirte.

Quiero que le ganes a Guillermo el domingo, Papá Muñe. Quiero verlo de principio a fin con esa cara de traste que tan bien describió nuestro gran humorista Daniel Osvaldo en un programa televisivo hace unos días. Quiero que Carlitos y su pandilla sigan sumando fracasos y miserias cuando se cruzan con nosotros. Quiero que los 11 más los suplentes que entren a la cancha con la banda roja cruzada no regalen ni media dosis de ambición y protagonismo. Quiero un Monumental vestido de fiesta durante toda la tarde, y que la celebración se estire hasta que empiece la bendita rutina del lunes. Y, si es posible, que algún gol sea de ese pibe tocado por la varita mágica llamado Alario, que todavía no pudo embocarlos. Porque se está haciendo esperar mucho esa victoria contra ellos en torneos locales, y me parece que estamos ante la oportunidad justa para saldarnos esa deuda personal.

Y también necesito levantar la Copa Argentina, Papá Muñe. Ésa que a mitad de año todos la tomaban como una Champions y se desvivían por lograrla para volver a la Libertadores. Deseo volver a pasear por todo el continente con tu inteligencia suprema. Imploro para que una vez más aparezca esa capacidad que tienen tus equipos para plantarse en los partidos decisivos, aunque las dosis de fútbol lamentablemente las veamos a cuentagotas. Porque sería muy cuesta arriba para nuestras almas arrancar el 2017 sabiendo que nunca jugaremos dos veces por semana como a vos y a nosotros nos gusta. Ansiamos otra temporada de muchos frentes por conquistar, para que podamos respirar con el pecho inflado de orgullo y competitividad.

Recuerdo que en el 2014 pusiste muchos juveniles en Avellaneda para priorizar un clásico y después jugar una final copera. Perdimos 1-0 con Racing, y la apuesta a la larga terminó dando sus frutos. En el 2016 viene pasando lo mismo. Pibes en cancha de Independiente, idéntico resultado, y se vienen a la vuelta de la esquina un mano a mano contra ellos y otra final. Sólo te pido que te vuelvas a copiar a vos mismo en tus éxitos, como ya demostraste que sos capaz de hacer en tu carrera como técnico.

El “vamos por más” siempre fue una de tus frases de cabecera, Papá Muñe. Ojalá dentro de una semana nos hayas llevado otra vez a disfrutar una Nochebuena llena de regalos para nuestros corazones que recordaremos para toda la vida.

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