River, lejos de la conducción actual de la AFA y otros ámbitos de mayor poder, tendrá que redoblar esfuerzos para ser exitoso, especialmente el próximo 14 de marzo. ¿Por qué es razonable el sentimiento de perjuicio? La Página Millonaria te invita a repasar razones que no resisten discusión.

“Nos van a inclinar la cancha”. La frase nació en una reunión de Comisión Directiva, unas semanas antes de las elecciones en River. Rodolfo D’Onofrio, preocupado por la situación que veía venir, advirtió que cada vez iba a ser más difícil para su club retomar el camino del protagonismo logrado desde el año 2014. Esas palabras, con algunas diferencias, fueron pronunciadas nuevamente de forma pública por el presidente de la institución de Núñez, enfrentado políticamente con Daniel Angelici, vicepresidente primero de la AFA, y en la vereda opuesta a Mauricio Macri, expresidente de Boca y fanático al punto de obsequiar esos colores en cada recepción que hace desde su rol de presidente de la Nación, un detalle nomás.

Marcelo Gallardo, quien nunca se caracterizó por condicionar a los árbitros ni utilizar los micrófonos para hacer reproches enérgicos, se cansó. Cuando avisó que “hay que tener la guardia alta” fue por algo. No ve fantasmas ni tiene tendencia a la victimización. Ve lo mismo que todos aquellos que poseen conocimientos políticos en Núñez: desde que Macri, Claudio “Chiqui” Tapia y Angelici coincidieron en sectores de gran poder, River tiene la vara muy alta. Mientras en el Millonario deben redoblar esfuerzos -por supuesto que el equipo debe mejorar futbolísticamente, eso sí es culpa propia-, en la verada opuesta rara vez conocen lo que es un perjuicio, un arbitraje que no otorga un penal claro, que no detecta un offside evidente y que, como si fuera poco, sanciona una intención de pase inexistente.

Es demasiado. Los errores naturales en cantidad suelen ser distribuidos, no todos para el mismo lado, como sucedió en la famosa final de Boca-Rosario Central o como ocurrió ayer en el estadio Monumental. San Lorenzo, casualmente aliado político de River en las espantosas elecciones presidenciales de la AFA, también tuvo la cancha inclinada hace apenas 15 días. No hace falta recordar quién fue el rival de turno, ¿verdad? Así está la situación del fútbol argentino. Y si alguien quiere pensar que existe una enorme desgracia, lo invitamos a recordar que Tapia, horas después del escándalo en el Nuevo Gasómetro, fue al cumpleaños de Carlos Tevez. Innecesario, ¿no? ¿Más? Lejos de ser autocrítico, justificó su presencia y luego aseguró que en el Bajo Flores el arbitraje fue nocivo para ambos clubes. Cállese, mejor.

El odio de Macri hacia River es conocido. Que el tiempo lo haya pasado al olvido es otro asunto, pero basta con buscar declaraciones suyas cuando era titular de la otra vereda para hallar pruebas suficientes de su excesivo desprecio al Más Grande. ¿Qué hace pensar que desde su condición de fanático con poder no va a tener injerencia? De ahí parte la preocupación en Figueroa Alcorta 7597, donde por lo bajo apuntaron hacia las esferas de poder por el pase frustrado de Darío Cvitanich a cambio de un salvavidas económico para Banfield. A esta situación llegó tanto poder concentrado. Es que el presidente del país, el presidente de la AFA, el vice primero de la AFA, el CEO de la Superliga, el presidente del Tribunal de Disciplina, el secretario de Deportes y hasta el titular del servicio de inteligencia comparten un sentimiento en común, ¿era necesario todo junto?

Sin embargo, aquellos que pecan de inocentes o prefieren comprar el cuento de que no existen los favores excesivos en el fútbol argentino siguen justificando todo. Y lo peor es que lo hacen desde sectores con mucho alcance. Como la memoria es frágil, hay que citar ejemplos: ¿qué excusa pueden poner para entender la escucha telefónica entre Angelici y Fernando Mitjans, presidente del Tribunal de Disciplina? Todo pasa, como decía Julio Humberto Grondona. Semejante prueba, correspondiente al año 2015, cuando la víctima de turno fue Vélez, insólitamente perjudicado desde la mirada parcial de un reglamento, era suficiente para que hubiera renuncias e inicios de sumarios. Ambos protagonistas continúan ocupando sectores de poder, aunque Angelici sumó apenas una vicepresidencia primera de la AFA.

A ese poder se enfrenta River, fuera de la AFA, pese a que históricamente ocupó un lugar acorde a su importancia. Ojo, que quede claro, River no tiene por qué recibir privilegios. Acá no se exige ayuda de arbitrajes, facilidades que no corresponden ni nada por el estilo. Acá la preocupación inmediata pasa por el miércoles 14 de marzo, cuando en Mendoza se jugará la Supercopa Argentina. La lupa estará puesta en el arbitraje. Y no sólo deberá estarlo en el juez elegido -Patricio Loustau, que omitió varios penales para River en La Boca, es el candidato principal-, sino también en esos desconocidos de siempre, los asistentes, cuyos rostros pocos recuerdan.

No se trata de ser ‘llorones’ ni abrir el paraguas bajo los rayos del sol, es cuestión de exponer una vez más todo lo que en Núñez causa desvelo. Si el caradurismo es capaz de seguir como si nada ahora, por qué no pensar que puede tener un nuevo capítulo dentro de 23 días. En guardia, River. Y, hay que decirlo, a mejorar futbolísticamente para que, pase lo que pase, los de afuera tengan que hacer demasiados méritos.

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