Maidana y Ponzio son la voz de mando y los más experimentados de un plantel joven que busca seguir cosechando títulos de la mano del Muñeco. Dos que tuvieron que pasar por las malas para disfrutar de las buenas.
Todo grupo necesita de un líder. Esa persona capaz de dirigir, motivar, enseñar con el ejemplo. Aquel al que la ha experiencia lo ha moldeado para luego saber mostrar el camino a otros. Uno que no se duerme sobre los laureles, sino al que la ambición y las ganas de seguir superándose lo lleva a ir por más. Corajudo. Valiente. Que se anima, que contagia.
Más allá del indudable liderazgo del Muñeco, en el River de hoy esta función se encuentra a cargo de dos símbolos del plantel. Tras la salida de D’Alessandro, son Jonatan Maidana y Leonardo Ponzio los encargados de conducir al equipo dentro de la cancha.
El rol no les fue regalado. Cada uno se lo ganó a su manera. Joni llegó en 2010 bajo la recelosa mirada que sufre cualquier jugador con pasado azul y amarillo. Aquel gol a Boca sirvió para dejar atrás prejuicios y convencernos de que él era uno de los nuestros. Vivió en primera persona el descenso y también el ascenso, dos campañas que lo marcaron al punto tal que lleva tatuado la fecha del regreso a Primera. Es el único sobreviviente del plantel que perdió la categoría. Y junto a Ponzio y Domingo, los únicos dos que lograron la tan ansiada vuelta. Desde 2012, River tuvo una gran cantidad de duplas centrales con cierta continuidad y todas ellas un denominador común: la presencia de Maidana. Joni se hizo mejor a él mismo mientras hacía mejores a sus compañeros. Funes Mori, Pezzella, Balanta, Mammana, ya en Europa, pueden dar fe de ello.
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La historia de Ponzio en River arranca antes, pero la que realmente lo convirtió en el referente que es hoy comienza a principios de 2012. Después de una discreta primer etapa entre 2007 y 2008, en la que incluso siendo poco destacada logró ser campeón, Leo dejó Zaragoza, donde era ídolo, para aceptar el desafío de devolver a River a Primera. Una decisión arriesgada, pero que tendría su recompensa. Fue una pieza clave en la segunda mitad de aquel campeonato y pudo festejar en el Monumental el haberse sacado una enorme mochila en encima.
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A partir de aquel momento, tanto uno como otro fueron pilares sobre los que se construyó River para volver a ser. Con Ramón, Maidana se transformó en un jugador de nivel de Selección. A Ponzio le costó con el riojano. Casi deja el club cansado de no ser tenido en cuenta. Ya con Gallardo, debió bancarse la aparición de Kranevitter. Perdió el puesto, pero siguió tirando para adelante. Ser líder pasa por ahí también. Después vino la serie con Boca por Copa Sudamericana, un antes y un después para River y para él. Una demostración de personalidad que lo acercó como nunca antes al hincha y que lo definió como el mejor intérprete de la idea del Muñeco.
Esta travesía que han hecho con la Banda puesta los deja hoy, ante un plantel joven y renovado, como los dos más claros referentes. Los encargados de, justamente, mostrar el camino. “Disciplinar” a los pibes, mostrarles la importancia de esta camiseta. Demostrarles y acompañarlos a través de la exigencia que supone defender los colores del Más Grande.
Más allá de los resultados, nosotros con ellos podemos estar tranquilos. Estamos en buenas manos.
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