(Barcelona – España) Lleva un tiempo encontrar tu lugar. Le pasa a un refuerzo que vale 11 millones de dólares y te pasa a vos, que estás viendo qué va a ser de tu vida. Lo importante es entender que no está librado al azar, el camino es tuyo. Así viví este River-Rosario Central, a lo lejos, pero cerca.
Llegué a Barcelona en julio del año pasado. Y no fue la historia de “una mano atrás, otra adelante”. Al contrario, vine acá con la promesa de salir campeón. Pero campeón de la Champions, jugar el Mundial. Hasta estuve en Rusia.
Y las cosas no fueron como esperábamos que fueran. Rara vez en la vida son así. Eso es parte integral de lo que significa vivir. Siempre contrasté mi vida con la carrera de un jugador de fútbol. Mi trayecto escolar fue como el del Burrito Ortega. Me iba a lugares “mejores” pero siempre volvía a mi River, el San Carlos.
Mi carrera profesional, sobre todo desde que empezó a ser en el fútbol, no está exenta de esto. Pasé de hablar del fútbol belga (ascenso) a La Página Millonaria (River) a jugar, literalmente, en el Barcelona. Hasta que me convertí en Arda Turán, o peor. Ahora tengo ofertas desde Francia, y estoy viendo que hago. Me hablan desde Argentina, me hablan del ascenso español. No se cuál es el próximo paso.
Hoy vino Emil a ver el partido a casa. Emil ya fue discutido acá. Es amigo mío y de mi mujer, y se vinieron con su pareja a Barcelona, poco tiempo después de que llegamos nosotros. Los cuatro estamos en la misma, hace meses, encontrando nuestro lugar en este vida nueva. Y hoy, justamente, en pleno partido, nos encontramos hablando sobre lo que significa estar acá.
Es algo que ya veníamos decantando con Ali, hace un par de días. Que significa irte. Cómo podés dejar todo atrás y arrancar de cero. Y lo curioso es que esta noche los tres concluimos en lo mismo. Venimos de un lugar donde la vida no era perfecta, pero era cómoda. Y con esa misma exigencia le pedimos a nuestra vida acá, cuando en realidad no llevamos ni un año vivido. En realidad estamos construyendo una vida desde cero.
Eso pasa seguido con River. Venimos acostumbrados al éxito, es parte de lo que somos. Por exigir ciegamente terminamos en lugares insospechados y recién ahí nos dimos cuenta lo mucho que cuesta una victoria. Lo mucho que pueden valer tres puntos. Celebrarlos, porque costaron.
Con Emil creemos que desde que nos empezamos a juntar a ver los partidos la cosa cambió. Fue justo antes del partido contra Boca, con Chacarita. Ya algo estaba distinto, adentro nuestro. Y desde entonces no nos perdemos un partido. Le encontramos la vuelta para acomodarnos y terminar en el mismo lugar. No nos hacen falta 50,000 personas más o 90.
Ahí está la historia del hincha. Todos pensamos que el resultado está influido por nuestra presencia o ausencia. Viviendo a 14,000 kilómetros los cuatro sabemos que la existencia en Argentina no cambió en nada desde el momento en que nos subimos a un avión y dejamos de ser. Nos removimos de la ecuación y nada pasó. Sólo cambiamos nosotros, constantemente. Estamos cada día más cerca de lo que verdaderamente somos. Como Borré.
Pero si me preguntas a mi, a pesar de contar 31 años y haber hecho y roto mil cábalas, yo te digo que sí. Que desde que nos encontramos, no como personas sino como hinchas, todo cambió. La onda de River cambió. Ver los partidos cambió. Esperar y esperar encontró otro final. Nos estamos acomodando y cada vez estamos más finos. Adentro y afuera de la cancha. Si algo falla, contamos con Armani. Y esto recién empieza.
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