Los números demuestran que no es azaroso. El River de Gallardo tiene en su haber 44 cruces eliminatorios, donde ganó 36. Más del 80% de efectividad, un índice impresionante. ¿Cuál es la razón para que el Muñeco se haya convertido en la bestia de los mata y muere que nadie quiere enfrentar? El orden mental amparado en el funcionamiento del intelecto, la emoción y la voluntad que sólo dan esos partidos.

Desde los históricos cruces con Boca por la Sudamericana 2014 y la Libertadores 2015, pasando por las finales de esas mismas copas, la vuelta olímpica ante ellos en Mendoza de este año, las Recopas e incluso la categórica victoria reciente ante Racing, está más que demostrado que Gallardo nació para estos desafíos.

Lo dijo el mismísimo Muñeco, le gustan las adversidades, el dejar que hablen y aparecer en las difíciles. ¿Y qué obstáculo más complejo que aquellos partidos a todo o nada? Desde que Gallardo se puso el buzo de DT del Más Grande, River tuvo 44 cruces eliminatorios y ganó 36. En copas internacionales se quedó con 18 de 22, una bestialidad.

Pero ¿qué es lo que genera esa sed de victoria desenfrenada en el Muñeco que genera el contagio de sus dirigidos para esta clase de partidos? Basta con ver la actitud de los jugadores en un partido como el de Racing el miércoles pasado en el Monumental y contraponerlo con el encuentro ante San Lorenzo el sábado último. Acá es donde surge el orden mental del DT que engrana todo el funcionamiento del equipo, incentivado por la emoción y expresado en la voluntad que sólo dan esos partidos.

Gallardo es un estratega nato. Un obsesivo que pasa más tiempo en el predio de Ezeiza que en su casa, que aprovecha los semáforos para pensar jugadas y que le cuesta concentrarse viendo una película porque en su mente viaja a analizar al próximo rival de turno.

Los mano a mano tienen esa adrenalina que da el saber que es a todo o nada. La planificación por parte de Gallardo parte desde el momento en que sabe quién será el adversario. Pero la diagramación del partido no cubre solo lo que puede presentar el rival. Las piezas con las que cuenta el Muñeco para el desafío también son de vital importancia. No es casualidad que sin Ponzio, y sin su reemplazante natural, Zuculini, River haya ensayado un tándem entre Enzo Pérez y Exequiel Palacios, que le dio el equilibrio clave para ser la columna vertebral contra Racing.

Esa adrenalina es la que motiva a este River de una manera especial. Y con los números ya conseguidos, claramente inhibe a los rivales, que prefieren evitarlo en estos desafíos. Por eso la cuenta pendiente en la Superliga, un certamen también importante, pero en el que el River del Muñeco no haya el hambre que sí dan los compromisos internacionales.

Sin dudas que es algo a trabajar, y donde el desafío pasa por el entrenador que deberá encontrar la manera de adaptar su sed de gloria copera también en el torneo local.

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