(Barcelona – España) Sea en primera, en la Libertadores, en el ascenso o en el torneo interempresarial de fútbol cinco, que distinto que es el fútbol cuando tenés un arquero. Así viví la brillante victoria de River a la distancia.
El fútbol es un idioma universal. Cuando estás en un lugar distinto al tuyo, extraño, a través del fútbol podes iniciar una conversación, sociabilizar, conocer personas. Allá por Noviembre arrancó el frío en Barcelona, los cielos grises y todos esos factores que hacen que te sientas un poco solo.
Fue en ese momento que me bajé una app que te avisa dónde y cuándo se junta la gente, desconocida, a jugar a la pelota. Le di una oportunidad y me encantó. Reservás tu lugar en el equipo y te juntás a patear un rato en una cancha con gente de todo el mundo. En mi primer partido formé un tridente de ataque con un yanqui que la movía y un israelita que estaba casado con una argentina y había jugado en el ascenso.
De ahí en más todos los sábados a las seis y media de la tarde fui a jugar al fútbol, siempre con completos desconocidos, salvo algunas figuritas repetidas, mayormente de la India. El nivel era un misterio en cada partido, podían caer cracks como muertos totales y los equipos se armaban a dedo, casí sin lógica. Otra cosa a destacar, la cancha que queda en lo alto del Poble Sec y da a toda la ciudad, una vista hermosa.
Recuerdo un partido en particular, que hacía mucho frio. eramos 11 contra 11 y nos armamos al voleo. En mi equipo había un coreano alto con pinta de atleta que le decían Wolf, un tano pelado, tanísimo, con la del Inter y un español que me hacía acordar a Movilla, delantero noventoso del Racing Santander. Del otro lado había dos Nigerianos tallados, un par de ingleses que se conocían y un brasilero. Pero lo que me di cuenta, a golpe de vista, es que el otro equipo tenía una media de edad notoriamente más baja que la nuestra.
Arranqué el partido de delantero, por costumbre, y no paré de chocar contra los nigerianos que me la sacaban limpia en cada ocasión. A los 20 minutos perdíamos cinco a cero. Eran aviones. Iban y venían mientras yo todavía volvía de un pique dos jugadas atrás. Ahí me cansé y tomé la primera decisión táctica. Porque no me gusta perder y si no te lo puedo ganar desde lo técnico te lo emparejo desde lo táctico. Le levanté la mano al arquero de turno, le saqué los guantes y me puse abajo de los tres palos.
No me considero un gran jugador, si polivalente. Pero no me tomo en serio ir al arco desde que en la Selección del colegio nos quedamos sin arquero, porque el titular egresó, y alguien tenía que llenar ese hueco. La cuestión es que me lo tomé en serio y en los primeros minutos saqué un par de pelotas importantes. Ahí, el tano, desde entonces Materazzi, se encendió y empezó a jugar de líbero. Movilla se mandó arriba a pelear todos los pelotazos que le mandábamos. Tapé 5 goles seguidos y empezaron a entrar nuestras pelotas. A los 10 minutos me vinieron a sacar del arco, porque una de las reglas del lugar es rotar a los arqueros. “No. Así estamos bien”.
En una pelota larga del equipo contrario Wolf, que jugaba de central derecho en mi equipo dejó de correrla sin decirme nada a mi, que estaba plantado en la línea. Salí corriendo a despejarla mientras le gritaba en inglés “THAT’S YOUR FUCKIN BALL”. El tipo no entendía por qué, pero entendía el cómo. Lo mandé a jugar arriba y a los cinco minutos terminó simulando lesión y salió. Remontamos la diferencia de cinco. No nos hicieron un gol más y justo antes de ponernos en ventaja me cruzaron una bocha abajo, a mi izquierda. Fui con la mano floja y saque la pelota al córner. Todavía hoy me duele la muñeca.
El partido entre River y Racing de hoy me hizo acordar a ese encuentro internacional entre solteros y casados. Los pibes nos ganaban porque tenían dos velocidades más que nosotros. Nuestro equipo tenía clase pero le faltaba movilidad. Era todo cuestión de aguantar y poner las bochas justas. Y de tener un arquero en el arco.
Hoy es una certeza algo que ya veníamos diciendo. River tiene un arquero abajo de los tres palos. Pero no un arquero. Un arquerazo. Un tipo que saca goles hechos. Algo que no se veía desde Barovero. Que comanda el área. Que se banca un fusilamiento público a 3 metros de su cara. Que es capáz de dejar un brazo, o la extremidad que haga falta, con tal de que la pelota nunca cruce la línea blanca y encuentre la red. Franco Armani, señores. El señor Franco Armani.
Me encuentro gritando cada intervención suya como si fuera un caño delicioso, un taco sublime, una asistencia sin mirar. Me maravilla su estilo inclusive al punto de no sorprenderme. Me da más seguridad que caminar por las calles de esta ciudad donde vivo, a las 2 de la mañana, que sabés que no pasa nada.
Aprovecho los últimos párrafos para hacer un pedido de disculpas y un pedido concreto. El primero a mis vecinos, espero que me entiendan. Veïns, els demano disculpes per despertar als crits a la matinada d’un diumenge, sabent que demà treballen, és que ens estem follant a Racing.
Y a vos Sampa, que sabemos que sos de River y si sos de River te informás por la Página Millonaria, llevalo a Franco. Llevalo y dejalo que él te demuestre que en este momento Rusia necesita a un tipo que desvía misiles atómicos a cada rato.