Los jugadores de River no son de carne y hueso. Parecen sombras espectrales que deambulan por el campo de juego perdidos, como atrapados en una vida pasada, donde alguna vez soñaron ser jugadores de futbol. El “jefe” Astrada, recibido con los honores de aquella gloria extraviada, se topó con un escenario fantasmagórico de cara al futuro. Ni el peor de sus enemigos -si los tiene- hubiera imaginado un regreso así.
Se habían anticipado los riesgos que suponía la tarea de ser el último socorrista. Ser bombero y no contar con agua, soportar el voltaje que significa sentarse en la silla eléctrica de técnico de La Banda a dos meses de las elecciones y desafiar el canibalismo en el que esta dirigencia “cometécnicos” parece empeñada en repetir hasta sus últimos días. Todo estaba en la grilla de posibilidades que se suponían lógicas y sin embargo…
Esta realidad fantasmática ha superado todo lo imaginable en materia racional y ha empujado a la gente a un hartazgo moral, que linda con el delirio colectivo. River en picada, River sin fondo, preso de la humillación de hasta sus viejos “hijos” futboleros de toda la vida como el Rojo. Habría que ir a las estadísticas para recordar un 0-3 en el primer tiempo de local. Podría ser aquella, tarde con Boca que luego Berti, el Luigi Villalba y Celso Ayala, convirtieran en hazaña en los tiempos de Ramón. Claro que enfrente había otro rival, de categoría, y no este remendado Independiente.
Una multitud nuevamente acompañó a ciegas y del mismo modo sintió rápidamente ultrajada su renovada ilusión. Astrada deberá romper el cepo de este Realismo mágico derrotista, insufrible e indigno de manera urgente. Deberá luchar contra la agonía sin fin de este ciclo que obnubila y no da respiro. La tabla de la Promoción esta ahí…y el plantel de River no tiene santos milagreros ni los quiere, como la selección. El, únicamente, deberá darle movimiento, confianza y actitud -pedir técnica sería una utopía- a este plantel apichonado hasta el infinito para salir de la postración mental en la que se encuentra.
Una sensación de jugadores inanimados deambula por el Monumental. Para que los espíritus reencarnen en profesionales de futbol, parece que la única salida es la telekinesis, porque ya no alcanza con nada. Táctica, estrategia, planificación, motivación parecen conceptos obsoletos o placebos para este mal. Se necesitan dotes de prestidigitador, fenómenos paranormales. Así y todo habrá que ver si ellos pueden con la abulia irrespetuosa del Gordo Fabbiani, las manos de manteca de Navarro, la desorientación táctica de Coronel y Nico Sánchez, la vuelta del peor Villagra, la ansiedad de Buonanotte, la tibieza de Archubi y la amnesia de Ferrari, la rusticidad de Galmarini y la desesperación de Almeyda.
La lista continúa con Gallardo y Ortega, a quienes vamos a obviar para no convertirnos en un antropófago más de nuestros viejos ídolos, materia aprobada con creces por los verdaderos responsables de este caos. Eso que tiene atragantado el hincha de River y no se anima a exteriorizar en masa. El repudio a una gestión que en ocho años rompió récords negativos a troche y moche, que llegaron en bondi y hoy se van en Mercedes Benz… Esa que nos puso al borde del abismo y logró que estos dos ciclos consecutivos sean sentidos como más nefastos que los 18 años sin campeonatos. Si no me cree, pregúntele al hincha común. La voz del pueblo, la voz de Dios, que ayer se hizo sentir como siempre con su aliento arrollador. Pero que sabe que para que vuelvan los “ángeles guardianes” de Angelito, Pedernera, Sívori, Ermindo, El Beto, Passarella, Ramón. etc. hay que exorcizar los espíritus de esta debacle definitivamente. Y qué se entienda: ¡no son únicamente los jugadores!
Foto: Fotobaires.