Llueve. Mucho. La cámara me funciona de a ratos y se viene el momento más importante. No paro de llorar. Tengo suerte que la lluvia me ayuda y mis colegas no se dan cuenta de las lágrimas. Me pongo a pensar que hace tres años volvía de Santa Fe con unos amigos en el auto escuchando Rosario Central – Chacarita luego de haber perdido con Patronato.
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Tan sólo tres años de ese momento. El penal del Chori y el miedo a no volver. También pienso en todos los partidos en que cubrí a River, a todas las canchas a las que fui. Antes y después del 2011, siempre.
No sé por qué uno siempre en los momentos de mayor alegría piensa en aquellos en los que más sufrió. No sé si es algo masoquista o para tratar de valorar aún más el presente. Creo que debe ser lo segundo.
Bueno, la cosa es que estoy ahí, parado casi en el círculo central del Monumental esperando que Barovero y Cavenaghi levanten nuestra tercera Copa Libertadores de América. La Copa Libertadores, wow. Es la foto que más esperé desde que soy reportero gráfico. Y para ser sincero, y por cómo veníamos últimamente, ni siquiera tenía en la cabeza que algún día la iba a lograr. Ya haber sacado fotos en la consagración del Campeonato, de la Sudamericana y de la Recopa era un premio que me parecía excesivo. Haberlo vivido tan de cerca, desde adentro. Pero así y todo veía lejana la posibilidad de la Libertadores. O tal vez es que no me quería ilusionar.
Pero ahora estoy ahí, son casi las doce de la noche y los jugadores se demoran. La lluvia cada vez está peor. Había parado un rato pero justo antes de la entrega de la Copa se volvió a largar con todo. La cámara se apaga y se vuelve a prender. “No me vas a abandonar justo ahora”, pienso. “Esta copa ya tuvo abandonos, pero vos tenés que bancar hasta el final. Aguantás unos minutos más y después te retiro, te lo juro”, le digo. Estoy loco, llueve, lloro y me encuentro hablándole a mi cámara de fotos. Siento como el agua se le mete por todos lados, el display marca error, pero sigo sacando.
Tengo en la cabeza una foto, vertical, de todos los jugadores alrededor de la Copa, festejando. No es la típica foto que ves en los medios, porque para un diario o para una revista es importante tener la foto horizontal, donde entren todos los jugadores, donde se vea todo el mundo. Pero yo no, yo quiero una foto vertical donde se vea sólo River. La Copa, los jugadores, nada más. Sin colados, policías o dirigentes de la Conmebol.
Ya compré el portaretratos para ponerla una vez que la imprima. Y que la saque, porque tengo que sacarla mientras me empujo con los otros fotógrafos para ganar un buen lugar. La voy a colgar en la habitación de Vicente, mi hijo que todavía no tiene un año. Ése que estaba en la panza de su mamá queriendo salir cuando yo estaba en el Monumental sacando fotos a Barovero atajando el penal por las semis de la Sudamericana. Ese día me tuve que ir volando después que terminó el partido porque a mi mujer no le paraban las contracciones. Desde ese día ya tenías ganas de salir y ver al River campeón del Muñeco, mirá si no voy a estar acá, empapado, pensando en una foto para tu habitación.
Claro que sí. Porque ya sos de River como papá, porque un día te vas a poner contento porque esa foto que saqué pensando en vos, hoy tiene el autógrafo de Barovero y está colgada en tu cuarto. Esa foto que te hace aprender que esos son los mejores colores. Esa foto que te enseñó a decir “River”, y darle un beso al escudo cada vez que te lo muestro.
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