Dieciocho días faltan para que volvamos a ver a River en un nuevo encuentro por Copa Libertadores. En dieciocho días pasarán cientos de cosas, algunas más trascendentales que otras, algunas no nos moverán el amperímetro. Un partido por Superliga hoy, el capítulo final de El Marginal, tres programas de LPMTV, un partido más de Superliga por definirse, dos amistosos de la Selección, juega el Barca, el United y la Fiore, alguna que otra suba y baja en el dólar y los primeros calores de la primavera. Cada uno de nosotros hará de los próximos días su propia carrera de obstáculos hasta llegar al momento más importante, al que todos nos interesa más que a nada, que es cuando juega River. Pero hay un factor común en todos nosotros, nada podrá apaciguar ni ocultar la ansiedad que nos genera esa espera.

Yo podré escribir dos o tres veces más, o ensayar escritos imaginando los posibles escenarios que se vienen, ir a trabajar todos los días, ir a trabajar sábado por medio, ir a terapia una vez por semana, ver una nueva eco 4D de mi sobrino –futuro gallina-, estar atenta a las noticias de posibles formaciones, estar atenta a los entrenamientos y rezar para que no haya ninguna baja, dormir, y llegando a los últimos días cercanos al diecinueve ya no dormir. Y aun así nada podrá sacarme a River de la cabeza, estoy pensando en el día del partido todos los días como en ninguna otra cosa. Es esa mezcla que sentimos entre preocupación y esperanza. Esa sensación que está en el medio de las cosas, esos nervios que nos matan pero a la vez nos gustan. La adrenalina de vivir otra vez un desafío, un nuevo reto que al conseguirlo nos acerca cada vez más a lo que más queremos y deseamos: ser campeones de América.

Y ese valor que sentimos que nos hace querer jugar el partido ya, ese coraje que nos hace estar dispuestos a ir a la guerra, a ir por todo, es porque nos encontramos respaldados por el mejor. Es porque vayan como vayan las cosas tenemos confianza ciega en la misma persona una y otra y otra vez. Es por lo que nos transmite el equipo desde el verde césped hacia las tribunas, es por lo que nos transmite nuestro DT cuando le responde al periodismo y nos habla a todos los hinchas, y por sobre todo cuando habla adentro de la cancha. ¿Cómo no sentirse valiente?, ¿cómo no estar corajudo y con el pecho inflado preparado para lo que sea?, ¿cómo no ilusionarse? Incluso en el último partido con Racing cuando estuvo ausente Ponzio, el emblema del equipo; cuando no estuvo presente nuestro líder máximo que es Gallardo, uno sabe que estar no significa siempre una presencia física, sino una presencia desde la enseñanza y desde el contagio emocional.

Asimismo nosotros, los hinchas, sabíamos que Gallardo no estaba ahí parado con su traje impecable comiendo gomitas y dirigiendo con sus manos a los jugadores, pero sí sabíamos que detrás de todo lo que estaba sucediendo en esos noventa minutos había una sola persona, había un cerebro y un corazón millonario.

Sabemos y somos conscientes que se vienen desafíos difíciles, no subestimamos a nadie, somos inteligentes. River encara los retos con coraje pero también con el respeto que se merecen. No deja nada librado al azar, no se relaja, no se confía. Ensaya cada parte del juego, afina los detalles, arma y desarma hasta encontrar el esquema ideal. Hace caso omiso a todos los intentos por quererlo bajar, no entra en chusmeríos baratos del periodismo, se concentra en lo importante que es responder jugando al fútbol. Y ahí entonces va, se planta y da todo lo mejor de sí, dejando el alma adentro de la cancha, de la que sea.

Este equipo tiene al mando a un tipo que está loco, que disfruta hasta el éxtasis los desafíos, que le genera adrenalina esa presión de verse obligado a ganar, que encima lo declara abiertamente frente a todos días previos a jugar: ‘me gustan estos desafíos’. Y nos contagia a todos nosotros, siempre queremos más.

Dieciocho días faltan para una nueva batalla, el dieciocho es ‘la sangre’, algo que a River no le falta, algo que a nuestro DT le sobra, la sangre de ganador, la sangre millonaria.

Enfrentemos lo que viene como sabemos hacerlo, nuestra ansiedad va a acompañar, y nuestro corazón también. Como decía mi amigo Andrés, ‘tengo en la mano la carta para jugar el juego cuando quieras’. Vamos por todo, millo.

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