El 22 de noviembre de 1987 se jugó uno de lo clásicos más dramáticos de la historia. Boca lo ganaba 2 a 0 con goles de Rinaldi, River lo dio vuelta en un tiempo y en la última jugada la visita desperdició el penal del empate. ¡Inolvidable!

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Si alguien se pone a repasar la historia de los superclásicos va a encontrar de todo: alegrías, tristezas, bodrios, partidazos, goleadas, golazos, etc. Lo que le va a costar encontrar es un final tan dramático como el que se vivió el 22 de noviembre de 1987 en el Monumental.

Carlos Timoteo Griguol dirigía a La Banda aquella tarde de sol en la que River recibió a Boca por la decimoquinta fecha del campeonato. ¿El equipo que salió a la cancha? Nery Pumpido; Jorge Gordillo, Nelson Gutiérrez, Oscar Ruggeri, Pablo Erbín; Ernesto Corti, Américo Gallego, Pedro Troglio, Omar Palma; Antonio Alzamendi y Jorge Da Silva.

Las cosas no comenzaron bien para el Millo. A los 4 minutos, Omar Palma tuvo en sus pies la chance de abrir el marcador, pero su penal se fue directo a la tribuna. Para peor, antes del final del primer tiempo, Jorge Rinaldi puso el 1 a 0 para Boca. Y el panorama terminó de adquirir un color bien oscuro cuando en el arranque del complemento nuevamente Rinaldi estiró la diferencia para el rival de toda la vida.

River necesitaba reaccionar de forma urgente y lo hizo a través de Jorge Da Silva. El uruguayo encendió la ilusión conectando un centro de Gordillo para marcar el descuento. Y antes de los 20′, Ernesto Corti fue el responsable de sellar el empate, también de cabeza.

El 2 a 2 ya tenía un gusto distinto para River que para Boca, pero todavía faltaba lo mejor. A tres minutos del final una gran combinación entre Morresi (había ingresado por Gallego) y Troglio derivó en Da Silva y este cedió de taco para Palma. El Negro, en dos tiempos, definió por encima de Genaro para desatar la locura.

La fiesta, sin embargo, tuvo que esperar hasta la última jugada. Juan Carlos Loustau vio una mano inexistente de Gordillo dentro del área y señaló el punto de penal. Jorge Comas, un verdugo habitual del Millo, iba a ser el encargado de ejecutarlo. Afortunadamente, hubo justicia divina y su remate fue a parar a la Centenario. No hubo tiempo para más y River pudo finalmente festejar.

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