El contraste entre el River de 2014–2018 y el de 2025 es tan grande que obliga a revisar cómo cambió la arquitectura del juego. La bajada, la posesión, la conexión entre líneas y la forma de progresar se transformaron por completo, y lo que antes era un equipo compacto y asociado hoy es un conjunto largo, dividido y dependiente del duelo individual. Marcelo Gallardo, claro está, es el principal responsable.
Introducción: qué le pasó al River de Gallardo
La pregunta sobre qué le pasó al River de Gallardo empieza a explicarse cuando se observan los comportamientos estructurales. El momento catastrófico actual no surge de la nada: responde a modificaciones profundas en la idea del entrenador y en la relación entre las líneas. La distancia entre ambos equipos es tan grande que parece incluso un cambio de deporte.
¿Qué se analiza?
Las distancias entre líneas, el rol de los laterales, la importancia del mediocampo, las triangulaciones y la figura del interior libre permiten ver cómo funcionaba el modelo 2014–2018 y por qué en 2025 todo eso desapareció. No se trata de nostalgia, sino de patrones concretos que ya no se repiten.
La idea de juego 2025
El River actual juega directo, vertical y discontinuo. Divide la pelota, acelera más de lo que construye y vive de segundas pelotas. La progresión interior casi no existe y la posesión dejó de ser un mecanismo de control. Es un equipo que intenta avanzar por impacto y no por estructura.
La idea de juego de 2014 a 2018
El mejor River del ciclo se organizaba con la pelota. Asociación, apoyos constantes, movilidad, triangulaciones y defensa desde la presión tras pérdida eran sellos claros. El bloque era corto, la circulación tenía densidad y cada jugador ofrecía líneas de pase.
Los laterales en 2025
Los laterales parten en altura de extremo, reciben estáticos y sin ventaja. Al no poder ser apoyo corto, fuerzan al equipo a jugar largo desde el inicio. Los centros desde tres cuartos son un gesto desesperado porque no existe progresión interior ni secuencias previas.
Los laterales de 2014 a 2018
Los laterales aceleraban desde atrás, llegaban con ventaja y participaban tanto en la salida como en la finalización. Sus recorridos estaban sincronizados con triangulaciones y los centros salían desde zonas productivas, no desde posiciones forzadas.
Mediocampo 2025
Solo el cinco y un interno participan en la base. El resto queda lejos, pegado a los delanteros. Las líneas se saltean, la pelota viaja treinta metros y el equipo pierde densidad interior. El mediocampo deja de conectar fases y se vuelve irrelevante.
Mediocampo 2014 a 2018
El ‘5’ ordenaba el tempo, los internos ofrecían apoyos y el diez recibía libre entre líneas. Cada volante era una estación de pase y el bloque se sostenía por cercanía, movilidad y ocupación inteligente de espacios.
Triangulaciones 2025
Las triangulaciones casi no existen. Las distancias son demasiado grandes y solo aparecen conexiones puntuales cuando desciende algún jugador de arriba o surge algún movimiento aislado.
Triangulaciones 2014 a 2018
Los automatismos eran claros: central–lateral–interior, interior–enganche–delantero, lateral–interior–delantero y volante opuesto entrando libre. Esos patrones aparecían partido tras partido y permitían progresar limpiando líneas.
Interior opuesto 2025
Ya no existe el volante que se cierra libre para ofrecer un pase interior. Los interiores juegan paralelos y en altura, y el equipo pierde una de las llaves más importantes para unir fases.
Interior opuesto 2014 a 2018
Los interiores aparecían libres por dentro, generando superioridades y rotaciones. Ese movimiento destrababa jugadas y aseguraba siempre un pase interior sin marca.
Conclusión
River perdió patrones, conexiones y estructuras que antes lo definían. El plantel podría recuperar parte de esas bases, pero sin un cambio de idea ninguna individualidad podrá sostener una identidad que alguna vez fue dominante.
