Marcelo Gallardo asumirá este lunes como nuevo DT y entre los múltiples desafíos que tendrá está el de devolverle a River un funcionamiento colectivo. El golpe de efecto, de ilusión y de confianza ya lo dio, pero dentro del campo no alcanza. Será una nueva reconstrucción, como las que tuvo que hacer reiteradas veces en su primera etapa. Miguel Borja y Franco Mastantuono no están siempre para salvar las papas.
La pretemporada no parece haberle alcanzado al Millonario para encontrar un estilo de juego. La intención es clara, pero los futbolistas no logran ejecutarla con efectividad. En estos cuatro partidos que lleva tras el parate, ganó uno solo y fue por una genialidad de un juvenil de 16 años que pinta para crack pero que no deja de ser un pibe. Y no perdió de local porque apareció el goleador.
Pero cuando ellos no maquillaron los déficits de River, el resultado fue un 0-0 en Santa Fe, que tiene matices para ser analizados más allá del marcador en sí, y del valor positivo que se le pueda intentar dar a conseguir un punto de visitante, condición en la que se habían perdido los tres partidos anteriores. Y si bien también se puede argumentar que el Más Grande mereció ganar porque tuvo las más claras, ninguna de esas ocasiones fueron por juego, sino por pelota parada.
River necesita a Mastantuono porque es el único de los volantes que le da cambio de ritmo y agilidad a un mediocampo lento, estático, de buena técnica pero de poco vuelo. Incluso, hasta atrevimiento y guapeza para ir para adelante. Es lo que hacía también Echeverri, quien se reincorporará en los próximos días. Por eso hacía falta otro volante, y Maxi Meza también se lo puede dar. Pero quizás no alcance. Y en ese escenario, se requiere que sea la pelota la que se mueva rápido.
Para colmo, los laterales están hace rato en bajo nivel y ya no aportan soluciones ofensivas. Profundidad no es peligro si los centros son al voleo. Así, sin peso en las bandas y sin generación por el medio, el Millonario depende en ataque casi pura y exclusivamente de alguna jugada que Miguel Borja se pueda inventar porque sus compañeros no se las generan. O de algún destello de Mastantuono. Ante ese panorama, otro que queda en evidencia es Pablo Solari. Su partido ante Unión fue el punto cúlmine de lo que se viene viendo hace ya varios partidos: está impreciso, acelerado, molesto y hasta falto de confianza.
Los niveles individuales y colectivos van de la mano. Por eso, Gallardo tendrá la tarea de levantar el rendimiento de algunos apellidos y encontrar un funcionamiento de equipo que genere las soluciones que no siempre Borja y Mastantuono (o el nombre propio que sea) le podrán dar. Sobre todo en los momentos calientes.