El fútbol argentino suele ser una ruleta rusa emocional. Un zigzag extremista según el resultado. Una victoria es un boleto al paraíso y una derrota es un pasaje al apocalipsis. En síntesis: ver todo blanco, o ver todo negro, son distintas formas de estar ciego. Diferentes formas de un desequilibrio nocivo. La victoria de ayer ante Independiente convirtió mágicamente en euforia positiva lo que, durante las primeras fechas, fue una tormenta de pesimismo para el Universo River. La idea es, entonces, analizar con argumentos el cuadro de situación actual del equipo de Marcelo Gallardo. Intentar que no nos domine esa trampa de tragar sin masticar. Que el funcionamiento gobierne a la reacción espasmódica.

1. ¿Por qué Gallardo acertó con la dupla de centrales?

El combo Martínez Quarta – Paulo Díaz ofrece una serie de ventajas que son insoslayables y no van en desmedro de las virtudes de Pezzella. Tanto Lucas como el chileno son superiores en la salida. Tienen un mejor volumen técnico, de visión de juego y más importante aún: de atrevimiento para ganar líneas por conducción o por buscar el espacio sin pelota. Ayer, Martínez Quarta se fabricó dos excursiones, una de las cuales terminó en un remate y la otra en offside de Colidio por centímetros, pero que, por concepto y sorpresa, hubiera sido de lo más productivo de River en la etapa inicial. Ante rivales mañosos, son soluciones imprescindibles.

Además, ambos tienen una capacidad de recuperación en velocidad que, hoy por hoy, es ostensiblemente mejor a la de Germán. Se insiste: nadie hunde en el olvido el liderazgo, el juego aéreo y la carrera de Pezzella, pero el nivel físico que demostró entre el cierre del año pasado y la apertura de este 2025 le brindan la razón a Gallardo en, al menos, reducirle el nivel de exigencia y la cantidad de minutos.

El campeón del mundo en Qatar 2022 venía de jugar en una estructura (la del Betis de Manuel Pellegrini) que no le demandaba tanto terreno a sus espaldas y con mucha menos presión, malicia y roce legalizado de los delanteros rivales. Ver como en los últimos partidos perdió duelos (y claramente) ante adversarios de poco nombre, comparados con su capacidad, y que lo eludían fácilmente, es un llamado de atención imposible de ignorar. También que ha acumulado lesiones. A Roberto Ayala, símbolo de la Selección Argentina durante casi una década y simultáneamente uno de los mejores centrales de Europa, le costó horrores su reinserción en el fútbol argentino cuando regresó a Racing. No fue muy distinto lo que sucedió con Paolo Montero en San Lorenzo o Diego Godín en Vélez. Por ende, a Germán hay que esperarlo y utilizarlo en plenitud.

2. Todos felices por Milton, pero River necesita un 3 sí o sí: las dos cosas

Casco es una suerte de Highlander. Nunca lo des por desterrado. Su riqueza técnica es su marca de fábrica. Su perseverancia, un ejemplo que se ha convertido en legado. Fue emocionante verlo ayer trepar, no negociar el esfuerzo y ser el autor intelectual de la jugada que le puso firma a la alegría. Sí, la definición de Colidio fue una delicia, pero la gestión de Casco fue indispensable. Aún así, sería un error pretender que esto se vuelva habitual, algo que remarcó Gallardo en una de sus últimas conferencias.

El nivel de Milton fue una daga si se contrasta con el de Acuña ¿Por qué? Todos nos imaginamos que la llegada de otro campeón del mundo le daría a una función deficitaria por el nivel de Enzo Díaz un upgrade de calidad esencial. Eso no sucedió. Se exageraron espejismos. Acuña muestra credenciales de lujo con la pelota en los pies. Para un pase, para proteger el balón. Y paremos ahí. No hagamos un acto benéfico. Le cuesta muchísimo desde lo físico. No puede encadenar dos o tres partidos consecutivos sin sentir molestias.

River tiene un avión supersónico por la derecha (Montiel) y carretea por el otro lado. Montiel ofrece velocidad, con o sin pelota. Surfea su lateral, marca profundidad, llega al fondo. Acuña escala en tramos cortos. Su mejor herramienta ha sido el remate de media distancia y su contribución en pelota parada. Esa falta de rendimiento físico vuelve a River un equipo chueco, que no amenaza de igual manera por ambos laterales y lo transforma en previsible en varios tramos de los cotejos. Será un desafío de todas las partes (Gallardo, preparador físico y el propio Acuña) desarrollar un plan que nos devuelva a una muy buena versión del ex Racing. No pueden jugar los apellidos.

Aún con la felicidad que nos provoca ver a Casco en el nivel de anoche, sería engañarnos ignorar la necesidad de un lateral, por rabiosa actualidad y también a futuro. Milton y Acuña superan largamente los 30 años. Si no es Esquivel, deberá ser otro, pero River no puede dormirse y no nutrir y mejorar el stock en esa zona. Con las licencias y el respeto del caso, Francisco Ortega (ex Vélez), Román Vega (Argentinos Jrs.) y hasta Lautaro Blanco (sí, lo sé, juega en ese club) son alternativas interesantes al hombre de la novela del verano. Conseguir un buen lateral izquierdo que promueva a la competencia interna es un requisito indispensable.

3. Ojalá todos sean Montiel

Gonzalo ha sido el mejor futbolista de River en el torneo. A su tradicional kit de velocidad, claridad para ser suplemento ofensivo y rigor en la marca le ha sumado una capacidad de liderazgo y tenacidad que sostienen al equipo en momentos de alta tensión, ya sea porque no se dan dos pases seguidos como por el murmullo de desilusión creciente en las tribunas.

Montiel no es Bustos. Es como comparar a una persona que habla cinco idiomas con otra que domina un par. Montiel llena todos los casilleros del formulario del lateral derecho. Bustos puede llegar a seducir por su ADN ofensivo, pero es uno de esos marcadores de punta que no han evolucionado en aspectos fundamentales como la marca, el sabe cerrar pelotas cruzadas o el prestarle atención al achique de los centrales para no habilitar al rival.

Jugando a comparar, aunque no siempre es un buen ejercicio, Bustos tiene características similares a Paulo Ferrari, el lateral por derecha más goleador en la historia de River, pero también el que más goles y oportunidades les permitió a los adversarios. Entender cuáles deben ser las principales contribuciones de un lateral es parte de una maduración como hinchas y también como analistas del juego. Los Sorin son una especie en extinción. River necesita de los Mercado, Vangioni, Montiel, no de laterales que no controlan a su asignación defensiva y, cuando se proyectan, no son eficaces. Ojalá que Bustos desbloquee niveles y se acerque a su versión de Independiente, mas no sea para convertirse en un relevo sólido (por el cual se invirtió muchisimo dinero). Hoy está muy lejos de “Cachete”.

4. Driussi es más que una esperanza de gol, pero faltan variantes

Los equipos de Gallardo, cuando abrazan su plenitud física, se convierten en un cardumen de pirañas. La altura y la voracidad de la presión ahogan al rival y, desde ese eslabón del plan estratégico, se producen lllegadas y goles. Para eso, es necesario compromiso y aptitud física. Miguel Borja, cuando no se va de excursión al país del “primero yo y mi estilo”, aporta una cuota goleadora difícil de ignorar que le puede servir de licencia por su déficit en otros aspectos del juego. Ahora bien, si Driussi y Colidio, superiores al colombiano en eso de entrar y salir y de asociarse en corto, comienzan a generar empatía futbolera, goles, y encima chapean con la credencial de primeros defensores, los minutos del “Colibrí” se comenzarán a evaporar y con razón.

Aún así, con la salida de Pablo Solari, a River le sacaron un ingrediente fundamental en la receta del menú de delanteros. Y no necesariamente se necesita de un extremo. De hecho, Solari fue muchísimo más determinante cuando jugó cerca del centrodelantero de turno que pegado a la raya. Al plantel le falta un futbolista que pueda esconderse entre los centrales y laterales rivales y que saque ventaje en el pique corto, que se perfile rápido y marque diferencias en pelotas largas al espacio que no solo deriven en ocasiones de gol en respuesta a un ataque rival, sino que le ofrezcan al equipo la posibilidad de descansar.

¿Será Gonzalo Tapia ese hombre? El chileno es más potente que Solari desde lo físico, pero por ahora muestra falencias técnicas importantes. Es un producto a moldear por Gallardo. Con la baja de Agustín Ruberto, de otras características, quizás sea tiempo de empezar a integrar en la rotación a Subiabre, si es que no se encuentran alternativas en el mercado de pases, abierto para River hasta marzo por las ventas al exterior. Ian se siente cómodo a perfil invertido y a perfil natural. Tiene una relación genuina con el gol y una garantía fundamental: no se achica. Nadie habla de tirarlo a la cancha a salvar al equipo, pero sí de comenzar a darle minutos.

5. No nos engañemos: al mediocampo le falta de todo

River no tiene un mediocampo de primer nivel, requisito indispensable para ganar cosas importantes. Que Gallardo, desde su capacidad, inteligencia y voz de mando lo pueda conducir hacia sus necesidades y exigencia es otra cosa, pero esa zona del equipo está lejos en nivel de lo que significa la institución, de los objetivos para este 2025 y es responsabilidad del entrenador y también de los dirigentes que hoy por hoy nos genere tantas dudas.

Si lo primero que intentó cerrar River en el mercado fue a Leo Fernández o a “Juanfer Quintero”, ¿por qué ante respuestas negativas se encaprichó y dejó de buscar? River carece de pase filtrado, de un creativo que sienta ser el dueño del equipo cuando el rival desparrama telarañas. No tiene a ese futbolista que imagina la asistencia difícil de ver, que arriesga, que intuye, que hace mejor al resto y los invita a jugar asociadamente. No, no lo tiene.

Lanzini no es ese jugador. Nunca lo fue, ni siquiera en su etapa anterior. Su mejor atributo siempre fue su cambio de ritmo y su llegada al arco rival, virtudes que se fueron erosionando con el tiempo, la falta de continuidad y lesiones recurrentes. Tampoco lo es Maxi Meza, más una segunda guitarra que otra cosa. No lo es “Nacho” Fernández a los 35 años. Uno puede pensar en juntarlos, pero lo cierto es que los rendimientos y las edades conspiran en contra.

Este problema se potencia por la falta de gol de los mediocampistas. Aliendro no llega a 5 goles en los últimos 100 partidos. Algo similar sucede con “Nacho”. Galoppo y Rojas, dos de los refuerzos, son los que mejores números ofrecen en el tiempo cercano, pero por ahora están en conflicto. Galoppo, con la función que le asigna Gallardo, más de interior que de llegador nato (y, anoche, eso quedó más claro al jugar por izquierda) y el paraguayo por falta de minutos. 

La esperanza descansa, entonces, en las sutilezas y la gambeta de “Pity” Martínez, pero Gonzalo acumula más de 3 años sin jugar un partido completo. Franco Mastantuono tiene más records que funciones a gran nivel y ni siquiera es titular en el Sub 20. Pedirle que sea ese futbolista maduro, desequilibrante y constante es apresurado. Enzo Pérez va camino a los 40 años. Kranevitter nunca fue el mismo después de irse. Y Santiago Simón, de muy buen partido ayer, ya carga con más de 130 partidos en la primera de River y, en un análisis sincero, está muy lejos de ser lo que alguna vez imaginamos. No tiene gol, no aporta en la recuperación, no tiene juego áreo ni a favor, ni en contra, ni pelota parada o media distancia. Ojalá solo haya sido un bache pronunciado, pero el bache ya es demasiado grande y no lo rescatan 45 minutos cada tanto. River es elite.

Si el “Millo” no acelera y no reconoce que el mediocampo está repleto de problemas (tanto del equipo como del plantel, que no son lo mismo porque la profundidad y variantes las establece la nómina completa) jugará con fuego durante todo el semestre. No solo es evidente la necesidad de un volante central de nivel selección, sino la de un creativo con gol. De sumarse el cupo por Villagra a los de Sant’Anna y Solari, Brito, Gallardo y compañía deberán tapar esos huecos. De lo contrario, la chance del tropiezo y las caídas serán más frecuentes y se potenciará el margen de error.

Las victorias se festejan, pero también se analizan, por rabiosa actualidad, por contextos y proyectando a futuro. River tiene al mejor DT de su historia en el banco. Al mejor y al más importante. También al que, desde 2022, en Arabia y en El Más Grande, le ha costado más de lo que creíamos recuperar las maravillas que supo autografiar como arquitecto táctico. Eso sí, cuenta con un súper poder: es autocrítico y no se casa con nadie. No existe mejor combinación para enfrentar los problemas futboleros.