A Marcelo Gallardo se le agradece, se lo valora y se lo respeta. Particularmente, creo que es el entrenador más importante de la historia de River por lo que consiguió, cómo lo conquistó y ante quienes, siempre admitiendo puntos de vista diferentes, como el de aquellos que prefieren los ciclos de Veira, Ramón, Labruna o Minella, por citar otras etapas gloriosas en la vida del “Millo”. Eso no puede traducirse en que “Napoleón” goce de fueros plenipotenciarios, garantizarle poderes y reverencias de deidad o que sea el dueño de un campo de fuerza inmune a críticas absolutamente lógicas.
Nadie es intocable. Nadie es más importante que River como para que, ante cada problema evidente que se impone tratar, el sentido común deba esconderse para que, primero, todos repitamos en coro: “Gallardo es el mejor, pero”, tal cual cual abre esta columna. El DT debe dar respuestas, tanto dentro como fuera de la cancha. Desde 2022, el silencio ante un flojo funcionamiento se le convirtió en un resorte que oscila con la costumbre. Ese combo de excusas y suspender conferencias es una metáfora del rendimiento.
Desde 2021, su trabajo, en un análisis integral que no solo atraviesa el juego, sino la política de refuerzos, entre otros ítems, luce muchas más cruces en los casilleros de las deudas que en el de los rasgos positivos y los logros. El Más Grande no puede caer en el absurdo de dividirse entre ser hincha de la institución o de Deportivo Ídolo de Turno. Eso ya pasó y fue muy perjudicial.
Ariel Ortega fue el futbolista que más sonrisas me regaló. Su magia, su cintura de hilo, su estilo fugado de un cuento fantástico, su nivel contra Boca. Embajador de lujo del potrero y del paladar riverplatense. Como hincha, rechazaba ver a mi héroe en decadencia, sea circunstancial o en el sendero hacia el retiro. Me resistía al paso del tiempo y a que malas decisiones del “Burrito” extinguieran su capacidad de “ganapartidos”. Nos pasa a todos los que tenemos a alguien en el póster y amamos el fútbol.
Ramón Díaz fue el arquitecto de expresiones colectivas memorables. El River del Apertura 1996 (52 goles en 19 partidos y una colección hermosa de bailes), Clausura 1997, Apertura 1997 y Supercopa 1997 eran sinfonías, exquisiteces. Y, con el riojano en el banco, también hubo tiempos en los cuales el nivel era pésimo. Sin embargo, el promedio de los hinchas no se ahogaba al grito de “si lo criticás a Ramón no sos hincha de River”. No, el parámetro de exigencia marcaba otros registros. Luego, se entró en un mamarracho tal que sobrevinieron el “Aguilarato” y Passarella, con el ego como el denominador común (no único). Se comenzó a erosionar a la institución a niveles insólitos, incluyendo su identidad.
De ninguna manera estoy diciendo que vaya a suceder eso. Nada que ver. Pongo lo que me pasó como hincha, y ya como periodista, para intentar marcar que siempre, pero siempre, el club está por encima de los hombres y de los nombres, y que no hay que barrer la basura debajo de la alfombra y engañarse.
Pintar un resumen de lo que River NO ofrece hace un rato largo es como subirse a la calesita. Siempre el mismo paisaje. Dar vueltas para bajarse donde se empezó. Un carrusel que incluye posesión insulsa, posiciones fijas sin sentido que atentan contra la habilidad y la extensión del panorama de los futbolistas, falta de creatividad (tanto por elecciones de jugadores como de caminos para llegar al arco rival), lesiones recurrentes de players que ya cargaban historiales de lesiones recurrentes, distracciones defensivas y una acuarela de pretextos que aterrizan sobre todos los lugares comunes (la cancha está seca, jugamos muy seguido, el rival hace tiempo, el adversario se defendió muy atrás, los jugadores nuevos necesitan adaptarse, falta la pretemporada, no estuvimos finos, no fluimos, etc, etc, etc).
Del partido contra Sarmiento podemos decir, esencialmente, casi lo mismo que manifestamos en las columnas anteriores. Un Mastantuono que, cada vez que juega pegado a la raya, cuenta con muchas más posibilidades de perder la pelota que de fabricar algo productivo como cuando se libera y recorre todo el campo, con la pelota y las opciones de pase como radar. De hecho, la única vez que se escapó claramente de la función de wing derecho sorprendió al rival y llegó el gol de Borja.
La de encerrar creativos o jugadores que necesitan margen de maniobra más amplio es una conducta que Gallardo arrastra desde hace varios años. Sucedió con Driussi al comienzo de su carrera, cuando era colocado como mediocampista por izquierda. Luego, dejó de pasar durante un buen tiempo. Ocurrió más tarde con Julián Álvarez (un delantero de enorme movilidad que era encarcelado sobre una punta y explotó cuando le dieron continuidad en su función de origen y genuina), con Barco y ahora con Franco. Pasó con Benzema en Arabia. Con uno de los mejores centrodelanteros de las últimas décadas. Por ende, cuando algo se repite es cualquier cosa, menos casualidad. Y, en el fútbol, eso se llama capricho. Y Gallardo los tiene, como Bianchi, como Menotti, como Bilardo, como todos. El tema es cuánto tarda el entrenador en privilegiar la naturaleza del jugador por sobre su teoría.
Podemos anclar en que Armani es figura contra equipos cuyo presupuesto total combinado (Sarmiento y Riestra) equivale a lo que River destina contractualmente a un par de futbolistas. Podemos situarnos sobre el mercado de pases y preguntarnos para qué llegó Gonzalo Tapia, un delantero sin antecedentes relevantes que, según los informes, ofrece en los entrenamientos las mismas dificultades técnicas que en los encuentros oficiales y que no juega en el Monumental para “protegerlo”. Podemos subrayar el disparate que se pagó por Bustos, o centrarnos en lo estratégico y preguntarnos por qué no se puede jugar con Colidio y Borja compartiendo un frente de ataque cuando demostraron empatía las veces que lo hicieron, en lugar de caer en la manía de instalar al ex Tigre por la izquierda y caer en el dibujo de un solo punta neto cuando al equipo le cuesta horrores convertir.
Podemos interrogarnos sobre cuán difícil puede ser que convivan Matías Rojas, realizando el trabajo que moldeaba “Nacho” Fernández de interior por derecha hace algunas temporadas, con Mastantuono suelto, mas no sea ante rivales “no top” del ámbito local, en lugar de instalarlos en sistemas que solamente dan referencias al contrario.
Podemos entusiasmarnos con algunos destellos de Castaño, pero también debemos preguntarnos si vale lo que se pagó su pase. Podemos decir que en los primeros minutos, el equipo suele ofrecer movilidad. O podemos poner la lupa y no sobrevalorarla, cuando no se vincula con el engaño y la profundidad y suele evaporarse en una mera coreografía que los rivales ya conocen de memoria. Podemos destacar que hay poderío en pelota parada a favor por las características de sus jugadores. O podemos, además, no ignorar que River sufre esa variante cuando es en contra, y que ayer Sarmiento le hizo dos veces la misma jugada de pizarrón en el primer tiempo.
¿Un equipo puede conseguir un objetivo sin jugar bien gran parte del torneo? Claro que sí. Es uno de los rasgos que hacen al fútbol el deporte más lindo del mundo. Y también le pasó a River. El equipo campeón de Simeone trazó sus 10 primeras fechas casi que prendiéndole velas a Juan Pablo Carrizo, jugando pésimo y escalando posiciones gracias a que un rebelde Buonanotte no le hacía caso al DT cada vez que le gritaba que se parara como wing izquierdo, o gracias al rescate de individualidades. Los ejemplos son los menos, pero suceden. Y eso no quería decir que Simeone no sirviera como entrenador (de hecho, luego se consagró en Europa), pero siempre hay que aplicar contexto. River, en aquel momento, no se preguntó CÓMO salió campeón. Al torneo siguiente, lo pagó carísimo.
Creo que es saludable repasar una serie de datos para tomar real dimensión del contexto y comprender las razones por las cuales este River debe agradecer el formato del torneo, porque cuando uno lo ve todo junto, se despabila y tiene una fuerza distinta a la de un salpicado.
- Desde que volvió al club, Gallardo acumula 39 partidos, de los cuales ganó apenas 17.
- Pasa de largo, pero en 2024 dirigió 18 de las 27 fechas de la Liga, no 4, 5 o 6. Estamos hablando del 66,66%, dos tercios de la competencia. Nunca llevó al equipo a un estado de forma en rendimiento y resultados que le permitiera pelear el certamen. Sin embargo, si nos consultaran, la mayoría responderíamos que gran parte del campeonato fue dirigido por Demichelis.
- Cuando el ex Bayern Múnich dejó el cargo, River había cosechado 13 puntos sobre 24 posibles (números mediocres), pero estaba a 5 del líder Huracán al finalizar la octava fecha. No se encontraba a una distancia irremontable, ni quedaban pocas jornadas. Vélez, el campeón del torneo, tenía apenas 2 puntos más que River cuando el actual DT de Monterrey fue despedido.
- La clasificación directa a la fase de grupos de la Libertadores 2025 se consiguió de manera angustiosa, esperando que Huracán no se quedara con el título.
- Cuando Gallardo asumió, el tatuaje más repetido ante la prensa era que no se trataba de su plantel, aunque ya había dirigido a la gran mayoría y además se reforzó con Pezzella, Acuña, Meza y Bustos.
- Porcentaje de puntos obtenidos en ese torneo: 54.16% para Demichelis y 53.70% para Gallardo. A uno se lo críticó, creo que con justicia porque desde el off (un error increíble) la estructura colectiva era un fantoche, se habían acumulado derrotas y eliminaciones densas (Riestra, Temperley) y el manual de excusas del entrenador publicaba un volumen nuevo (y cada vez más ridículo) fin de semana a fin de semana. Al otro, se lo esperó y se lo espera, incluso más allá de la paciencia promedio del hincha futbolero argentino, y es por todo lo que conquistó y transmitió en su primera etapa. Ahora bien: una cosa es valorar lo que hizo y otra ponerlo por encima del escudo e ignorar sus últimos años.
- Gallardo ya dirigió 30 partidos por liga doméstica desde su vuelta: ganó apenas 12. Sí, solo 12. Empató 14 y perdió 4. Por eso, hablar solamente de 2025 es hacerse trampa al solitario y ajustar el calendario a conveniencia. El porcentaje de puntos obtenidos por torneo local, en esta etapa, es del 55.55%, apenas por encima de la línea de mediocridad. Demichelis, a quien nadie pretende justificar y al que nunca, en ningún contexto, eligiría sobre Gallardo, asumió con un plantel que venía de un 2022 flojísimo, al que no conocía en su mayoría y cosechó 20 victorias en sus primeros 30 partidos a nivel local, con un porcentaje de eficacia del 71.11%.
- River facturó apenas 14 goles en 15 partidos en el año. Sí, no llega al gol por encuentro. Pero no es algo de ahora. En sus primeros 15 partidos desde la vuelta de Napoleón, el “Millo” también convirtió solamente 14 goles. Este año, marcó más de un gol en solo 4 de esos 15 cotejos, pero la mitad la representan el match ante Ciudad de Bolívar, club del Federal A que no casi no registraba competencia en la temporada, y ante San Martín de San Juan, el peor equipo de la presente campaña.
- Como citamos, esta etapa de Gallardo lleva 39 partidos. En este tramo, River marcó apenas 45 goles. Muy lejos de equipos como el Racing de Costas, por ejemplo. Si tomamos los primeros 39 encuentros de Demichelis, observaremos que se había autografiado la red rival 72 veces. Casi 30 goles más. En esos 39 partidos, Demichelis consiguió 25 triunfos y un porcentaje de efectividad del 68.37% contra las 17 de Gallardo y un porcentaje del 58.11. Insisto: nunca elegiría a Demichelis por sobre Gallardo, pero esta enumeración sirve para preguntarnos por qué el nivel de crítica es tan diferente y si la sola condición de ídolo del “Muñeco” lo justifica todo.
- River ganó apenas 5 de 12 partidos en el torneo. Está cuarto en su zona. Si la AFA hubiera mantenido el formato de Copa de Liga con 4 clasificados por grupo, estaría pendiente del retrovisor para calcular la distancia con el quinto cuando faltan solo 4 fechas para el final de la fase regular.
- Demichelis se fue de River luego de 87 partidos, de los cuales ganó 52 y obtuvo el 66.28% de los puntos en juego. En sus últimos 87 partidos en River, para ser absolutamente justos con la medición, Gallardo obtuvo 8 victorias menos y el porcentaje de eficacia fue del 57.08.
- Salvo Ledesma y Gattoni, todos los jugadores del plantel los trajo Gallardo o habían sido dirigido por él en la etapa anterior. Mastantuono, Subiabre y Ruberto debutaron con Demichelis.
- Este silencio de Gallardo no es nuevo. En 2022, suspendió conferencias luego de partidos ante Vélez, Godoy Cruz, Talleres, Huracán. El año pasado ante Racing, ahora ante Sarmiento.
- En ese 2022, River fue eliminado en cuartos de final de la Copa de la Liga (primera instancia) por Tigre y en el Monumental. Fue eliminado de la Libertadores en octavos de final sin marcar goles en ambos partidos. Fue eliminado en cuartos de final de la Copa Argentina por Patronato. Y no peleó la liga.
- En 2021 venía de haberse quedado afuera de la Copa Argentina contra Boca (sin marcar goles) y de la Libertadores en cuartos de final (también sin convertir en ambos partidos). En la Libertadores 2024 fue eliminado otra vez sin facturar en los dos cotejos decisivos, casi sin patear al arco, y en 2025 perdió la Supercopa Internacional ante un muy pobre Talleres.
No hay nada más dañino que pensar que una sola persona es la solución a todo. Gallardo ha demostrado ser un excelente entrenador y también que atraviesa una racha de malas decisiones bastante pronunciada. Desde 2021, y sin contar los dos últimos mercados multimillonarios, se reforzó con 19 futbolistas, de los cuales 16 ya no están en la institución. El club gastó más de 75 millones de dólares. Se fueron joyas de la cantera para que aterrizaran los Vigo, Herrera, González Pirez, Fontana, Elías Gómez, Pochettino, Paradela, Palavecino, etc. Desde 2021, llegaron 4 laterales por derecha: Vigo, Herrera, Bustos y Montiel. Todos gestión Gallardo. La masa salarial del club ha crecido exponencialmente y puede representar una preocupación a futuro. Es un punto en el cual tienen responsabilidad también la secretaría técnica -que bien valdría una investigación más profunda para entender para qué está y qué hizo durante estos últimos años, más allá del resumen de la columna anterior- y la dirigencia.
Ya suenan refuerzos para el segundo semestre y el Mundial de Clubes ¿Hasta qué punto es saludable esta prepotencia de chequera de los últimos mercados, pagando futbolistas bastante más caros de lo que sugiere la lógica? No tenemos que pedirle al DeLorean ir tan atrás en el tiempo para advertir que, solamente desde el regreso de Gallardo, River trajo al menos un refuerzo en cada posición entre los jugadores de campo: Bustos y Montiel en el lateral derecho, Pezzella y Martínez Quarta entre los centrales, Acuña en el lateral izquierdo, Enzo Pérez, Castaño, Galoppo, Meza y Rojas entre los mediocampistas y Driussi y Tapia para la delantera.
LO QUE SE VIENE
El formato del torneo, que permite que un equipo salga campeón aún luego de haber firmado una floja fase regular, es una de las ilusiones que quedan en pie. La otra es esa que reza que el chip cambia en la Libertadores. River viene de obtener un triunfo en Perú que, como detallamos en la columna anterior, es para celebrar, pero no para sobrevalorar.
Los rivales ecuatorianos tienen a favor sus localías, pero ambos cuentan con menos materia prima que en años anteriores. Barcelona presenta a Felipe Caicedo como máxima referencia. Un delantero potente con pasado en Europa, que ya cuenta con 36 años y recién está recibiendo sus primeros minutos en la temporada. El otro punta es el uruguayo Octavio Rivero, un trotamundos que pasó por casi todas las ligas del continente. Dos de sus principales refuerzos para esta campaña son el argentino Gastón Campi y Jhonny Quiñónez, quien no pudo hacer pie en Independiente.
Lo de Independiente del Valle es más notorio. Club ejemplo en la captación y formación de jugadores, ya mostró una versión decepcionante a nivel internacional la temporada pasada, cuando incluso no le pateó al arco a un Boca que había sellado el papelón de no anotar sus refuerzos a tiempo. Su mejor futbolista, Kendry Páez, ya no es tenido en cuenta porque prontamente quedará habilitado para debutar en Chelsea y, durante este año, ha viajado varias veces a cumplir etapas de entrenamiento con el club inglés. Su potencial creativo radica en el ex River Juanito Cazares, en Justin Lerma (actualmente en el Sudamericano Sub 17) y en el experimentado Junior Sornoza. Para la delantera, se reforzó con el argentino Claudio Spinelli, un futbolista que marcó apenas 2 goles en los últimos 3 clubes en los cuales jugó en nuestro país: Gimnasia, Argentinos Juniors y Lanús.
No hay que subestimar, pero tampoco sobrevalorar. River tiene la obligación de clasificarse en ambas competencias, pero también de mejorar claramente su rendimiento. La esperanza se mantiene, por respeto a los antecedentes, pero es hora de que Gallardo de respuestas, con su equipo adentro de la cancha y también para el hincha cuando las cosas no salen. No podemos ser justificadores seriales por amor a un ídolo, al punto de caer en barbaridades como despreciar los resultados en el torneo local “porque con Gallardo siempre fue así y nos devolvió la trascendencia internacional”. River es demasiado grande como para elegir una cosa y que la otra vaya al tacho de basura. Primero está la camiseta.
