Decime si no te chocó alguna que otra vez escuchar a más de uno definirse a sí mismo como "humilde", o si no te viste resaltándolo en las personas que más valorás. Entre muchos futbolistas la humildad se exagera tanto que termina por ser artificial. Ya se fue, así que voy a usar tranquila a Jonatan Maidana para un experimento.

El fútbol nos fue acostumbrando, como la vida, a naturalizar la falta de palabra y también el exceso de ellas. Contratos que no se respetan, amores por los clubes que parecen "de verano", falsas promesas y un actor fundamental que termina por nublarlo todo: el dinero. Durante estos casi nueve años, Maidana fue una isla en medio del océano. Hay dos imágenes que lo pintan entero desde lo exterior, una cabeza repleta de cicatrices y su mirada sigilosa y atenta. "En el descenso no había que esconderse, sino entrenar y poner la cara", respondió alguna vez para dejar escapar, así, su parte invisible, la de llamar las cosas por su nombre. He aquí nuestro objeto de estudio: el guardián de la manada.

 

Fue el único caudillo de esos cuatro que se inmortalizaron en remeras y tatuajes que se quedó acá, que los vio irse. Cuenta la leyenda que más de un excompañero alguna vez le dijo "no seas boludo, negro, andate, pensá en vos". Es que ni ellos podían creer que se quedara a lucharla de atrás, que se bancara ovaciones mientras precalentaba a un costado y parte de la prensa le sacara el cuero al tildarlo de exjugador. Los recuerdos de un 2015 glorioso como estandarte de una defensa histórica parecían diluirse. Los dejó a todos en offside: recuperó su lugar ni más ni menos que en un Superclásico.

Con su grito contra Boca derribó nuestros preconceptos antes de lo esperado. Esa corrida y festejo infinito nos enseñaron que no le iban a pesar sus comienzos en la Ribera, barrio que entre otras cosas dio a luz a nuestro querido club. La memorable remontada con Cruzeiro se hizo posible: con su gol en el minuto 45 del primer tiempo, donde vimos que tenía el poder de volar: se elevó por encima del resto y puso el 2 a 0, con el córner de Rojas. ¿Cómo olvidarnos? Su duelo con Gignac, un jugador que vino del Marsella a Tigres, todo un símbolo del poderío económico mexicano. Un crack francés que un año después estaba jugando para su selección la final de la Eurocopa: Joni lo borró.

Maidana fue un guerrero silencioso que se quedó en Núñez a darle pelea a las más difíciles batallas. Las vivió todas. En una Era donde la foto le gana al momento, él nos dejó un puñado de recuerdos navegando en la cabeza que vamos a poder revivir en cada camiseta 2 con su nombre. No necesitamos ni mencionar que ganó la Libertadores más importante de la historia, a nosotros nos basta con recordarlo en la mitad de la cancha contra Gremio, dejando cansancio y desgaste de lado, para que el equipo se pueda parar bien arriba y presionar.

La Real Academia Española podría sumar un asterisco y contemplar al defensor como acepción de esa palabra que tantos quieren apropiarse, pero que solo alberga la esencia de nuestro ídolo: humildad es Jonatan Maidana. "Si vuelvo algún día a River será para alentar desde la tribuna, como un hincha más", te esperamos, Joni, aunque te saliste con la tuya y nos dejaste sin tu partido despedida, pero con un último recuerdo, el de tus ojos vidriados y la mano en el corazón, tranquilo, yéndote por lo bajo.