¡Verás que todo es mentira, verás que nada es amor… que al futbol nada le importa! Sí, uno se queda con el sabor amargo del 3-3 final. ¿Cómo desmentirlo? Sin embargo, hubo otro River. Tuvo swing, y poesía. Despertó alegría y electricidad en la gente, más allá del resultado, y eso también cuenta. Y mucho… El equipo se fue aplaudido…
¡Qué otro gesto de mayor amor por el espectáculo puede haber que el regreso de un wing! Ayer Almeyda, que buscó tanto en ingenierías modernistas y no hallaba respuestas, encontró una tan simple, como vieja y casi archivada. Jugar con un puntero derecho. ¡Y vaya que encontró futbol! Aunque los dos puntos perdidos los suframos.
Nadie ignora que en futbol la “suerte es grela” y a veces el diablo mete la cola. Sin embargo, cuando un tipo como Rodrigo Mora nos devuelve un cacho de identidad, de la nuestra, ya el tango suena a milonga.
Cuerdas sensibles a la esperanza. Es que el uruguayo se dio el gustó en cambiarle la cara a River. No sólo bailó a Heinze hasta el ridículo, sino que hizo cosas de Loustau, de Cubilla, de Ortega y hasta de Pinino, como esa avivada del segundo gol que pareció una pintura cubista. El ojo y la cabeza para un lado, la pierna cambiada y el ángulo de foco para otro. El arquero desconcertado. El gol, una pintura que levantó el estadio.
Hablo del influjo Mora, porque a partir de ese jugador, bajito, guapo, encarador, que supo poner el cuerpo como Dios manda, River cambió el anodino esquema táctico que había mostrado hasta la fecha anterior.
Tomó más riesgos sacando el doble cinco, pero ganó en ambición, profundidad y velocidad. Hizo la cancha ancha y el equipo se vio obligado a hacerse más corto. En los papeles se pensaba en un partido a cara o cruz. Y así ocurrió. Por suerte, fue partidazo.
Newell’s aprovechó los primeros minutos y cobró por ventanilla el desacople tempranero, con un rebote de Pérez que dio Barovero -buena atajada- tras gran jugada de Scocco.
Fueron diez minutos de desacople, aunque la respuesta no se hizo esperar. A partir del desequilibrio de Mora, River fue copiando su “energía positiva”, y le rodeó el rancho a Guzmán como si fuera el Planetario. En pasajes arrasó con su rival y le fue a la yugular al buen equipo del Tata Martino. En ese primer tiempo, le creó infinidad de situaciones.
Fue lo mejor de River en el torneo. Con Sánchez, muy potente y dinámico, Rojas aprovechando su zurdita para cambiar de frente y encontrar los huecos, Ponzio -otra vez- a lo Ponzio, cada vez más líder y con mucha claridad. Trezeguet pivoteando y llegando. Rompiendo la racha con una tijera espectacular. Rogelio Funes Mori, preciso, sin apurarse, encarando por izquierda hasta con algún lujito. River era dueño y señor de la cancha, peloteaba a la Lepra, que la sacó baratita. Se fueron al vestuario y todo indicaba que el partido estaba abierto. Había que liquidarlo. Ya se sabe que River, cada vez que quiere dormirlo, termina muerto. Había que ir por más.
Y River fue. Mora, otra vez, jugó 23 minutos descomunales. Bajaron algunos “oles” de la tribuna, como hace tiempo no se escuchaban. Y el uruguayo obligaba a ser acompañado. Y en una de sus tantas incursiones al área, entró como diez, tras pase de Funes Mori, llegó al fondo sin ángulo, giró y se la devolvió al mellizo, que rompió el arco. El “tridente”, otra vez. Parecía la frutilla del postre…
Sin embargo, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”… Y casi de inmediato, cuando el Monumental explotaba de alegría, en una jugada fuera de contexto, se vino la noche. Las “buenas ondas” parecieron darle paso al maleficio que persigue a River de local. Barovero no gritó y Sánchez hizo “la gran Braña”, -de manera inconsciente le tiro el cuerpo y el brazo a una pelota cruzada e intrascendente-. Penal y gol de Newell’s, que encontró su resurrección de manera providencial, y al minuto, con River shockeado, armó una jugada espléndida y Scocco -la otra figura del partido- de sobrepique la clavó al ángulo.
Sería fácil crucificar a Sánchez, que jugó un muy buen partido, incluso como lateral, cuando debió pasar a la posición de Mercado -flojo en el tiempo que jugó- hasta que salió por una grave lesión. Y sería injusto pegarle a todo River. No fueron tantas las situaciones a favor del conjunto rosarino.
Incluso, River reaccionó sobre el final y si Rogelio, en vez de querer tirar a colocar, metía un fierrazo abajo, por allí se cantaba victoria. Hubiera sido altamente merecido.
Por eso River se fue aplaudido. No pudo llevarse los tres puntos, pero jugó a lo River. Salió a comerse al rival desde el minuto cero. Las circunstancias en el fútbol no son sólo desatenciones. También juegan.
Lo importante es que River encontró el camino con la saludable “vuelta de un wing”, ese Rodrigo Mora que obligó al 4-3-3, a la audacia, al coraje. Una irreverente aparición que pareció darle la razón a Platini: “El fútbol de ataque se murió cuando se cambiaron los wines por laterales volantes”. El resultado: ya se sabe, como el amor, como la vida, tantas veces “yira, yira”. Es tan cambiante y no hay respuestas…



