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Victoria cortita y al pie

Cuando uno tropieza siempre con la misma piedra, inexorablemente deber recorrer otros caminos. River abrió un partido cerrado con una jugada tan básica como extraña para estos tiempos de práctica rusticidad.

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Cuando uno tropieza siempre con la misma piedra, inexorablemente debe recorrer otros caminos. River abrió un partido cerrado con una jugada tan básica como extraña para estos tiempos de rusticidad. El venezolano César González, parado como wing derecho buscó ensanchar la cancha y, apurado por los defensores que lo cerraban, se apoyó en Cirigliano. Ezequiel, apretado, metió un primer enganche y limpió a uno, y la pisó varias veces. Hizo una, dos pausas, esperó el movimiento de los demás compañeros y se desmarcó. La sacó con derecha para la izquierda y se comió al segundo. Se apoyó en Sánchez, que volvía de la derecha, mientras que González aprovechaba el espacio vacío que él dejaba para meterse en diagonal. El pase del uruguayo fue exacto y el Maestrico, desde la raya, metió un centro gol que se desvió por el González de Huracán y se metió.

Tendrían igual el apellido, pero nunca el apodo. Maestrico es “maestro” y, si bien la jugada no es cien por ciento “made in Venezuela”, bien podría afirmarse que estos jugadores de buen pie contagian los palotes del fútbol. Volver al “abc” del toque, aquello que River añora tanto, cuando la potencia y el vértigo lo llevan una y otra vez a estrellarse. Tres pases bien dados, un par de engaños y un volante convertido en wing fueron la llave para abrir un partido complicado, que tuvo un primer tiempo para el olvido.

Ni con el cambio de esquema táctico River pudo disimular la equivocada elección de Vella como lateral por izquierda, el mal momento de Ponzio o los jugadores de espaldas en plena salida. Sin jugadores que la pidan, los defensores se veían obligados a dividir la pelota buscando a Cavenaghi y al Chori, que no se destacan por el salto.

¿Habrá pegado algún grito el Pelado en el vestuario para recordarles a sus elegidos que la materia prima de este deporte es la “redonda”? El ingreso de los suplentes aportó esa cuota de precisión. Que si bien no es para tirar manteca al techo, le cambió la cara y aportó pinceladas de calidad.

Después de esta “tanguedia” que padece el hincha de River, todo se convirtió en rock and roll en las tribunas y en la cancha. Asumiendo las disculpas a las repúblicas hermanas de Bolivia y Paraguay, que no tienen la culpa de que exista Boca. Y ya con el Chori suelto, profundo, y el Cavegol jugando de primera y definiendo el pleito como él sabe. La gente se deleitó con cada intervención de Trezeguet… ¡Qué elegancia, por Dios! En su manual dice “Prohibido jugar a más de un toque”. Un crack. Otro que contagia y que exige a Matías. Si el “Samuray” sigue su lógica, deberá volver a revisar la actualidad de cada jugador. En su descargo, cabe la realidad de que no cuenta con un plantel dotado de genios, pero sí rico en variantes.

Ayer quedó nuevamente ratificado. David y su estrella, Aguirre y su dinámica y todo lo hablado del “Maestrico”. Sin ignorar que otro que pide pista hace rato es el Keko. Da para pensarlo, pero si alguna vez le tocó a Cirigliano salir del once titular por bajo rendimiento, nadie es intocable.

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La conclusión es que River sigue sin mostrar un funcionamiento confiable y está lejos del ideal. Es una obviedad que sólo logra jugar bien a cuentagotas. Sin embargo, el técnico tiene a su favor que jamás apostó a un equipo timorato. Sus cambios intentan siempre ser ofensivos. Sigue buscando con su santa paciencia, ésa que el corazón del hincha cuelga en una percha porque no aguanta más. ¡Quiere ganar o ganar y ascender ya!

Como ayer, que había que ganar y se volvió a nublar, hasta que apareció la “vieja cátedra” de River. Cortita y al pie. La de Pedernera, la de Renato, la de Delem, la de Ramón. Un River “retro”, que abrió el partido con un “wing” -raza en extinción suplantada tácticamente por los carrileros, para desgracia del espectáculo-.

En fin, todo listo para tirarle el Monumental en la cabeza a Instituto. Una final anticipada, en la que para robarle la gloria al equipo de Franco habrá que entender algo de la lección de ayer: una pisada, una gambeta, dos toques, un caño, no siempre son simples firuletes ¿Qué sería del tango sin un corte y una quebrada? ¿El fútbol sin un “ole”, sin estética y magia? Hay que ganar, sí, pero sin olvidarse que a veces la mejor táctica es la técnica, no maltratar la pelota. Mejor, cortita y al pie.

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