(Mendoza – Enviado especial) River estuvo más desconocido que nunca y cayó 0-5 frente a Boca. Sufrió tres expulsiones, dos de ellas completamente absurdas. Ni siquiera los cambios de Marcelo Gallardo sirvieron para maquillar una actuación de que de ninguna manera puede pasar por alto.
Del shock absoluto a la resignación inexorable hasta llegar a la pesadilla del cierre, con tres menos y una dura goleada en contra. Así fue la noche de horror futbolístico que tuvo toda la gente del Millonario. Las esperanzas quedaron sepultadas mucho antes de que se jugara el complemento. Es que el primer tiempo fue una suerte de resumen de todo lo que puede salir mal, sin reacción entre golpe y golpe. Un desarrollo relativamente parejo dio un giro de timón con tres puñaladas calcadas y una roja innecesaria. Circunstancias que el deporte más popular del planeta presenta sin anestesia alguna.
La diferencia estuvo en la concentración. En la cabeza fría para aprovechar los huecos. No es lo mismo poner garra e ir a cada dividida como un autito chocador sin destino que pensar por dónde explotar los espacios. Ni siquiera es necesario mencionar que concepto se le aplica a cada equipo. Estuvo a la vista. Sebastián Palacios y luego Franco Cristaldo en una ráfaga le permitieron a Boca sacar dos tantos de ventaja. Primero, gracias a un error de Ramiro Funes Mori. El propio marcador central dejó un campo a la espalda junto a su compañero de zaga para el segundo revés. ¿Marcelo Barovero? Inmóvil, esperando al fusilamiento, en lugar de achicar inmediatamente.
Andrés Chávez, en un contexto similar, pero entrando por el frente izquierdo, resolvió al primer poste. Tan sólo iba media hora: 0-3. ¿Dónde estaban Gabriel Mercado y Jonatan Maidana? Vaya uno a saber… Así, a pura contundencia, de manera implacable, Boca goleaba. Como si fuera poco, Camilo Mayada fue expulsado a los 38 minutos de la etapa inicial, doble amonestación mediante. Sí, justo el que fue confirmado a último momento y venía de ilusionar a todos ante Independiente.
Cualquier hincha pensó “¿por qué no jugó Carlitos Sánchez?”. Pero Sánchez fue Carlitos en el sentido menos deseado. Exceso verbal contra Diego Abal -correcto en cada sanción, aunque siempre fácil pitarle a la banda roja- y expulsado, a los 11 minutos del complemento. Del 4-3-2 al 4-3-1. Y Teófilo Gutiérrez vio la roja después de dos años: 4-3-0. Ridículo. Absurdo. Triste para un equipo multicampeón. Quedaba un cuarto de hora por delante. A esa altura, un suplicio. No había forma de tapar tantos huecos. Y ocurrió lo que todos imaginaban, pero preferían evitar en el pensamiento íntimo.
Los ingresados Jonathan Calleri y Rodrigo Bentancur sellaron la goleada. Una goleada que duele, que de ninguna puede quedar en la anécdota. ¿Qué hay que hacer ahora? ¿Por dónde empezar? ¿Cirugía mayor? ¿Borrón y cuenta nueva sin importar lo hecho en el 2014? Un panorama difícil para un Gallardo que dio la cara para bajarle los decibeles a tanta bronca. Él no es culpable. Fue una caída que tiene como agravante el saludo de algunos jugadores del Millonario a sus rivales cuando concluyó el partido. ¿No se dieron cuenta del papelón que hicieron? ¿Tanta apatía se puede tener luego de esta humillación?
Gabriel Mercado, tal vez el más caliente, le recriminó a varios compañeros al entrar al vestuario. “¡Cagones!”, fue la frase que retumbó en la antesala de los camarines. ¿A quiénes? Es cuestión de emplear el sentido común. Un vestuario que deberá reflexionar. Urgente. Todo lo bueno en materia de superclásicos fue tirado a un tacho de basura, excepto la semifinal. Lo de anoche fue una auténtica pesadilla para los hinchas, quienes le pusieron la mejilla con dignidad a tamaño dolor. Ellos son los que realmente sienten que se les faltó el respeto.



