El 16 de febrero de 1975, un Monumental repleto asistió al encuentro entre River Plate y Estudiantes de La Plata con el que se inauguraba el Campeonato Metropolitano de ese año. Si bien el marcador no se movió y River no pudo pasar del empate sin tantos, la esperanza de conseguir un título tras 17 años de frustraciones, se había puesto en marcha de la mano del mayor prócer riverplatense: Angelito Labruna.
“Vuelvo a River para ser campeón” había declarado Labruna apenas firmó su vínculo con River, el equipo de toda su vida, en enero de 1975. Ángel había hecho una soberbia campaña en el Nacional del año anterior con Talleres de Córdoba y en cuanto recibió el llamado del presidente riverplatense, Rafael Aragón Cabrera, accedió presuroso al llamado de su corazón.
Aquel presente millonario era desolador, pues a la inmensa cantidad de años y torneos sumando frustraciones, pero con buenos equipos que se quedaban a las puertas de la gloria en innumerables e increíbles situaciones, se le sumó un 1974 paupérrimo. Dos glorias riverplatenses como Néstor Pipo Rossi y Enrique Omar Sívori fueron incapaces de enderezar el rumbo desde sus cargos de entrenador. La actuación en el Metropolitano fue algo esperanzadora, pero la posibilidad de pasar al cuadrangular final que decidía al campeón, quedó destrozada en la última fecha tras sufrir un lapidario 3-0 en Banfield. En el Nacional fue todo peor aún, aunque paradójicamente River logró la victoria más abultada de su historia, un 10-1 frente a Huracán de San Rafael que apenas maquilló un torneo nefasto en donde se clasificó quinto en un grupo de nueve equipos y en donde solamente clasificaban dos para la rueda final. En la antepenúltima fecha, River perdió con Gimnasia en La Plata y Sívori se alejó. En las dos últimas jornadas, el conjunto fue dirigido por Federico Vairo, cayendo derrotado en el último partido frente a la sensación del torneo: el Talleres de Labruna…
Ya bajo la batuta de Angelito, River decidió dar un golpe de efecto y sacudir el mercado con jugadores ya consagrados y con muchos títulos en su haber: de Talleres, Labruna se trajo a Héctor Ártico y Pablo Agustín Comelles; de Independiente llegó Miguel Ángel Perico Raimondo; desde Brasil aterrizó nada menos que el Mariscal Roberto Perfumo; desde Perú, Pedro Alexis González y del Paraguay, Pedro Bareiro; de Belgrano, la Pepona José Omar Reinaldi y se produjo el retorno de un ídolo millonario como Oscar Pinino Más, que volvía desde el Real Madrid. Esta constelación de figuras se sumaba a los jóvenes valores que ya estaban en el club y que Labruna consideró necesarios para su proyecto: Ubaldo Fillol, Daniel Passarella, Héctor y JJ López, Reinaldo Merlo, Norberto Alonso, Carlos Morete y Hugo Pena entre otros.
El grupo para salir campeón después de tantos años de mufa se estaba forjando de la mano de Labruna. El debut en el Metropolitano era ante Estudiantes. El Monumental se llenó de gente y de ilusión y explotó cuando salió River desde el túnel. El equipo millonario lució como novedad en el uniforme unas medias blancas inéditas en la historia riverplatense. Fue la última decisión de Angelito antes del estreno. River jugó un partidazo, aunque no pudo vulnerar a Oscar Pezzano, el arquero de Estudiantes. Pero la esperanza estaba en marcha. Las medias blancas habían llegado para quedarse hasta nuestros días y el River perdedor iba quedando en el mal recuerdo para dar paso a una etapa llena de alegrías y festejos.
