(San Juan – Enviado especial) River pagó caro su flojo comienzo, sufrió un gol y no logró llegar a la igualdad frente a Huracán que se le cerró atrás sin concederle espacios ni grandes ventajas. Así el Millonario desperdició la chance de levantar la Supercopa Argentina.
Frustración. Bronca. Desilusión. Está claro que de ninguna manera el trofeo iba a cambiar de foco el objetivo principal que, lógicamente, es avanzar en la Libertadores. Sin embargo, para River hubiera sido una alegría conseguir otro titulo en la víspera de la trilogía superclásica, sobre todo por el envión anímico que significaría a tan sólo ocho días de pisar La Bombonera.
Un gol definió la historia para el Globo en un inicio que fue con iniciativa para el equipo que dirige Marcelo Gallardo, aunque con peligro en favor de los conducidos por Néstor Apuzzo. El tándem conformado por Ramiro Funes Mori y Leonel Vangioni concedió demasiadas ventajas. Entre ellas estuvo la acción que culminó en la resolución certera del chileno Edson Puch, sin reacción alguna de un Marcelo Barovero vencido.
River no se cayó anímicamente, aunque en el afán por concretar la igualdad entró en un ida y vuelta peigroso por los espacios del medio campo hacia atrás. En ese contexto, volcaba los avances sobre la banda izquierda. Pero Gonzalo Martínez comenzaba bien las maniobras y las terminaba mal siempre. Como si todavía estuviera jugando en Huracán, le acertó permanentemente a las camisetas blancas.
La principal esperanza del Millonario durante la etapa inicial no funcionó. Tampoco anduvo en su nivel Carlos Sánchez, cuyos movimientos inteligentes se disiparon a la hora de terminar los avances. Entonces, adelante Rodrigo Mora y Fernando Cavenaghi fueron muy poco abastecidos. ¿El déficit destacado? La excesiva cantidad de centros, rechazados casi siempre, toda la noche.
Hubo una falencia del Más Grande, pero también el equipo de Parque Patricios supo reducirle espacios en la zona caliente, donde cualquier hueco sirve para rematar en el lugar indicado o desde afuera. De una manera u otra, River atacó sin éxito. El Muñeco apostó a los cambios. Aun así, todos los caminos condujeron al envío aéreo, la búsqueda rasante o la pelota parada forzada, tras tiros neutralizados, para que el ingresado Leonardo Pisculichi inquietara.
Lejos de su mejor versión, el Millonario igual mereció llegar a una definición por penales. El encargado de evitarlo fue Marcos Díaz, el mismo héroe que Huracán tuvo en la Copa Argentina. Es que desvió un tiro libre de Mora y después se lució al sacarle un cabezazo al uruguayo. Como si fuera poco, impidió un tanto desde el suelo. Adjudicarle la responsabilidad sería exagerado, pero River chocó con sus manos en las escasas posibilidades que generó para empatar.
Por lo tanto, aquella conquista de Puch fue determinante. Ahora, a dar vuelta la página. Llegó el momento de pensar en los superclásicos. River puede levantarse. Tal vez el golpe sufrido en San Juan alimente el fuego sagrado de un plantel que ya demostró lo capaz que es en las instancias mano a mano. No obstante, habrá que corregir detalles, tal como lo hace Gallardo para reducir el margen de error.
+ Así fue el recibimiento de River en San Juan:



