River exhibió un funcionamiento pobre y, pese a tener algunas chances para alcanzar la igualdad, perdió 0-1 de manera merecida frente a un Huracán tan práctico como inteligente para cerrarle los caminos. Lo positivo es que faltan tres semanas para la revancha.

La imagen de River fue preocupante. Una suerte de extensión sobre lo ocurrido ocho días atrás en Brasil. El equipo está completamente desconocido, sin rastros de aquel que es vigente campeón de todos los certámenes organizados por la Conmebol. El traspié sufrido esta noche de ninguna forma fue producto de una casualidad ni un accidente, más allá de que el gol de Cristian Espinoza llegó justamente por una falla individual de Milton Casco.

Un cierre del lateral izquierdo permitió que el Globo aprovechara para hacer la diferencia. Martín Nervo salió sin problemas hasta el medio y buscó a Daniel Montenegro, que asistió a Espinoza, autor del tanto al interpretar el movimiento que haría Casco, cuyo perfil invertido le jugó una mala pasada. Sin embargo, el Millonario fue superado por el conjunto de Parque Patricios. Es que el adversario fue tan práctico como inteligente para manejar el balón y agruparse bien cuando no lo tuvo.

Por momentos, dio la sensación que el local era Huracán. River nunca pudo ejercer un dominio nítido durante la etapa inicial. Sí lo consiguió en el segundo tiempo, cuando el equipo visitante cedió campo y pelota. Marcelo Gallardo movió el banco: Luis González, de pases certeros en varias ocasiones, y Tabaré Viudez, con escasa participación, por Sebastián Driussi, perdido como volante interior, y Gonzalo Martínez, cuyas decisiones fueron casi siempre desacertadas.

River dependió exclusivamente de jugadas esporádicas. Lucho aportó criterio, Matías Kranevitter brindó confianza en el primer pase, mientras que Jonatan Maidana -la figura del Más Grande- y Emanuel Mammana supieron controlar en la mayoría de las acciones al peligroso Ramón Ábila. Mención aparte para el delantero del Globo, quien sobre la hora perdonó la serie: en un contragolpe quedó mano a mano, definió por encima de Marcelo Barovero y el travesaño se vistió de héroe para darle vida a River.

Lo cierto es que el Millonario buscó de la manera que pudo. Abusó del centro porque le fue imposible romper la línea defensiva de un Huracán casi inexpugnable. Nervo y Federico Mancinelli deben tener chichones. Lucas Alario jamás resolvió cómodo, en tanto que el ingresado Javier Saviola desperdició su chance en un desborde de Carlos Sánchez, de rendimiento opaco esta noche. Así, River se repitió en envíos cruzados y aéreos, sin éxito. Perdió en casa, pero todavía puede revertir el golpe: su mejor aliado serán las tres semanas hasta la revancha. Ahora, a trabajar fuerte, mejorar y consolidar una idea.

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