Vieja querida, te pido perdón. Esperaba regalarte una sonrisa y un abrazo de felicidad y acá estoy de nuevo falluteándote. Vos que me enseñaste a querer a River tanto o más que el viejo. Que siempre me hiciste gamba. Que bancaste todos los domingos que cambié las pastas en familia por estar junto al Millo. Que este domingo -tu domingo- volviste a enseñarme tu incondicionalidad, sin reclamarme nada. Soñando con verme volver con la moral alta, bien alta, para esperar el clásico con algo más que ilusiones. Otra vez, volví con las manos vacías de fútbol. Y se me desinfló el pecho por un rato. Pero por un rato, nomás, ¿eh? Y no pudo ser, porque volvimos a jugar mal, no sólo a perder. Y eso no sólo me llena de remordimientos, es lo que más joroba, ¿sabés?
Disculpá vieja. Venía embaladito con las dos goleadas. Pero está escrito, que este equipo todavía es una caja de sorpresas. Cuantas más fichas le ponés sale punto. Cuando menos lo esperás es banca. ¿Qué se yo? Todos creímos que ganarle al Cervecero no era un trámite, pero había que aprovechar que venía para atrás. Siete fechas sin ganar para las huestes de “Aníbal”, no era poca cosa. Si hasta soñé que si pegábamos seis puntos seguidos nos prendíamos ahí. Y nos volvimos más que mojados… pillados por sus “elefantes”. ¿Te imaginás lo que podría haber sido? Una semana preparando la previa contra “ellos” con toda la adrenalina. Y no… otra vez, el plato quedó ahí, los ravioles fríos, la torta casera casi sin tocar, y esta cara de amargura que me la piso. Como dice papá, otra vez “el pescado sin vender”.
Daba para entusiasmarse. Ellos sin Caneo, nosotros con Lanzini por Aguirre, sin embargo, otra vez sopa. El River protagonista con el “Manu” adentro y enchufado duró lo que un soplido. Apenas diez minutos hasta que el chino Luna desperdició lo que Cauteruccio luego -casi desde la misma posición- transformó en gol. El chino rifó la oportunidad de abrir el marcador y a partir de ahí retornó la vieja película: ¡cuánto nos cuesta mantener la serenidad cuando el gol no llega temprano! Aquel arranque de pelota bien tratada pasó a ser un espejismo. Y entre la fricción, la mala intención, el partido se partió en mil pedazos. Fueron apareciendo cristales rotos, desperdigados por todos lados. No acertamos más dos pases seguidos. Pidió paso nuestra vieja conocida imprecisión y ante la urgencia se quedó a vivir hasta el final. Y en ese terreno, a lo “indio” nomás, los Kilmes nos fueron arriando. Y nosotros nada. Sin respuesta colectiva, ni individual. Bastó que dos veces nos tomaran de contra mal parados y Barovero le tapara un mano a mano al goleador de barbita, para que los miedos nos conviden al pelotazo. El partido que se iba despacito, en una sarta de imprecisiones, pases a los contrarios y mucho juego fuerte no sancionado abusando de la cancha resbaladiza, incluidas dos jugadas dudosas en el área. Primero la de Lanzini, tomado arriba en el área, cuando ya estábamos 0-1, y después la compensación con la no expulsión de Barovero en el penal no cobrado a Telechea.
Otra vez la vuelta a la irregularidad. O a la normalidad. Ganó, pierdo. Pierdo, gano. Otra vez en el sube y baja. Otra vez River desencontrado en un partido embarrado por donde se lo mire. Y esta vez no es que el rival se refugió atrás. Hubo cero ideas y el gol quedó circunscripto al primero que se equivocara feo y ése fue River. Terrible “furcio” letal de Bottinelli, que nos mató de un flechazo.
Por eso vieja del alma, aguantá. Aguantá una semana más. Toda esa condescendencia que vi en tus ojos, como si lo hubiéramos pensado juntos. Que valía la pena ir a reforzar la esperanza. Vos que entendiste que el mejor regalo en el Día de la Madre, era ir a confirmar los argumentos para ganarle a Boca. A revalidar los pergaminos goleadores, que ahora quedaron menos legibles que un papel mojado. Que valía la pena demorar la fiesta unos días más, para después tirar la casa por la ventana. Todo, todo eso que nos dijimos sin hablarnos y que salió mal, el domingo lo tenemos que revertir.
Todo este esfuerzo tiene que tener su recompensa. Dale vieja, ahora hay que redoblar la apuesta. No me dejés caer ahora. Vas a tener tu regalo, igual lo vas a tener. Te lo aseguro. Ganarle a Boca es lo más lindo del mundo. Te lo merecés más que nadie. Aguantá, aguantá una semana más. “Que el domingo cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar”.



