El Más Grande fue superior a Boca y le ganó 1-0 en el Monumental. Así, logró sus dos objetivos principales, que eran conseguir los tres puntos y sin recibir goles. Dentro de apenas una semana, resolverá la serie como visitante con la esperanza de repetir lo hecho en la Recopa, incluso con el mismo autor goleador.
River lo jugó como tenía que jugar. Los superclásicos son así, duros. Pero en ese contexto, el Millonario le dio una enorme alegría a sus hinchas. Lo hizo con justicia porque fue más que su eterno rival y, cuando parecía que la igualdad en cero era inminente, consiguió un penal de la galera -clave el ingreso de Gonzalo Martínez- que Carlos Sánchez cambió por gol. Desde ya que todavía existen lamentos por la chance que Teófilo Gutiérrez desperdició al no dar un pase al centro, pero el triunfo es muy valioso.
Luego de la caída del domingo pasado, Marcelo Gallardo sabía que necesitaba corregir el funcionamiento. Sobre todo en el medio campo, donde concedió una ventaja determinante. Por eso, pese a que los antecedentes eran desalentadores, reunió a Leonardo Ponzio y Matías Kranevitter. Salió 11 puntos porque se entendieron de maravilla. Ambos fueron fundamentales. Marcaron el ritmo de un River agresivo, voraz, con la bronca por el fin de semana anterior.
La tarea del primer tiempo rozó el excelente a nivel táctico. Faltó el gol nomás. El Millonario presionó arriba. Fue un conjunto corto, activo, rápido para ganar en las pelota divididas, práctico para darle un destino seguro a la pelota, sin correr riesgos y profundizando por afuera. Asfixió a un Boca que llegaba con puntaje ideal en la Libertadores. No lo dejó pensar. Luchó metro a metro, balón a balón. Le hizo sentir el rigor de la localía, empuje mediante de los hinchas, al eterno rival.
Sin embargo, le faltó mayor peso ofensivo dentro del área. Teo exigió siempre por todo el frente de ataque, acompañado por el perseverante Rodrigo Mora. Sebastián Driussi aportó dinámica, mientras que Carlos Sánchez picó por sorpresa, aunque contrarrestado a tiempo. El secreto era cruzar la pelota, abrir a Boca. Pero como la ventaja no apareció, el desafío era sostener la misma intensidad en la segunda parte, cuando Jonathan Calleri obligó a que Marcelo Barovero se luciera.
Una vez superado el temblor inicial del complemento, River poco a poco recuperó el sello de la etapa anterior. Arriesgó más de la cuenta en la salida. Comenzó a ser más punzante en la elaboración, aunque necesitaba variantes para lastimar. La pelota parada era un recurso sin éxito. Entonces, el Muñeco decidió poner al Pity en lugar de Driussi. Enseguida dio sus réditos porque Martínez sufrió la falta del penal. Salió de la nada. Fue como agua en el desierto.
De ahí en más, River tuvo que aguantarlo porque siete minutos después de la conquista llegó la ingenua expulsión de Gutiérrez, como consecuencia de un planchazo. A la hora de replegarse, reducir espacios y ser pragmático, el Millonario cumplió. La defensa, con Jonatan Maidana como pilar, imponiendo su presencia en el cuerpo a cuerpo, rechazando y dejando sin efecto varios avances visitantes. Como si fuera poco, puso dos pelotas muy buenas. Fue una síntesis del carácter e inteligencia de La Banda para quedarse con el Superclásico en el Monumental.
+ Las mejores fotos de la victoria de River




