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River, el Gran Pez a pesar de la derrota

River dejó la punta, el invicto, perdió contra Aldosivi -que venía de ocho fechas sin ganar- y jugó como si estuviera freezado.

pablo-desimone

Más allá de las leyendas, los seudónimos y las tradiciones en la B Nacional, “El Gran Pez” de este torneo se llama River Plate. Salvo que, como pasó ayer en el Bajo Flores, ese pez grande se sienta en un estanque pequeño y el océano lo empiece a ahogar. River dejó la punta, el invicto, perdió contra Aldosivi -que venía de ocho fechas sin ganar- y jugó como si estuviera freezado.

Le abrió las puertas a la ficción. Llegaba un “tiburón” de mandíbulas desafiladas, que en honor al viejo equipo del gremio de pescadores de La Feliz, igual se lo comió. Histórica victoria del verde del puerto marplatense y una “infeliz” y amarga tarde, para un River que naufragó futbolísticamente. Bastaron dos cabezazos para hundirse en el bañado de Flores. Golpazo.

Los peces grandes no llegan a viejos porque si. Sino por su astucia y su bravura. Y a River le faltó inteligencia y actitud. Ni hablar de la magia que nunca se la pedimos, porque el “Chori” Domínguez, el más dotado, parece no estar apto por ahora. Entonces, lo de River se remite a la lo que puede generar en rendimientos colectivos parejos, y con mucho pero mucho amor propio. Para presionar, para no dejar pensar al rival, para meterlo contra los palos y liquidar a sus rivales con movilidad y por demolición. Ayer no tuvo nada de ello.

Hubo un aviso de arranque que la defensa estaba endeble. Sin embargo, en un lapso que se extendió hasta el gol que Ríos no se decidió a convertir (amagó tanto, que terminó pateando con displicencia), hubo un pequeño pasaje donde el equipo pareció despertar. Bastó que Furios metiera ese insólito cabezazo de pique al suelo para sobrar a Chichizola. Para que afloraran todos los puntos débiles de un equipo que pareció sin brújula, sin convicción, ni claridad.

Aldosivi cambió de rol y se convirtió en el sabio pescador. Le regaló la franja derecha a Vella para que éste subiera y contraatacó por allí. Flojos los cierres de Ferrero, que estuvo horrible en las entregas. Estuvo nervioso y apurado como el arquero. Además, Aldosivi clausuró espectacularmente la banda izquierda del millonario. A Ocampos no le dio espacios y ya sabemos que el pibe acorralado termina chocando más que un karting. Y Arano, que no subió nunca en la primera etapa, no fue una salida.

Encima, a Aguirre se lo comieron como a una mojarrita frente a un cardumen de pirañas, y Sánchez intentó como siempre, pero sin claridad. Lo mismo Cavenaghi, que sigue tirándose atrás sin que nadie aproveche todo su esfuerzo. Así, la impotencia fue in crescendo de manera alarmante. Sin Cirigliano -se lo extrañó mucho-, faltó carácter, porque Ledesma juega lejísimo de sus externos debido a que sufre la vuelta. Además, no pasa mitad de cancha.

Entonces, quedó un equipo largo e impreciso. Ni siquiera el empate “inventado” por el árbitro fue la llave para abrir la lata de sardinas. La Nereida nunca se dejó hipnotizar ni cuando la gente pedía usar un anillo de oro como carnada. River no lo posee, le falta talento. Y Aldosivi no se regaló nunca: juntó líneas y aguantó. Le regaló el dominio territorial y acuífero. Sin pasar grandes zozobras, se lo vio dispuesto a hacer historia.

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Sobrepasó ese momento inicial de naufragio que siente los despiadados mordiscos del sol y el cielo poblado de puntos luminosos, pero no se obnubiló. River no amenazaba con la dentallada letal y ni se asustó. Toda su angustia fue su reciente pasado y su cautela lo que le pedía realidad. Sobre el final, sacó pecho y se decidió a incursionar mar adentro. Fue por la historia.

Con el primer córner, metió miedo. Cuando llegó el segundo, el estadio presumía que algo malo estaba por suceder. Cuando un equipo viene de no sentir sed ni hambre y piensa que está muriendo, insospechadamente se vuelve a llenar de esperanza. Aprovechó el estado de embotamiento del “Gan Pez” y decretó su muerte con un cabezazo al primer palo de Zunino. Arponazo.

A esa altura, River había perdido la noción del tiempo y del espacio. La enseñanza de que la vida te da sorpresas… algo que un “pez gordo” no puede ignorar. River, el gran constructor de cuentos de fútbol, debe recuperar la imaginación. Así construyó su identidad, contando historias de héroes futbolísticos. Así se hizo inmortal. No hay líder intelectual y hay que afinar el sueño grupal, que esta vez estuvo ausente. Vamos a seguir soñando. ¡Somos el Gran Pez!

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