Pidiendo permiso llegó Ignacio Scocco a River. Con una sonrisa y perfil bajo se sacó fotos con todos los socios que salían de sus actividades, una apuesta algo arriesgada aquella noche en el Monumental. Bajaba de firmar su contrato en Núñez y empezaba su Odisea
¿Arriesgado? La madurez en el documento y la dificultad que les ofrece el Millonario a quienes desembarcan sin años de práctica en las Inferiores podían haber hecho titubear a los valientes que ya tenían su selfie, aún sin ningún partido en la primera de River. Sin embargo, “clase” y “potrero” traían un tilde verde en el Curriculum Vitae de Nacho. Porque hasta los jugadores más exitosos alguna vez desempolvan un CV.
Por favor le pedimos al Muñeco en más de una oportunidad para que el delantero tuviera minutos. El tipo siempre la aguantó desde donde le tocó, en el once de memoria o como suplente. La calidad no se puede esconder y los goles a Boca, tampoco. La camiseta le quedó pintada desde el inicio y, tanto adentro como afuera de la cancha, su personalidad hizo escuela con perseverancia y educación. ¿O a alguno le cabe alguna duda de que también era bien “nuestro” por su forma de ser?
Los cinco goles a Wilstermann, su alegría en Madrid, donde fue espectador de lujo de la final más importante de la historia, su delicadeza para permitirse homenajear a Ariel Ortega en medio del frenetismo de uno de los goles más hermosos que le vimos hacer en el Monumental. O esa picardía de humillar y apilar rivales como ante Olimpo. Todo eso fue Nacho para River. Todo eso, junto con su esfuerzo por eludir una jodida lesión de más de siete meses.
“Es un diez disfrazado de delantero”, se le escapó a una máxima Gloria de River en la confianza de una cena viendo el partido donde Scocco era homenajeado por Newell’s. Jugó a la altura de donde se sentía: en el patio de su casa. Un goleador axfisiante que explicó con hechos por qué se merecía el respeto de todos nosotros. Y el del fútbol. Con la templanza necesaria para esfumar la culpa, brilló a pesar del dolor. Esa noche muchos entendimos que arrancaba la cuenta regresiva de su estadía en River.
Gracias, a un caballero. Se va por la puerta grande para reencontrarse con sus viejos compañeros y a terminar su carrera donde le enseñaron a predicar con elegancia el potrero que tan felices nos hizo.Se va cumplir con su palabra.