No había populares cuando el sol comenzó a asomar por el Río de la Plata la mañana del viernes. Una larga cola de gente aún sin entradas rezaba para que quedase alguna. Pero no, agotadas. Como pasa todos los partidos donde se presenta el equipo, las entradas vuelan. No quedaba otra que comprar una platea tasada por la institución de La Paternal a $ 200. Una locura a prueba de cualquier bolsillo argentino.
Sin embargo, llegó el domingo y más de uno caminaba por las paredes por no tener su entrada. Por eso varios decidieron ir a probar suerte con la nefasta reventa. Nadie se lo quería perder, el equipo se jugaba la punta y había que estar. La calle Boyacá, lugar de ingreso de los hinchas millonarios, estaba llena de simpatizantes, como así también de policías y revendedores. La escena la completaban los parrilleros y los vendedores de banderas, entre otros.
El precio ya estaba fijado de antemano por el revendedor, sin posibilidad de rebaja. Exactamente $ 100 costaba la popular, un billete con la cara de Julio Argentino Roca costaría el ingreso que originalmente costaba 40. Es decir, dos veces y medio su precio.
Pero aún la tarde guardaría una sorpresa. No sólo estos revendedores tenían populares y plateas, también entradas para menores. Como bien está inscripto en dicho ticket, la entrada permite el ingreso a simpatizantes hasta 11 años de edad. La misma costaba 80 pesos y la hora de comienzo del partido jugaba en contra.
Bastante lejos de aquellos 11 años y con la entrada en mano me arriesgué a ver qué me depararía el futuro. Sólo dos finales tendría: adentro o afuera del estadio Diego Armando Maradona. Luego de pasar por el cacheo, el encargado de controlar los tickets pregunta: “¿Cuántos años tenés vos?”. Un susurro con cara de poker y elevando mis hombros quitaban toda veracidad a mi respuesta: “11 años recién cumplidos, jefe”. Los dos nos miramos y hubo un incómodo silencio por algunos segundos. Se hizo el distraído y por instantes volvía a mi infancia.
Imagen: La Página Millonaria.
