Aprendimos a quererte, desde la histórica cancha de Lugones y Udaondo. Guerrillero del pueblo del “soldado heroico”. El San Lorenzo de Santa Fe, allí donde Cabral salvó la vida del General San Martín. Tamaña coincidencia, “jefecito”. Toda una vida socorriendo vidas a tus costados, cerrando las salidas en falso de las defensas, dejando el alma en cada cruce.
Siempre empujando con los dientes apretados, los ojos desorbitados y trabando hasta con el pecho como aquella noche de lluvia en cancha de Banfield por la Libertadores. Siempre tuviste ese plus. Por eso Diego tuvo que aceptar que antes que el genio de Messi, eran 10 y “Massss…Che”. León imprescindible para épicas batallas. Debutaste en la Selección de la mano de Bielsa en el 2003, antes que en la Primera de River.
El “loco” que no comía vidrio ya te había puesto el ojo y le ganó de mano a Pellegrini. El fútbol argentino logró dos medallas Olímpicas en 2004 en Toronto y 2008 en Beijing con tu capitanía. River, que después de muchos años había hallado al heredero de Gallego, Almeyda o Astrada, no pudo evitar tu partida. Esa que todavía está sufriendo.
El vacío en el medio campo millonario hasta ahora cubierto a medias por el regreso de Matías. Es tan grande su dignidad y entrega como el esfuerzo que lo pone al borde de lo inhumano. Y aunque amaga con largar, no se rinde nunca. Igual que vos, ambos tienen esa épica combativa que deben caracterizar a los “cinco” de River. Matías ha sido para River esta temporada lo que tu figura es para la albiceleste hoy. Andás cargado de trotyl, minando el transito de los elegantes y finos volantes que evitan enfrentarte. Los fans del Liverpool te bautizaron como “ the little chief” y “monster”. Hoy sos, más que nunca “el Comandante Javier”. Andás derramando sudo y relevos por el Africa hambrienta. Igual que el Che, en aquella “misión” congoleña.
Hoy somos ¡MASSS..CHE! que nunca. Por dar la vida por el equipo. Por no dejar nunca al hermano tirado. Por aborrecer las retiradas cobardes. Por luchar por las utopías y llevar de la mano de sus férreas convicciones a los otros diez. Con Verón o sin Verón. Con Maxi o sin él. Con tres o cuatro en el fondo. Siempre vos. Vos solito, para mancarte un ejército. Para que los de arriba después hagan lo suyo. Pero antes que nadie. Vos. Con tu metro setenta y cinco y tu chaleco antibalas. Vos para meter y cagar a gritos al resto. Esos que quieren liberar a la Argentina de la abstinencia de Mundiales de 24 años. Aquí se extraña la clara, tu entrañable transparencia. Jefe de jefes, Mascherano.
