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La heroica no es el camino

El pibe Pezzella salvó las papas, en una aparición fantasmal y perfectamente definida, tras una avivada de Ponzio. Semienterrado en su propia impotencia, River salvó un punto del Cementerio de los Elefantes, cuando Colón ya festejaba la punta del camp

pablo-desimone
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El pibe Pezzella salvó las papas, en una aparición fantasmal y perfectamente definida, tras una avivada de Ponzio. Semienterrado en su propia impotencia, River salvó un punto del Cementerio de los Elefantes, cuando Colón ya festejaba la punta del campeonato.

A la luz verde del Sabalero de Sensini se le oponía la amarilla de Almeyda. Uno, ganador y en racha en el Argentino y el “Evita”. El otro, River, buscando el cómo, dónde, el cuándo, el con qué… Para ello, el Pelado metió tres variantes insospechadas que, según sus declaraciones, apuntaban a recuperar “tenencia de pelota”, ciertamente un bien escaso.

La idea era darle circulación y no pelotazos al equipo. Sin embargo, o se miró mucho el ombligo, o bien no leyó el presente de este Colón, un equipo que pasa con mucha velocidad al ataque, por lo que hay que tener gente rápida para anticiparlo. Curuchet fue una pesadilla en la primera etapa. Y aún con Prediger afiebrado y Bastía en una pierna, la enfermería de Colón tuvo mucha más reacción donde se cocina el partido.

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En la primera etapa, River decepcionó. Estuvo desarmónico, lento y exasperantemente impreciso. Los cambios merecen un párrafo aparte.

Pezzella Ingresó con la función de defender, claro, pero además de ser salida con pelota por abajo. Sin embargo, desbordados los medios le tocó mucho jugarse el cuerpo en el mano a mano. Y ese no es su fuerte. Cuando le tiran el camión encima, generalmente pierde. Deberá trabajar mejor los tiempos para salir a cortar. El viejo y sabio Lobo Ledesma, convocado para hacer dos o tres cortas en mitad de cancha. Trabó y ganó. Miró hacia sus costados. Y mientras que nadie se le movía, parecía que se terminaba el partido. Inevitablemente se la robaban. Y arriba se apostó por Cazares, pero otra vez, igual que Lanzini, muy recostado sobre la izquierda. Jugando casi como extremo está obligado a desequilibrar por potencia y habilidad en ese sector, cuando su fuerte es la pausa y la conducción, pero como enlace. Si a esto le agregamos los años de Ponzio más los de Trezeguet y las tremendas equivocaciones de anoche de Sánchez, River fue un equipo amorfo, viejo. Sin ideas, con once tipos desparramados, en posiciones equivocadas. La cabeza en los pies. Los pies en las rodillas. ¿La tenencia? Bien, gracias.

Se imponía una nueva planificación para el complemento. Algo más de audacia. ¿Quizás el Keko, como volante por derecha con posibilidades de llegada? Repito: Sánchez deberá mejorar muchísimo. Está pasado de rosca. Y es una máquina de rifar ataques.

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Ingresó Rojas por Cazares y tuvo mucha más participación. Al punto que Funes Mori entró en acción, metió un par de desbordes y tuvo algún chispazo del nueve que se sabe generar su propio espacio y River se fue arrimando de a poquito al arco de Colón. Hubo un lapso sobre la mitad del segundo tiempo que Colón aflojó el ritmo, quizás sintiendo el esfuerzo del partido con Racing. Y cuando todo indicaba incluir otro punta, Almeyda no se animó. Sacó al Lobo y metió a Aguirre. No quiso arriesgar. Y pagó.

Todo el rojinegro esta “Esperando a Tito” –el magnífico cuento de Saccheri- y el implacable goleador Ramírez –recién ingresado-, en la primera que tocó, metió un frentazo impecable. ¿Y ahora? River fue a la carga barraca. Tiró más que nunca, el frac que alguna vez lo distinguió y sigue ausente y sin aviso. Se puso el overol. Metió a Mora y fue. El “pibe de Selección” mostró su rebeldía y metió un fierrazo para establecer el empate que salvó la noche, y Colón terminó en el “Pozo”.

Hay que decirlo, River no se defendió como lo hizo San Lorenzo en la fecha pasada. No se colgó del travesaño. Pero cosa curiosa en Almeyda, esta vez careció de ambición. River debe resolver varios enigmas. Y el que dejó su imagen ayer en santa Fe, fue desconcertante. No funcionaron los cambios. Vendrán otros seguramente. En el “mientras tanto”, angustia… no saber para qué está. “La heroica” es quemar las naves. No es el camino. Y lejos, muy lejos, nos está quedando ser “el más grande” por su fútbol. Almeyda no come vidrios y lo sabe. Busca y no encuentra el rendimiento colectivo pretendido.

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Pide paciencia a sus jugadores, pero el hincha se impacienta con él. Es de grandes no caer nuevamente en la ingratitud. Y de mal gusto sumarse a la campaña mediática desatada en las redes a favor de Ramón. Otra vez los resultados deciden la carnadura o no de los lobbistas, que rebotan en el inconsciente del hincha. No creo que esto sea bien visto por el riojano y nada lo favorece. Ni a él ni a River. Ya habrá tiempo. Por ahora, no contribuye a la serenidad que este cuerpo técnico se ganó por derecho propio para armar un equipo prácticamente nuevo.

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