Hubo tres partidos en uno. Uno el que se jugó en las tribunas y que aún inmersos en una crisis de escepticismo profunda, se ganó por goleada. El otro, se divide en dos. El del primer tiempo y el del segundo. En uno y otro se dió aquello… “de los muertos que vos matáis gozan de buena salud” (Lope de Vega).
Para ganar en la cancha de arriba, salió a relucir ese bruto sentido de “pertenencia”, que confirma con números el hincha de River, y que en los últimos años ha crecido de manera inversamente proporcional a nuestra realidad futbolística… “te pueden corromper, te pueden olvidar, pero ella siempre está…”. Desde el corazón de la popular, puede asegurar que media hora antes la cancha se movía. Daba miedo. Esa pasión superlativa en demostrar que “esta tarde cueste lo que cueste”… estaba apelmazada allí.
Hombro con espalda, rodilla, con cabeza. Un alfiler, sobraba. Antes, el ulular de los bombos en el anillo desde temprano, los socios cortando papeles, los globos y toda la coreografía que no fue más prolija por el desborde humano. 10 minutos por reloj, cuando el sol te fraguaba…sin parar, con el blanco y rojo en alto: “ahí viene la hinchada…que loca que está…”. Y enfrente, unos muchachos vestidos de amarillo, que se sienten discriminados. Culpa de River que en todo el primer tiempo los borró del mapa. No existieron. “No se escuchan…no se escuchan”. ¿Esta es la 12? Y sí, hay que admitirlo. En las populares y en los cuarenta y cinco iniciales, hubo oles, cercanos al gaste.
Disculpas a la República de Bolivia y de Paraguay. Que nada tienen que ver con la apática actuación del once xeneize. Seguro que ambos países hermanos tiene mejores exponentes que los que el “candidato de todos” trajo ayer al Monumental. Fue tanta la diferencia táctica en ese lapso que el equipo de menor a mayor fue construyendo una actuación sólida, inteligente desde el planteo y muy firme en la moral de los jugadores. Virtud que no es exclusivamente atribuible a “motivación” como a veces nos quieren vender, sino que cada uno sabía exactamente su rol. Mérito de Astrada y Hernán Díaz, sin dudas.
River fue un equipo que entusiasmó y despertó más que entusiasmo por momentos. Luego, por razones o sinrazones, a partir de la expulsión de Villagra el equipo pareció desintegrarse. Pasamos de la euforia al desconsuelo. El inconciente colectivo, también en ese caso nos empezaba a monitorear que algo malo iba a suceder. La tarde venía demasiado dulce y hay que admitirlo. Diosito hace rato que no se acuerda de River. Y si lo hace por lo menos, lo disimula muy bien. ¿Tantos pecados tendremos que purgar, todavía? A ver: 1) que River no tenga un nueve de área no es un problema de él- ¡cómo se extraña Falcao!-, pero que River haya errado tres “penales”, porque fueron tres: el de Nico Domingo, el de Ortega, muy anunciado aunque Abbondanzieri se adelantó, y el del Pitu Abelairas al final, parecen un ensañamiento divino y no de estos tres mortales.
Así fue que como a “a los muertos hay que contarlos fríos” y no lo hicimos, como en la tribuna., todos quedamos helados cuando el patadón del Kiti y la roja. Por cierto irresponsable, aunque había sido injustamente amonestado. Después, la levantada de Gaitán por derecha, la pelota que la empieza a tener Riquelme y ese monumento al oportunismo, que es Palermo. River que “se quedó sin nafta” muy temprano y que debió, a mi parecer, meter a Mauro Díaz antes y algún otro ligerito como Bou, antes que al “antideportista” Fabbiani. Igual, las cartas ya estaban jugadas.
Nos fuimos con un sabor amargo, por tanta entrega por tanto espejismo que nos regalaron por un rato un Vega, muy seguro, los dos centrales firmes y concentrados, Ferrari un tractorcito, Nico Domingo y Almeyda (dos leones). La conclusión de que quizás no deban jugar más de un tiempo a fondo Ortega y Gallardo -¡qué gol Muñe!-. Y un Buonanotte, con carácter, decisión, incisivo, picante.
Se nos escurrió un triunfo que no era un triunfo más. Se nos escapó el desahogo. Para los que nos le gustan las metáforas, igualmente me voy a quedar con una postal de la tarde, la visita de Charly García que se llevó la diez del Beto. Alguien que estuvo tan mal. Hoy vuelve a cantar. Elegí vos el final: “ayer soñé con los hambrientos, los locos, los que se fueron, los que están en prisión…Nace una flor todos los días sale el sol”. Tiene que salir… River Plate: Inconsciente colectivo.
Imagen: Fotobaires.



